martes, 30 de noviembre de 2010

VIDA

Homilía del Papa en la Vigilia por la Vida Naciente
CIUDAD DEL VATICANO, lunes 29 de noviembre de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el texto de la homilía que el Papa Benedicto XVI pronunció el pasado sábado por la tarde, durante la Vigilia por la Vida Naciente, antes de comenzar las Primeras Vísperas del primer domingo de Adviento, con el que se inauguraba este tiempo litúrgico.
Queridos hermanos y hermanas,
con esta celebración vespertina, el Señor nos da la gracia y la alegría de abrir un nuevo Año Litúrgico comenzando por su primera etapa: el Adviento, el periodo que hace memoria de la venida de Dios entre nosotros. Todo inicio trae consigo una gracia particular, porque está bendecido por el Señor. En este Adviento se nos concederá, una vez más, hacer experiencia de la cercanía de Aquel que creó el mundo, que orienta la historia y que se ha cuidado de nosotros llegando hasta el culmen de su condescendencia con el hacerse hombre. Precisamente el misterio grande y fascinante del Dios con nosotros, es más, del Dios que se hace uno de nosotros, es cuanto celebraremos en las próximas semanas caminando hacia la santa Navidad. Durante el tiempo de Adviento sentiremos a la Iglesia que nos toma de la mano y, a imagen de María Santísima, expresa su maternidad haciéndonos experimentar la espera gozosa de la venida del Señor, que nos abraza a todos en su amor y nos consuela. Mientras nuestros corazones se dirigen hacia la celebración anual del nacimiento de Cristo, la liturgia de la Iglesia orienta nuestra mirada a la meta definitiva: el encuentro con el Señor que vendrá en el esplendor de la gloria. Por esto nosotros, que en cada Eucaristia, "anunciamos su muerte, proclamamos su resurrección, en espera de su venida”, vigilamos en oración. La liturgia no se cansa de animarnos y de sostenernos, poniendo en nuestros labios, en los días del Adviento, el grito con el que se cierra toda la Sagrada Escritura, en la última página del Apocalipsis de san Juan: “¡Ven, Señor Jesús!" (22, 20).
Queridos hermanos y hermanas, nuestra reunión esta tarde para comenzar el camino del Adviento se enriquece con otro importante motivo: con toda la Iglesia, queremos celebrar solemnemente una vigilia de oración por la vida naciente. Deseo expresar mi agradecimiento a todos aquellos que se han adherido a esta invitación y a cuantos se dedican de modo específico a acoger y custodiar la vida humana en las diversas situaciones de fragilidad, en particular en sus inicios y en sus primeros pasos. Precisamente el inicio del Año Litúrgico nos hace vivir nuevamente la espera de Dios que se hace carne en el seno de la Virgen María, de Dios que se hace pequeño, se convierte en niño; nos habla dela venida de un Dios cercano, que ha querido recorrer la vida del hombre, desde el comienzo, y esto para salvarla totalmente, en plenitud. Y así el misterio de la Encarnación del Señor y el inicio de la vida humana están íntima y armónicamente conectados entre sí en el único designio salvífico de Dios, Señor de la vida de todos y cada uno. La encarnación nos revela con intensa luz y de modo sorprendente que toda vida humana tiene una dignidad altísima, incomparable.
El hombre presenta una originalidad inconfundible respecto a todos los demás seres vivientes que pueblan la tierra. Se presenta como sujeto único y singular, dotado de inteligencia y voluntad libre, además de estar compuesto de realidad material. Vive simultanea e inescindiblemente en la dimensión espiritual y en la dimensión corpórea. Lo sugiere también el texto de la Primera Carta a los Tesalonicenses que ha sido proclamado: “Que el Dios de la paz – escribe san Pablo – os santifique plenamente, para que os conservéis irreprochables en todo vuestro ser –espíritu, alma y cuerpo– hasta la Venida de nuestro Señor Jesucristo" (5,23). Somos por tanto espíritu, alma y cuerpo. Somos parte de este mundo, ligados a las posibilidades y a los límites de la condición material; al mismo tiempo estamos abiertos a un horizonte infinito, capaces de dialogar con Dios y de acogerlo en nosotros. Actuamos en las realidades terrenas y a través de ellas podemos percibir la presencia de Dios y tender a Él, verdad, bondad y belleza absoluta. Saboreamos fragmentos de vida y de felicidad y anhelamos la plenitud total.
Dios nos ama de modo profundo, total, sin distinciones; nos llama a la amistad con Él; nos hace partícipes de una realidad por encima de toda imaginación y de todo pensamiento y palabra: su misma vida divina. Con conmoción y gratitud tomemos conciencia del valor, de la dignidad incomparable de toda persona humana y de la gran responsabilidad que tenemos hacia todos. “Cristo, el nuevo Adán – afirma el Concilio Vaticano II –, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación... con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre" (Const. Gaudium et spes, 22).
