domingo, 26 de junio de 2011

Argentina: “Un turismo sólo de consumo deja a la gente vacía”

Monseñor Frassia en el Encuentro Nacional de la Pastoral del Turismo

CARLOS PAZ, viernes 24 de junio de 2011 (ZENIT.org).- En la ciudad de Carlos Paz, Córdoba, Argentina, del 15 al 17 de junio del 2011, se realizó el Encuentro Nacional de Pastoral de Turismo con el lema para este año "La familia en el Turismo".

Con la presidencia del obispo Avellaneda-Lanús, monseñor Ruben Frassia, presidente de la Comisión Episcopal de Migraciones y Turismo, participaron delegados diocesanos, agentes de pastoral del turismo y personas del turismo interesadas por el caminar de la Iglesia en esta realidad, informa a ZENIT monseñor Rubén O. Frassia.

Este año de la familia y en este contexto, la familia no sólo constituye un valor de la comunidad cristiana, sino aún más, una urgente necesidad para el bienestar del individuo y el bien de toda la sociedad.

Recuerda el obispo lo dicho por Benedicto XVI: “la familia que es ‘patrimonio de la humanidad’, constituye uno de los tesoros más importantes de los pueblos latinoamericanos. Ella ha sido y es escuela de la fe, palestra de valores humanos y cívicos, hogar en que la vida humana nace y se acoge generosa y responsablemente. La familia es insustituible para la serenidad personal y para la educación de sus hijos”.

La Misión continental de la Iglesia en Argentina tiene cuatro líneas fuerza: encuentro personal y comunitario, bíblico y sacramental con Jesucristo vivo; familia reconciliada y reconciliadora (sí a la familia, escuela de virtudes y sin violencia intrafamiliar); elevación del nivel moral nacional (sí a la ética como camino para progresar social, política y económicamente, sí a la observancia de los derechos humanos; y acentuación de la solidaridad hacia los más pobres (sí al trabajo digno, justo y estable).

Hubo saludos y bendiciones del nuncio apostólico Adriano Bernardini y del secretario del Consejo Pontificio de la Pastoral de Migrantes Joseph Kalathiparambil.

En la bienvenida, monseñor Frassia trajo el saludo de los demás obispos de la comisión episcopal, y recordó que es muy importante mantener y sostener los vínculos familiares.

Hoy, dijo, “estamos muy informados pero poco comunicados, la familia que tiene una importancia indiscutida nos da pertenencia, relación, referencia y nos integra. El turismo no puede tener una presentación híbrida o indiferente, el turismo presenta valores o contravalores. Un turismo que sólo se orienta al consumo, deja a fin de cuentas a la gente vacía”.

Desde la Pastoral de Turismo –dijo el prelado- hay que proponer “valores que sean alcanzables y realizables, con una permanente actitud de diálogo con todas las realidades dentro y fuera de la Iglesia, con lo público y lo privado donde, en ese diálogo, vamos invitando y proponiendo calidad de vida”.

El secretario ejecutivo de la Comisión Episcopal Sante Cervelín rindió un merecido homenaje a Horacio Burbridge que, durante más de veinte años, trabajó en favor de la Pastoral de Turismo en este país.

Carlos y Angela Fresz, matrimonio de Córdoba hablaron sobre “La Familia en la Argentina de Hoy”, desde la dimensión teológica y sociológica de la familia.

"Aportes para un Turismo en Familia según la visión de la Iglesia", fue presentado por Manuel Martínez OP, coordinador de la Pastoral de Turismo. Hizo una presentación del pensamiento de la Iglesia sobre el tema, especialmente se detuvo en el Magisterio de Juan Pablo II y Benedicto XVI, que nos invitan vivamente a salir de vacaciones en familia y también a compartir el tiempo de descanso como vivencia privilegiada para crecer en valores.

Silvina Estévez, de la Dirección de Calidad Turística del Ministerio de Turismo, presentó las directrices para un turismo familiar.

Marcelo Méndez OFM hizo propuestas de lugares para un turismo familiar. Recordó que “el turismo es uno de los fenómenos del mundo moderno que la Iglesia sigue con atención, especialmente en el cuidado de la familia. La Iglesia quiere servir al hombre y a la familia en aquellas realidades que son propias de la civilización actual como es el turismo. Se trata entonces de reflexionar a la luz de los criterios y de los valores evangélicos la realidad de la familia cuando hace turismo y decide su descanso, y aquellas realidades que están implicadas en los servicios a los turistas”.

Entre los lugares asequibles para un turismo familiar esta la Mariapolis Lia, que Honorio y María Rey presentaron acertadamente.

