lunes, 26 de abril de 2010

Para Reflexionar

Carta al Maestro de Galilea

Admirado y Querido Maestro de Galilea:

Tú fuiste docente itinerante, catequista de tu pueblo. Yo, docente, quiero asomarme al espejo de tu vida de maestro. Necesito reafirmar mi vocación de educador, reencontrarme con ella en lo más hondo, renovar mi EROS pedagógicos que tengo adormecido y seguir creyendo que la educción, hoy, aquí y ahora es posible y es obra evangelizadora.

Tú, no esperaste que los discípulos vinieran al Maestro. Bajaste al lago, entraste en las aldeas; convocaste a pescadores, banqueros y buenos israelitas y a paganos e hiciste de tu comunidad una escuela pluralista.

Estuviste genial cuando enviaste a tus discípulos a hacer las prácticas docentes de dos en dos, de pueblo en pueblo, con objetivos, contenidos y métodos estudiados y orados: vayan, prediquen, sanen… Y volvieron sudorosos, con algún fracaso en sus mochilas, pero gozosos por haber estrenado su misión de docentes y por haberse encontrado con su pueblo.

Jesús, te felicito porque eres doctor en metodología. En la samaritana me enseñas cómo acercarme al que se siente seguro, y lo tiene todo claro. En la mujer adúltera, eres el maestro que perdona y olvida. En el buen samaritano desenmascaras la hipocresía religiosa y nos propone una educación desde la coherencia; a los sumos sacerdotes les dijiste la verdad a costa de tu sangre.

Cómo me seduce tu pedagogía de la proximidad: Pedro a quien evitas a pasear por la orilla del lago restituirle la confianza y obsequiarle el perdón. Tomás, que necesita reafirmar su fe con una prueba de anatomía: Pon tu dedo en mi llaga. Judas, a quien anhelas ganar con el privilegio de tu confianza y con el pan de tu amistad.

Cuánto me enseña tu realismo didáctico: la parábola del sembrador; la vid y los sarmientos, la moneda del César; el hijo pródigo, los talentos, y otras más.
Lo que más admiro en ti Maestro de Galilea es la pedagogía del saber estar presente y de retirarse a tiempo para dejarles crecer, tomar iniciativas, pelearse por los primeros puestos… y luego volver junto a ellos para afianzar tu enseñanza y confirmar su vocación.

Emaús es todo un paradigma educativo: sales al encuentro de tus dos muchachos; haces camino junto a ellos; repasas la lección: ¿No sabían que esto debía suceder?... Aceptas compartir su mesa, y Tú les regalas el alimento. ¡Qué maestro!

Nunca les dejaste huérfanos porque además de llevar sus nombres grabados en tu corazón, les enviaste el espíritu Santo que les confirmó en su vocación de docentes y de apóstoles.

Maestro bueno, cuánto se aprende en la escuela de tu evangelio. Es pedagogía viva, mensaje nuevo, formación permanente.

Maestro Jesús, pretendo ser humilde aprendiz de educador. Disipa mis temores, confirma y aviva mi vocación de docente. Que sienta la educación como campo fértil de la misión que Tú me confiaste. Que vea en cada niño, en cada joven tu rostro Señor. Que sepa transmitir a mis alumnos esperanza, alegría y convicción. Que los diferentes, los excluidos tengan un lugar en mi corazón aunque me hagan sentir la educación, más como espina, que como rosa.

Maestro de Galilea, te digo hasta luego, hasta cada momento, porque eres el amigo fiel de cada instante. Te pido para mí y para todos los docentes argentinos, especialmente en estos momentos, manos para que nuestra misión sea algo parecido a la Tuya.
                                                                        Hno. Eugenio Magdaleno

                                                                                      Marista