Creer en Jesucristo comporta también tener una mirada nueva sobre el hombre, una mirada de confianza, de esperanza. Por lo demás la misma experiencia y la recta razón atestiguan que el ser humano es un sujeto capaz de entender y de querer, autoconsciente y libre, irrepetible e insustituible, cumbre de todas las realidades terrenas, que exige ser reconocido como valor en sí mismo y que merece ser acogido siempre con respeto y amor. Él tiene derecho a no ser tratado como un objeto que poseer o como una cosa que se pueda manipular a voluntad, de no ser reducido a puro instrumento a ventaja de otros y de sus intereses. La persona es un bien en sí misma y es necesario buscar siempre su desarrollo integral. El amor hacia todos, además, si es sincero, tiende espontáneamente a convertirse en atención preferencial por los más débiles y los más pobres. En esta línea se coloca la solicitud de la Iglesia por la vida naciente, la más frágil, la más amenazada por el egoísmo de los adultos y por el oscurecimiento de las conciencias. La Iglesia continuamente reafirma cuanto declaró el Concilio Vaticano II contra el aborto y toda violación de la vida naciente: “La vida, una vez concebida, debe ser protegida con el máximo cuidado" (ibid., n. 51).
Hay tendencias culturales que intentan anestesiar las conciencias con motivos pretextuosos. Respecto al embrión en el seno materno, la ciencia misma pone en evidencia su autonomía capaz de interacción con la madre, la coordinación de sus procesos biológicos, la continuidad del desarrollo, la creciente complejidad del organismo. No se trata de un cúmulo de material biológico, sino de un nuevo ser vivo, dinámico y maravillosamente ordenado, un nuevo individuo de la especie humana. Así lo fue para Jesús en el seno de María; así lo ha sido para cada uno de nosotros, en el seno de la madre. Con el antiguo autor cristiano Tertuliano podemos afirmar: “Es ya un hombre aquel que lo será" (Apologético, IX, 8); no hay ninguna razón para no considerarlo persona desde la concepción.
Por desgracia, también después del nacimiento, la vida de los niños sigue estando expuesta al abandono, al hambre, a la miseria, a la enfermedad, a los abusos, a la violencia, a la explotación. Las múltiples violaciones de sus derechos que se cometen en el mundo hieren dolorosamente la conciencia de todo hombre de buena voluntad. Ante el triste panorama de las injusticias cometidas contra la vida del hombre, antes y después del nacimiento, hago mío el apasionado llamamiento del Papa Juan Pablo II a la responsabilidad de todos y de cada uno: “¡Respeta, defiende, ama y sirve a la vida, a toda vida humana ¡Sólo siguiendo este camino encontrarás justicia, desarrollo, libertad verdadera, paz y felicidad!” (Enc. Evangelium vitae, 5). Exhorto a los protagonistas de la política, de la economía y de la comunicación social a hacer cuanto esté en sus posibilidades para promover una cultura siempre respetuosa de la vida humana, para procurar condiciones favorables y redes de apoyo a la acogida y al desarrollo de esta.
A la Virgen María, que acogió al Hijo de Dios hecho hombre con su fe, con su seno materno, con el cuidado solícito, con el acompañamiento solidario y vibrante de amor, confiamos la oración y el compromiso a favor de la vida naciente. Lo hacemos en la liturgia – que es el lugar donde vivimos la verdad y donde la verdad vive con nosotros – adorando la divina Eucaristía, en la que contemplamos el Cuerpo de Cristo, ese Cuerpo que tomó carne de María por obra del Espíritu Santo, y que nació de ella en Belén, para nuestra salvación. Ave, verum Corpus, natum de Maria Virgine!

lunes, 4 de octubre de 2010

Un congreso para mujeres católicas de todo el mundo

Jerusalén
Asamblea de la UMOFC en su centenario
La Asamblea que coincide con el centenario de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC) tendrá lugar del 5 al 11 de octubre de 2010, en el Instituto Pontificio Notre Dame, de Jerusalén.
El tema de la asamblea a celebrar en Tierra Santa es “Vosotros seréis mis testigos” (Hechos, 1,8).
El objetivo de la UMOFC es promover la presencia, participación y corresponsabilidad de las mujeres católicas en la Iglesia y la sociedad para facilitarles el cumplimiento de su misión de fe, y para trabajar por el desarrollo humano y la paz en el mundo.
Esta Unión Mundial está integrada por casi cien organizaciones de mujeres católicas, que representan a más de cinco millones de mujeres que actúan en más de sesenta países y que han sido reconocidas por sus conferencias episcopales.
El Consejo Pontificio para los Laicos erigió a la UMOFC como asociación pública internacional de fieles.
En el momento en que la UMOFC celebra cien años de servicio de las mujeres en favor de las mujeres, la Iglesia y la sociedad, la organización considera apropiado, afirma un comunicado, “ir a las raíces de nuestra fe, la tierra por la que anduvo Jesús, para encontrarle de modo especial”.
A través del programa litúrgico y espiritual previsto, y la escucha de las Sagradas Escrituras, proclamadas en los santos lugares, quienes convocan a esta asamblea  esperan que las participantes crezcan en su relación con Jesucristo y se sientan inspiradas por el modelo de Nuestra Señora.
La Misa de Apertura será celebrada por su beatitud Fouad Twal, patriarca latino.
Ludmila Grygiel, escritora polaca que ha trabajado ampliamente sobre la vida de matrimonio y familia, así como antropología cristiana, será la ponente principal en el tema “Ustedes son testigos de Amor”.
Marguerite Peeters, periodista y escritora, fundadora y directora general del Institute for Intercultural Dialogue Dynamics, que estudia el cambio cultural global, presentará “Cómo ser un testigo de Cristo en un mundo globalizado”.