Paula Renata González y Agustín Cabezas, con un equipo de expertos, presentaron el tema “La familia al servicio de la actividad turística”, y se expuso el Programa de Desarrollo que se está implementado desde junio 2010, en el noroeste argentino, y el resultado alcanzado con un banco de proyectos. Interesantes experiencias de las comunidades receptoras dieron sustento al trabajo realizado hasta el momento.

En ese espacio también se dio a conocer la experiencia de “Carlos Keen, un pueblo que dio sus pasos en turismo desde el compromiso de la comunidad en la generación de emprendimientos gastronómicos familiares recuperando y protegiendo el patrimonio arquitectónico del lugar y su identidad”, presentada por Leonardo Ferrari.

Los asistentes compartieron ideas con jóvenes estudiantes del colegio parroquial Remedios Escala de San Martín, de Carlos Paz, que tienen la orientación en turismo. Entre otras cosas, se dijo: Se presentan dificultades para realizar el turismo en familia, por los costos, y también cuando los hijos son adolescentes, por los diversos intereses.

Al iniciar un viaje de turismo en familia es necesario información sobre lugares y servicios que satisfagan los intereses de todos, pues las vacaciones deben ser tiempo para compartir y convivir, para el diálogo, para encontrarse y fomentar vínculos.

Hay que generar ambientes adecuados para satisfacer a todos los miembros de la familia y recoger la información en un directorio.

“Invitamos a todos los agentes de la evangelización en el turismo y a todas las familias de nuestro país para que retomemos el designio de Dios y profundicemos en esta propuesta del Turismo y la familia para que desde allí, reconfiguremos el entramado de las relaciones familiares, su identidad y su misión en la Iglesia y en el mundo. Que sea a la luz de la Palabra de Dios que nos comprometamos con la institución matrimonial y familiar para que aporte lo mejor de sí a la construcción de una nueva sociedad. Si salvamos nuestras familias, estamos redimiendo nuestra sociedad en el presente y preparando convenientemente el futuro”, concluye monseñor Frassia.

viernes, 3 de junio de 2011

La música sacra

2 de junio de 2011
"La música sacra tiene que llevar a vivir algo trascendente, distinto a la completa banalidad de cantos que no se adaptan a la oración y son simplemente ruido". Entrevista al cardenal Grocholewski


La música sacra tiene que llevar a vivir algo trascendente, distinto de la completa banalidad de los cantos que no se adaptan a la oración y que son simplemente ruido. Así lo afirma el cardenal Zenón Grocholewski, prefecto de la Congregación para la Educación Católica y gran canciller del Pontificio Instituto de Música Sacra, en una entrevista concedida a la agencia ZENIT con motivo del Congreso Internacional celebrado recientemente en Roma por el centenario del Instituto.
- ¿Cómo se armoniza la música sacra con las nuevas tendencias?

El problema no es fácil, se trata por una parte unir la tradición de la Iglesia, y por otra, dar posibilidades a las nuevas contribuciones musicales. Por ello Pío X fundó el Instituto, para estudiar la problemática. Aquí estudian personas de todo el mundo para formar a la gente y sensibilizarla sobre el papel de la música sacra.

- ¿Cómo se integra la música sacra en la liturgia?

La música sacra es parte integrante de la liturgia y por lo tanto tiene que ser una oración que expresa este momento. No es un accesorio, es algo esencial. En este congreso en el que hablaron más de cien personas de los más variados ambientes, dieron una contribución para entender cómo conciliar la tradición con elementos nuevos que podemos agregar. Hoy observamos una completa banalidad de estos cantos que no se adaptan a la oración, que son simplemente ruido. La liturgia necesita también de silencio. Por otra parte, el canto es oración coherente con lo que sucede con la eucaristía. En realidad en el pasado grandes músicos realizaron composiciones estupendas referentes a la misa, como Giovanni de Palestrina. Todos hicieron muchas cosas estupendas aptas para la oración.



- ¿Hoy sería quizás necesario volver a tener un poco más de música sacra en las iglesias?.

Sí, habría que reforzar la comprensión de la música sacra. Hay nuevas composiciones, muchas veces las he oído en las iglesias, completamente nuevas pero muy bellas. Por ejemplo el año pasado estuve en Marsella, donde había celebrado para unos juristas en una iglesia que había estado destinada a la demolición porque no había fieles. Llegó un nuevo sacerdote y ahora, los domingos está repleta. Entre otras cosas por su canto y oración. Son sus composiciones. Este sacerdote antes de entrar en el seminario cantaba en los cabaret de París, después se convirtió y se ordenó sacerdote. Y tengo que decir que me he quedado fascinado de cómo sus composiciones expresan la oración. Esto es oración y esa iglesia se llena. A la salida le pregunté a la gente y muchos me decían que venían desde lejos “porque aquí se reza, el sacerdote predica y le entendemos, y hay una hermosa música”.