Christine Vollmer, fundadora y presidenta de Alianza para la Familia, una organización que se dedica a orientar a niño y jóvenes hacia una vida familiar y comunitaria sana, feliz y estable, presentará “La importancia de la formación para ser un testigo eficiente en el mundo de hoy”.
Florence Gillet, teóloga francesa y escritora, que ha publicado trabajos sobre María, Teresa de Lisieux y Chiara Lubich, hablará sobre “María, testigo del Amor de Dios, ayer y hoy”.
Ana Cristina Villa Betancourt, miembro de la Fraternidad Mariana de la Reconciliación, es responsable de la Sección de Mujeres del Consejo Pontificio para los Laicos, y presentará “Jesús y las mujeres: encontrarle, seguirle, ser sus testigos”.
Distintos oradores ofrecerán formación espiritual a 500 mujeres inscritas, procedentes de todo el mundo, para que puedan ser testigos fieles de Jesús.
Las realidades de la vida será presentadas por un panel de mujeres cristianas presentes en Tierra Santa: Claudette Habesch, directora de Caritas Jerusalén; Hanadi Soudah-Younan, profesor de la Universidad de Belén; y sor Maria Grech, FMM, directora del Centro de la Familia Franciscana en Belén.
Un panel formado por representantes de jóvenes focolares interconfesionales, organizado por Lina Morcos, intercambiarán sobre sus esfuerzos por construir paz para todos.
Los participantes asistirán a la misa dominical en diversas parroquias de rito latino y melkita, con el fin de encontrarse a “las piedras vivas” de la Iglesia, los cristianos de Tierra Santa.
Los delegados de las organizaciones miembro adoptarán resoluciones, elegirán nuevos líderes, y trabajarán para asegurar la viabilidad y fidelidad de la UMOFC, de manera que las futuras generaciones de mujeres católicas puedan crecer en el conocimiento y amor de la fe, con la que las actuales han sido confirmadas, para que tambien ellas puedan ser testigos de la fe.
Para más información:  www.wucwo.org.

martes, 21 de septiembre de 2010

¿Qué hay detrás de los ataques a Ratzinger? (I)

Entrevista con Andrea Tornielli, coautor del libro “Ataque a Ratzinger”
ROMA, lunes 20 de septiembre de 2010 (ZENIT.org) “Lo único que no se le perdona a Ratzinger es que haya sido elegido Papa…” Así termina el libro Attacco a Razinger (Ataque a Ratzinger n.d.t). Acusaciones, escándalos, profecías, complots contra Benedicto XVI, escrito por Paolo Rodari y Andrea Tornielli, y cuya edición en italiano ha sido publicada por Piemme.
Rodari, vaticanista del periódico Il Foglio y Tornielli, vaticanista del periódico Il Giornale, reconstruyen, enriqueciendo con informaciones inéditas, el hecho de cómo la prensa internacional se ha enfurecido contra Benedicto XVI. Ambos estuvieron en el curso The Church up Close (La Iglesia de cerca n.d.t.) que se realizó en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz en Roma del 6 al 12 de septiembre, en la que hablaron sobre este tema a los allí presentes.
Para profundizar este tema, ZENIT entrevistó a uno de los autores, Andrea Tornielli, quien ha escrito, entre otros libros, Pio XII. Un uomo sul trono di Pietro (Pío XII, un hombre en el trono de Pedro n.d.t.)  (Mondatori 2007) y Paolo VI. L’audacia di un Papa (Pablo VI, la audacia de un Papa)  (Mondatori 2009). También es autor del blog Sacri palazzi (Sagrados palacios n.d.t)  (http://blog.ilgiornale.it/tornielli/).    
-¿Qué cree que hay detrás de los ataques al Papa?
Andrea Tornielli: No creo que los ataques vengan de una sola dirección ni que sea un complot. Creo que son varios grupos, varias realidades sueltas y diferentes entre ellas, que tienen un interés que es el de transformar la Iglesia en una secta protestante cualquiera, porque las enseñanzas de la Iglesia molestan.
No me refiero sólo, como muchos podrían pensar, a los temas de ética o de sexualidad sino también a los temas de globalización, desarrollo, defensa del ambiente, política multilateral, entre otras aproximaciones. Estos grupos no necesariamente actúan usando una única orientación pero es claro que critican públicamente y que atacan el Papa. Creo que tienen todo un interés en hacer énfasis a los problemas de la Iglesia como, por ejemplo el escándalo de la pedofilia.
-¿Por qué lo atacan? ¿Por qué le han impedido hablar en la Universidad de la Sapienza de Roma en enero de 2008?
Andrea Tornielli: Ciertas campañas mediáticas son determinadas por el “hambre” negativo del prejuicio consolidado y para nada corresponden a la realidad que ha dibujado primero el cardenal Ratzinger y luego el Papa Benedicto XVI. Lo quieren hacer ver como un retrógrado conservador, anti liberal y anti democrático.
El caso de la Sapienza es ejemplar porque no sólo fue causado por grupúsculos de estudiantes ideologizados sino también por investigadores y profesores han “juzgado” a Ratzinger, partiendo de la base de una cita equivocada que fue tomada de Wikipedia (esto debería decirnos algo también sobre el estado de nuestras universidades).
El poder secularizado teme al anuncio de una verdad irreducible, hay lobbies y grupos de poder a los que les molesta la moral cristiana y la enseñanza ética de la Iglesia. En ciertas situaciones la voz de la Iglesia permanece como el único baluarte de una conciencia no anestesiada.
-Dice usted que hay ataques externos. ¿Cree que también hay ataques internos?
Andrea Tornielli: ¡Por supuesto! Esto lo determina un fenómeno de que nosotros llamamos una disidencia interna de la Iglesia. Es decir, teólogos e incluso obispos que critican abiertamente algunos aspectos del magisterio de Benedicto XVI. El fin último no son los ataques inconscientes, porque son queridos por alguna maquinaria curial, que facilita algunas crisis que se hubieran podido evitar o apagar a tiempo algunos incendios que en cambio han crecido y se han convertido en un problema más grande.
- Siguiendo con el tema, durante el vuelo hacia Portugal el pasado 11 de mayo el Papa dijo “hoy lo vemos de manera realmente aterradora: la mayor persecución de la Iglesia no procede de los enemigos de afuera, sino que nace del pecado en la Iglesia”¿Cuáles son esos pecados a los que se refiere el Papa y cuáles son los grupos y las personas que crean enemistades al interior de la Iglesia?
Andrea Tornielli: La pregunta fue formulada con referencia explícita a los escándalos de pedofilia que tocan a exponentes del clero. La respuesta del Papa fue dramática. Benedicto XVI ha explicado que el ataque más fuerte ha sido al interior, es el pecado en la Iglesia. En el fondo, la historia nos enseña que en los ataques externos a la Iglesia, siempre hay al final una salida reforzada, quizás luego de largos períodos de dificultad, sino de persecución. El ataque interno la demuele. Ahora no son sólo los tremendos, incluso los “espantosos” episodios del abominable crimen de la pedofilia.
Está también el crecimiento de un pensamiento no católico al interior de la Iglesia católica: una realidad denunciada con extrema lucidez desde el papa Pablo VI que hoy lamentablemente persiste. Me sorprendieron, por ejemplo, ciertas reacciones contra la decisión de Benedicto XVI de liberalizar la misa antigua. Reacciones públicas, venidas incluso de obispos. Los ejemplos serían muchos.
-El Papa, en la homilía de la misa en la que se concluía el año sacerdotal el pasadoo 11 de junio, habló en un tono muy específico de herejías y de la necesidad de usar el bastón contra los lobos que quieren ahuyentar el rebaño. ¿A qué se refería?
Andrea Tornielli: En nuestro libro analizamos las crisis de los primeros cinco años de pontificado del Papa Ratzinger, no hacemos una lista de posibles herejías. Quisiera recordar que, lamentablemente hoy se difunden en un modo más o menos subterráneo, ideas e interpretaciones que terminan por minar la fe de la gente sencilla y en general la fe católica a toda costa – debe quizás ser más comprensible un debate entre la coexistencia de interpretaciones diferentes pero esenciales de la fe.
En este sentido, como explicaba el entonces cardenal Ratzinger a los inicios de su mandato como prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe, el Magisterio tiene el deber de proteger la fe de los sencillos, de quienes no escriben en los periódicos ni van a hablar en televisión.
En este sentido, el Magisterio tiene un deber – decía – “democrático”. Creo que un cambio radical que el Papa impide a todos sea el de ser concientes de que la Iglesia no está “hecha” por nosotros, no se le puede considerar una empresa, no todo puede quedar reducido a reivindicaciones sobre funciones y ministerios, su vida no puede estar planificada sólo con estrategias pastorales. Si aprendiéramos de este constante llamamiento del Papa, a lo mejor muchos opositores abiertos y ocultos comprenderían que el Papa no es un monarca absoluto, sino que obedece a Jesucristo en la transmisión del depositum fidei.
Por Antonio Gaspari y Carmen Elena Villa

viernes, 10 de septiembre de 2010

VIDA

Tras cuatro horas de debate, la Cámara de Diputados aprobó esta madrugada el proyecto de ley para restablecer la figura legal de infanticidio en el Código Penal, que busca atenuar las condenas para las madres que maten a sus hijos bajo los efectos del puerperio.
La iniciativa, que recibió media sanción (con 170 votos afirmativos, 29 negativos y nueve abstenciones) tiene como antecedente el caso de la joven jujeña Romina Tejerina, que fue condenada en junio de 2005 a 14 años de prisión por el asesinato de su hijo recién nacido, producto de una violación.
El oficialismo respaldó esta madrugada un dictamen de mayoría, el cual restablece la figura y dispone una condena de seis meses a tres años para el infanticidio, es decir, para el "homicidio cometido por madre mientras dura su estado puerperal".
Desde su derogación, casos como el de Tejerina se consideran como homicidio agravado por el vínculo, lo que implica una pena de prisión perpetua. La única manera en la que la Justicia puede dar una escala de penas de entre 8 y 25 años de cárcel es si se comprueba que hubo atenuantes.
"El puerperio no puede extenderse más de 40 días y debe generar un estado de psicosis, parecida a la emoción violenta", para ser considerado como un atenuante, explicó durante el debate la kirchnerista Diana Conti, al defender la iniciativa.