- Usted habló de sacralidad. ¿Qué es la sacralidad?

La sacralidad se expresa en la medida en que se manifiesta la oración, en cuanto es nostalgia por algo, en la medida que expresa transcendencia. Pienso que es muy importante. .Hoy por ejemplo algunas músicas modernas que escuchamos, digamos en televisión, no tienen nada de trascendental, son pura diversión sobre la tierra, no hay nostalgia de nada. Claro, no es fácil de definir, no es una cosa física, material, si bien hay una sensibilidad en la Iglesia que sabe reconocer cuando una cosa es sacra o no lo es.


- En alguna oportunidad un prelado decía que la música en la liturgia nos lleva a vivir lo que será el Paraíso. ¿Qué nos da la música sacra?
Muchas cosas bellas sobre la música sacra escribió el cardenal Ratzinger antes de ser Papa. Ahora salió publicada una opera omnia de Ratzinger y en Italia salió un volumen justamente sobre la liturgia, con unas doscientas páginas sobre la música sacra. Tengo que confesar que son cosas muy bonitas. Con razón, Benedicto XVI subraya que la música sacra tiene que llevarnos a otro mundo, llevarnos a una nostalgia de lo trascendente. No es solamente ruido, que nos saca fuera de la realidad. El Papa dice que cuando se pierde este horizonte trascendente de la vida humana, todo se reduce a lo terreno, mismo la música y la profundidad del pensamiento. La música tiene que abrir espacio a lo trascendental.



- Hay un cierto consenso en la Iglesia que el órgano es el instrumento más sacral, sin excluir los otros.

Pienso que sí, que cuando uno entra en una iglesia el órgano crea una atmósfera, da una cierta plenitud. En muchas iglesias modernas incluso importantes se busca conservar el órgano.
- A los párrocos, especialmente más jóvenes, ¿le daría algún consejo?

Pienso que hay que sensibilizar a la gente con la música sacra, la que es oración. Claramente en cada parroquia no es posible crear un buen coro, pero es necesario sensibilizar a la gente sobre lo que es la sacralidad del canto que se interpreta en la iglesia.

Fuente: AICA

El sagrado silencio en la celebración litúrgica

Columna de teología litúrgica dirigida por Mauro Gagliardi

Por Nicola Bux*

ROMA, jueves 2 de junio de 2011 (ZENIT.org).- “Cuando un silencio apacible envolvía todas las cosas … tu Palabra omnipotente se lanzó desde el cielo” (cf. Sab 18,14-15). Así una antífona de la octava de Navidad recuerda, con extraordinaria libertad, cómo en la noche del Éxodo se realizó la liberación del hombre y la emancipación del pecado. Para reconocerle presente en el mundo, es más, en la acción pública que es la liturgia – sagrada precisamente con motivo de la Presencia – es necesario “guardar silencio!, es decir, callar. Es necesario callar para escuchar, como al inicio de un concierto, de lo contrario el culto, es decir, la relación cultivada, profunda con Dios, no puede comenzar, no se Le puede “celebrar”.

Esto es indispensable para rezar: “retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto”(Mt 6,6). La habitación es el alma, pero también el templo, dicen los Padres. ¿Qué secreto puede ser mantenido sin silencio? El secreto de la conciencia en el que se puede oír la voz de Dios, en la noche silenciosa como para Samuel. Hace falta silencio para que Dios pueda hablar y nosotros escucharle. Por esto vamos a la iglesia, para celebrar el culto divino, sagrado porque desciende del silencio eterno en el tiempo tan ruidoso, para apaciguarlo y orientarlo a lo Eterno. No hay duda de que la posición frontal del sacerdote en el altar hacia el pueblo induce a la distracción suya y de los fieles, desorientando la dirección de la oración: imitemos al Santo Padre que mira al Crucificado.

El silencio debe ser recuperado, limitando al mínimo las palabras por parte de quien debe dar indicaciones preparatorias a la celebración. Los sacerdotes, las religiosas dedicadas al servicio, los ministros deben limitar palabras y movimientos, porque están en presencia de Aquel que es la Palabra. Este silencio se pide al inicio de la Santa Misa para el examen de conciencia, aunque breve, en el que reconocer nuestros pecados “antes de celebrar los Santos Misterios”.