La propuesta considera la zona cultural y social de la mujer que atraviesa esa situación, figura que fue eliminada del Código tras la reforma Blumberg, dado que -según los defensores de la norma- la mayoría de los episodios se registraron en el interior del país.
Como muestra del corte transversal que provocó, la iniciativa contó con el respaldo de la Fernanda Gil Lozano (Coalición Cívica).
Su compañera de bloque Patricia Bullrich, en tanto, firmó un proyecto alternativo con las peronistas federales Natalia Gambaro y Gladys González, que tuvo el apoyo de la cobista Cynthia Hotton.
Bullrich cuestionó la propuesta de la mayoría y dijo que "plantea un auténtico permiso para matar".
Reconoció, también, que los tiempos cambiaron y que la propuesta significa un retroceso en la autonomía de la mujer. "Sería volver al concepto de una mujer sub-persona o subnormal", advirtió.
"En nuestro dictamen se debe entender el estado puerperal como un trastorno de conciencia", señaló y tomó como ejemplo la normativa española que establece una pena de 3 a 8 años de prisión para este tipo de casos.
Su compañero de bloque, Juan Carlos Vega, en cambio, planteó una alternativa intermedia que contempla las mismas penas que el de mayoría y fija el período de puerperio en ocho días como máximo, según el derecho penal comparado.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Benedicto XVI

¡Queridos hermanos y hermanas!
¡Pido en primer lugar perdón por el retraso! He vuelto en este momento de Carpineto Romano, donde, hace 200 años, nació el Papa León XIII, Vincenzo Gioacchino Pecci. Agradezco al Señor haber podido, en este importante aniversario, celebrar la Eucaristía entre sus conciudadanos. Ahora deseo en cambio presentar brevemente mi Mensaje -publicado en los pasados días- dirigido a los jóvenes del mundo para la XXVI Jornada Mundial de la Juventud, que tendrá lugar en Madrid dentro de poco menos de un año.
El tema que he escogido para este Mensaje retoma una expresión de la Carta a los Colosenses del apóstol Pablo: “Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe” (2,7). ¡Es decididamente una propuesta a contra corriente! ¿Quién, de hecho, propone hoy a los jóvenes estar “arraigados” y “edificados”? Más bien se exalta la incertidumbre, la movilidad, la volatilidad... aspectos todos ellos que reflejan una cultura indecisa en lo que se refiere a los valores de fondo, a los principios en base a los cuales orientar y regular la propia vida. En realidad, yo mismo, por mi experiencia y por los contactos que tengo con los jóvenes, sé bien que toda generación, más aún, toda persona individual está llamada a realizar de nuevo el recorrido de descubrimiento del sentido de la vida. Y es precisamente por esto que he querido volver a proponer un mensaje que, según el estilo bíblico, evoca las imágenes del árbol y de la casa. El joven, de hecho, es como un árbol en crecimiento: para desarrollarse bien necesita raíces profundas, que, en caso de tormentas de viento, lo tengan bien plantado en el suelo. Así también la imagen del edificio en construcción recuerda la exigencia de fundamentos válidos, para que la casa sea sólida y segura.
Y aquí está el corazón del Mensaje: en las expresiones “en Cristo” y “en la fe”. La plena madurez de la persona, su estabilidad interior, se basan en la relación con Dios, relación que pasa a través del encuentro con Jesucristo. Una relación de profunda confianza, de auténtica amistad con Jesús puede dar a un joven lo que necesita para afrontar bien la vida: serenidad y luz interior, capacidad para pensar de manera positiva, gran ánimo hacia los demás, disponibilidad para pagar personalmente por el bien, la justicia y la verdad. Un último aspecto, muy importante: para convertirse en creyente, el joven se nutre de la fe de la Iglesia: si ningún hombre es una isla, tanto menos lo es el cristiano, que descubre en la Iglesia la belleza de la fe compartida y testimoniada junto a los demás en la fraternidad y en el servicio de la caridad.
Este Mensaje mío a los jóvenes lleva la fecha del 6 de agosto, Fiesta de la Transfiguración del Señor. ¡Que la luz del Rostro de Cristo pueda resplandecer en el corazón de todo joven! Y que la Virgen María acompañe con su protección el camino de las comunidades y de los grupos juveniles hacia el gran Encuentro de Madrid 2011.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Mensaje del Papa para la JMJ Madrid 2011



MENSAJE DEL SANTO PADRE
BENEDICTO XVI
PARA LA XXVI JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD
2011


Arraigados y edificados en Cristo,
firmes en la fe”
(cf. Col 2, 7)
Queridos amigos
Pienso con frecuencia en la Jornada Mundial de la Juventud de Sydney, en el 2008. Allí vivimos una gran fiesta de la fe, en la que el Espíritu de Dios actuó con fuerza, creando una intensa comunión entre los participantes, venidos de todas las partes del mundo. Aquel encuentro, como los precedentes, ha dado frutos abundantes en la vida de muchos jóvenes y de toda la Iglesia. Nuestra mirada se dirige ahora a la próxima Jornada Mundial de la Juventud, que tendrá lugar en Madrid, en el mes de agosto de 2011. Ya en 1989, algunos meses antes de la histórica caída del Muro de Berlín, la peregrinación de los jóvenes hizo un alto en España, en Santiago de Compostela. Ahora, en un momento en que Europa tiene que volver a encontrar sus raíces cristianas, hemos fijado nuestro encuentro en Madrid, con el lema: «Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe» (cf. Col 2, 7). Os invito a este evento tan importante para la Iglesia en Europa y para la Iglesia universal. Además, quisiera que todos los jóvenes, tanto los que comparten nuestra fe, como los que vacilan, dudan o no creen, puedan vivir esta experiencia, que puede ser decisiva para la vida: la experiencia del Señor Jesús resucitado y vivo, y de su amor por cada uno de nosotros.
1. En las fuentes de vuestras aspiraciones más grandes
En cada época, también en nuestros días, numerosos jóvenes sienten el profundo deseo de que las relaciones interpersonales se vivan en la verdad y la solidaridad. Muchos manifiestan la aspiración de construir relaciones auténticas de amistad, de conocer el verdadero amor, de fundar una familia unida, de adquirir una estabilidad personal y una seguridad real, que puedan garantizar un futuro sereno y feliz. Al recordar mi juventud, veo que, en realidad, la estabilidad y la seguridad no son las cuestiones que más ocupan la mente de los jóvenes. Sí, la cuestión del lugar de trabajo, y con ello la de tener el porvenir asegurado, es un problema grande y apremiante, pero al mismo tiempo la juventud sigue siendo la edad en la que se busca una vida más grande. Al pensar en mis años de entonces, sencillamente, no queríamos perdernos en la mediocridad de la vida aburguesada. Queríamos lo que era grande, nuevo. Queríamos encontrar la vida misma en su inmensidad y belleza. Ciertamente, eso dependía también de nuestra situación. Durante la dictadura nacionalsocialista y la guerra, estuvimos, por así decir, “encerrados” por el poder dominante. Por ello, queríamos salir afuera para entrar en la abundancia de las posibilidades del ser hombre. Pero creo que, en cierto sentido, este impulso de ir más allá de lo habitual está en cada generación. Desear algo más que la cotidianidad regular de un empleo seguro y sentir el anhelo de lo que es realmente grande forma parte del ser joven. ¿Se trata sólo de un sueño vacío que se desvanece cuando uno se hace adulto? No, el hombre en verdad está creado para lo que es grande, para el infinito. Cualquier otra cosa es insuficiente. San Agustín tenía razón: nuestro corazón está inquieto, hasta que no descansa en Ti. El deseo de la vida más grande es un signo de que Él nos ha creado, de que llevamos su “huella”. Dios es vida, y cada criatura tiende a la vida; en un modo único y especial, la persona humana, hecha a imagen de Dios, aspira al amor, a la alegría y a la paz. Entonces comprendemos que es un contrasentido pretender eliminar a Dios para que el hombre viva. Dios es la fuente de la vida; eliminarlo equivale a separarse de esta fuente e, inevitablemente, privarse de la plenitud y la alegría: «sin el Creador la criatura se diluye» (Con. Ecum. Vaticano. II, Const. Gaudium et Spes, 36). La cultura actual, en algunas partes del mundo, sobre todo en Occidente, tiende a excluir a Dios, o a considerar la fe como un hecho privado, sin ninguna relevancia en la vida social. Aunque el conjunto de los valores, que son el fundamento de la sociedad, provenga del Evangelio –como el sentido de la dignidad de la persona, de la solidaridad, del trabajo y de la familia–, se constata una especie de “eclipse de Dios”, una cierta amnesia, más aún, un verdadero rechazo del cristianismo y una negación del tesoro de la fe recibida, con el riesgo de perder aquello que más profundamente nos caracteriza.
Por este motivo, queridos amigos, os invito a intensificar vuestro camino de fe en Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo. Vosotros sois el futuro de la sociedad y de la Iglesia. Como escribía el apóstol Pablo a los cristianos de la ciudad de Colosas, es vital tener raíces y bases sólidas. Esto es verdad, especialmente hoy, cuando muchos no tienen puntos de referencia estables para construir su vida, sintiéndose así profundamente inseguros. El relativismo que se ha difundido, y para el que todo da lo mismo y no existe ninguna verdad, ni un punto de referencia absoluto, no genera verdadera libertad, sino inestabilidad, desconcierto y un conformismo con las modas del momento. Vosotros, jóvenes, tenéis el derecho de recibir de las generaciones que os preceden puntos firmes para hacer vuestras opciones y construir vuestra vida, del mismo modo que una planta pequeña necesita un apoyo sólido hasta que crezcan sus raíces, para convertirse en un árbol robusto, capaz de dar fruto.
2. Arraigados y edificados en Cristo
Para poner de relieve la importancia de la fe en la vida de los creyentes, quisiera detenerme en tres términos que san Pablo utiliza en: «Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe» (cf. Col 2, 7). Aquí podemos distinguir tres imágenes: “arraigado” evoca el árbol y las raíces que lo alimentan; “edificado” se refiere a la construcción; “firme” alude al crecimiento de la fuerza física o moral. Se trata de imágenes muy elocuentes. Antes de comentarlas, hay que señalar que en el texto original las tres expresiones, desde el punto de vista gramatical, están en pasivo: quiere decir, que es Cristo mismo quien toma la iniciativa de arraigar, edificar y hacer firmes a los creyentes.