Tras la invitación a rezar con el Oremus, el sacerdote se recoge en silencio, para rezar y para dar tiempo a los fieles a hacer lo mismo y unir así su propia intención a esa oración que el sacerdote pronunciará “recogiendo” – por ello se llama oración “colecta” – y presentándola al Señor. Con esta oración, comienza en la Misa la función sacerdotal de mediación entre el pueblo santo y el Señor.

De la oración a Dios se pasa a la escucha de Dios. El Sínodo sobre la Palabra de Dios no olvidó insistir en el silencio como espacio privilegiado para recibirla. Los misterios de Cristo – el Papa lo recuerda en la Exhortación apostólica post-sinodal Verbum Domini – están unidos al silencio, como dicen los Padres de la Iglesia. Así, más que multiplicar los encuentros bíblicos, es necesario tener “realmente en el centro el encuentro personal con Cristo que se nos comunica en su Palabra” (n. 73). La liturgia de la Palabra es tal porque tiene lugar en el silencio sagrado.

El Ordo Missae sugiere, en este punto, que haya habido o no homilía, se guarde silencio. Parece una ejercitación “al encuentro desnudo, silencioso, austero... al coloquio espontáneo, alegre, adorante con la divina Majestad, como arrastrados en la estela de la oración misma de Cristo” (Pablo VI, Discurso a los Abades de la Confederación Benedictina, 30 de septiembre de 1970, n. 3). Es una invitación a los monjes: pero todo cristiano debe ser en alguna medida monje, es decir, habitar solo con el Señor. La liturgia sagrada capacita para esto. La Regla benedictina exhorta al monje a hacer que su mente esté en armonía con su voz (cf. 19,7): “Parece una cosa sencillísima, diríamos natural – subraya Pablo VI – pero tener esta armonía interna entre la voz y la mente, y una de las cosas más difíciles” (Discurso a los Abades, cit.). Precisamente la dinámica de la relación entre Dios que habla y el fiel que escucha y responde con el salmo o la oración – según la clásica tripartición conservada en la semana santa: lectura, responsorio, oración – constituye el ejercicio necesario, la ruminatio de los Padres, para asimilar y hacer que voz y mente se armonicen. Esto es particularmente útil en vista de la oferta de sí, de nuestros cuerpos en sacrificio espiritual “como culto según la razón”, que para esto “renueva la mente” con el fin de distinguir la voluntad de Dios, lo que es bueno, a él grato y perfecto (cf. Rm 12,1-2). La renovación de la mente es el juicio según Dios y no según el mundo. La liturgia debe favorecer la conversión de la mentalidad mundana y carnal, que tiende siempre a conquistar a clérigos y laicos. Renovar la mente significa mirar la realidad y no seguir las propias ideas – la ideología –, porque él hace nuevas todas las cosas.

El silencio puede volver a aflorar en el ofertorio, donde no es necesario ni obligatorio que las fórmulas previstas de la ofrenda sean dichas en voz alta. Se podría también sugerir que, en el futuro, la Plegaria Eucarística, también en la Misa de Pablo VI, pudiera recitarse submissa voce, casi en silencio, para favorecer el recogimiento: como se hacía y se sigue haciendo en la celebración en “forma extraordinaria”. ¿Es siempre necesario escuchar palabras tan arcanas, especialmente las de la consagración? Si el sacerdote abajase el tono de la voz, no recitaría, sino que rezaría verdaderamente y favorecería el recogimiento y la unión de los fieles a su oración de medación sacerdotal. Análogo silencio se recomienda especialmente a la acción de gracias después de la Comunión.

Pero, más allá de los momentos específicos, es toda la liturgia, es más, la Iglesia misma como espacio sagrado, la que necesita recuperar el clima de silencio. Esta exigencia llevaba a preordenar espacios de reunión como nártex y atrios para pasar del exterior al interior, de la dispersión al recogimiento. ¿No serviría también en nuestros días? “La capacidad de interioridad, una mayor apertura del espíritu, un estilo de vida que sepa sustraerse a lo que es ruidoso e invasivo, deben volver a parecernos metas que colocar entre nuestras prioridades. En Pablo encontramos la exhortación a reforzarse en el hombre interior (Ef 3,16). Seamos honrados: hoy hay una hipertrofia del hombre exterior y un debilitamiento preocupante de su energía interior” (J. Ratzinger, Fede, Verità, Tolleranza. Il cristianesimo e le religioni del mondo, Cantagalli, Siena 2003, p. 167).

*Nicola Bux es profesor de Liturgia oriental en Bari (Italia) y consultor de las Congregaciones para la Doctrina de la Fe, para las Causas de los Santos, para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, así como de la Oficina para las Celebraciones del Sumo Pontífice