La primera imagen es la del árbol, firmemente plantado en el suelo por medio de las raíces, que le dan estabilidad y alimento. Sin las raíces, sería llevado por el viento, y moriría. ¿Cuáles son nuestras raíces? Naturalmente, los padres, la familia y la cultura de nuestro país son un componente muy importante de nuestra identidad. La Biblia nos muestra otra más. El profeta Jeremías escribe: «Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza: será un árbol plantado junto al agua, que junto a la corriente echa raíces; cuando llegue el estío no lo sentirá, su hoja estará verde; en año de sequía no se inquieta, no deja de dar fruto» (Jer 17, 7-8). Echar raíces, para el profeta, significa volver a poner su confianza en Dios. De Él viene nuestra vida; sin Él no podríamos vivir de verdad. «Dios nos ha dado vida eterna y esta vida está en su Hijo» (1 Jn 5,11). Jesús mismo se presenta como nuestra vida (cf. Jn 14, 6). Por ello, la fe cristiana no es sólo creer en la verdad, sino sobre todo una relación personal con Jesucristo. El encuentro con el Hijo de Dios proporciona un dinamismo nuevo a toda la existencia. Cuando comenzamos a tener una relación personal con Él, Cristo nos revela nuestra identidad y, con su amistad, la vida crece y se realiza en plenitud. Existe un momento en la juventud en que cada uno se pregunta: ¿qué sentido tiene mi vida, qué finalidad, qué rumbo debo darle? Es una fase fundamental que puede turbar el ánimo, a veces durante mucho tiempo. Se piensa cuál será nuestro trabajo, las relaciones sociales que hay que establecer, qué afectos hay que desarrollar… En este contexto, vuelvo a pensar en mi juventud. En cierto modo, muy pronto tomé conciencia de que el Señor me quería sacerdote. Pero más adelante, después de la guerra, cuando en el seminario y en la universidad me dirigía hacia esa meta, tuve que reconquistar esa certeza. Tuve que preguntarme: ¿es éste de verdad mi camino? ¿Es de verdad la voluntad del Señor para mí? ¿Seré capaz de permanecerle fiel y estar totalmente a disposición de Él, a su servicio? Una decisión así también causa sufrimiento. No puede ser de otro modo. Pero después tuve la certeza: ¡así está bien! Sí, el Señor me quiere, por ello me dará también la fuerza. Escuchándole, estando con Él, llego a ser yo mismo. No cuenta la realización de mis propios deseos, sino su voluntad. Así, la vida se vuelve auténtica.
Como las raíces del árbol lo mantienen plantado firmemente en la tierra, así los cimientos dan a la casa una estabilidad perdurable. Mediante la fe, estamos arraigados en Cristo (cf. Col 2, 7), así como una casa está construida sobre los cimientos. En la historia sagrada tenemos numerosos ejemplos de santos que han edificado su vida sobre la Palabra de Dios. El primero Abrahán. Nuestro padre en la fe obedeció a Dios, que le pedía dejar la casa paterna para encaminarse a un país desconocido. «Abrahán creyó a Dios y se le contó en su haber. Y en otro pasaje se le llama “amigo de Dios”» (St 2, 23). Estar arraigados en Cristo significa responder concretamente a la llamada de Dios, fiándose de Él y poniendo en práctica su Palabra. Jesús mismo reprende a sus discípulos: «¿Por qué me llamáis: “¡Señor, Señor!”, y no hacéis lo que digo?» (Lc 6, 46). Y recurriendo a la imagen de la construcción de la casa, añade: «El que se acerca a mí, escucha mis palabras y las pone por obra… se parece a uno que edificaba una casa: cavó, ahondó y puso los cimientos sobre roca; vino una crecida, arremetió el río contra aquella casa, y no pudo tambalearla, porque estaba sólidamente construida» (Lc 6, 47-48).
Queridos amigos, construid vuestra casa sobre roca, como el hombre que “cavó y ahondó”. Intentad también vosotros acoger cada día la Palabra de Cristo. Escuchadle como al verdadero Amigo con quien compartir el camino de vuestra vida. Con Él a vuestro lado seréis capaces de afrontar con valentía y esperanza las dificultades, los problemas, también las desilusiones y los fracasos. Continuamente se os presentarán propuestas más fáciles, pero vosotros mismos os daréis cuenta de que se revelan como engañosas, no dan serenidad ni alegría. Sólo la Palabra de Dios nos muestra la auténtica senda, sólo la fe que nos ha sido transmitida es la luz que ilumina el camino. Acoged con gratitud este don espiritual que habéis recibido de vuestras familias y esforzaos por responder con responsabilidad a la llamada de Dios, convirtiéndoos en adultos en la fe. No creáis a los que os digan que no necesitáis a los demás para construir vuestra vida. Apoyaos, en cambio, en la fe de vuestros seres queridos, en la fe de la Iglesia, y agradeced al Señor el haberla recibido y haberla hecho vuestra.
3. Firmes en la fe
Estad «arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe» (cf. Col 2, 7). La carta de la cual está tomada esta invitación, fue escrita por san Pablo para responder a una necesidad concreta de los cristianos de la ciudad de Colosas. Aquella comunidad, de hecho, estaba amenazada por la influencia de ciertas tendencias culturales de la época, que apartaban a los fieles del Evangelio. Nuestro contexto cultural, queridos jóvenes, tiene numerosas analogías con el de los colosenses de entonces. En efecto, hay una fuerte corriente de pensamiento laicista que quiere apartar a Dios de la vida de las personas y la sociedad, planteando e intentando crear un “paraíso” sin Él. Pero la experiencia enseña que el mundo sin Dios se convierte en un “infierno”, donde prevalece el egoísmo, las divisiones en las familias, el odio entre las personas y los pueblos, la falta de amor, alegría y esperanza. En cambio, cuando las personas y los pueblos acogen la presencia de Dios, le adoran en verdad y escuchan su voz, se construye concretamente la civilización del amor, donde cada uno es respetado en su dignidad y crece la comunión, con los frutos que esto conlleva. Hay cristianos que se dejan seducir por el modo de pensar laicista, o son atraídos por corrientes religiosas que les alejan de la fe en Jesucristo. Otros, sin dejarse seducir por ellas, sencillamente han dejado que se enfriara su fe, con las inevitables consecuencias negativas en el plano moral.
El apóstol Pablo recuerda a los hermanos, contagiados por las ideas contrarias al Evangelio, el poder de Cristo muerto y resucitado. Este misterio es el fundamento de nuestra vida, el centro de la fe cristiana. Todas las filosofías que lo ignoran, considerándolo “necedad” (1 Co 1, 23), muestran sus límites ante las grandes preguntas presentes en el corazón del hombre. Por ello, también yo, como Sucesor del apóstol Pedro, deseo confirmaros en la fe (cf. Lc 22, 32). Creemos firmemente que Jesucristo se entregó en la Cruz para ofrecernos su amor; en su pasión, soportó nuestros sufrimientos, cargó con nuestros pecados, nos consiguió el perdón y nos reconcilió con Dios Padre, abriéndonos el camino de la vida eterna. De este modo, hemos sido liberados de lo que más atenaza nuestra vida: la esclavitud del pecado, y podemos amar a todos, incluso a los enemigos, y compartir este amor con los hermanos más pobres y en dificultad.
Queridos amigos, la cruz a menudo nos da miedo, porque parece ser la negación de la vida. En realidad, es lo contrario. Es el “sí” de Dios al hombre, la expresión máxima de su amor y la fuente de donde mana la vida eterna. De hecho, del corazón de Jesús abierto en la cruz ha brotado la vida divina, siempre disponible para quien acepta mirar al Crucificado. Por eso, quiero invitaros a acoger la cruz de Jesús, signo del amor de Dios, como fuente de vida nueva. Sin Cristo, muerto y resucitado, no hay salvación. Sólo Él puede liberar al mundo del mal y hacer crecer el Reino de la justicia, la paz y el amor, al que todos aspiramos.
4. Creer en Jesucristo sin verlo
En el Evangelio se nos describe la experiencia de fe del apóstol Tomás cuando acoge el misterio de la cruz y resurrección de Cristo. Tomás, uno de los doce apóstoles, siguió a Jesús, fue testigo directo de sus curaciones y milagros, escuchó sus palabras, vivió el desconcierto ante su muerte. En la tarde de Pascua, el Señor se aparece a los discípulos, pero Tomás no está presente, y cuando le cuentan que Jesús está vivo y se les ha aparecido, dice: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo» (Jn 20, 25).
También nosotros quisiéramos poder ver a Jesús, poder hablar con Él, sentir más intensamente aún su presencia. A muchos se les hace hoy difícil el acceso a Jesús. Muchas de las imágenes que circulan de Jesús, y que se hacen pasar por científicas, le quitan su grandeza y la singularidad de su persona. Por ello, a lo largo de mis años de estudio y meditación, fui madurando la idea de transmitir en un libro algo de mi encuentro personal con Jesús, para ayudar de alguna forma a ver, escuchar y tocar al Señor, en quien Dios nos ha salido al encuentro para darse a conocer. De hecho, Jesús mismo, apareciéndose nuevamente a los discípulos después de ocho días, dice a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino creyente» (Jn 20, 27). También para nosotros es posible tener un contacto sensible con Jesús, meter, por así decir, la mano en las señales de su Pasión, las señales de su amor. En los Sacramentos, Él se nos acerca en modo particular, se nos entrega. Queridos jóvenes, aprended a “ver”, a “encontrar” a Jesús en la Eucaristía, donde está presente y cercano hasta entregarse como alimento para nuestro camino; en el Sacramento de la Penitencia, donde el Señor manifiesta su misericordia ofreciéndonos siempre su perdón. Reconoced y servid a Jesús también en los pobres y enfermos, en los hermanos que están en dificultad y necesitan ayuda.
Entablad y cultivad un diálogo personal con Jesucristo, en la fe. Conocedle mediante la lectura de los Evangelios y del Catecismo de la Iglesia Católica; hablad con Él en la oración, confiad en Él. Nunca os traicionará. «La fe es ante todo una adhesión personal del hombre a Dios; es al mismo tiempo e inseparablemente el asentimiento libre a toda la verdad que Dios ha revelado» (Catecismo de la Iglesia Católica, 150). Así podréis adquirir una fe madura, sólida, que no se funda únicamente en un sentimiento religioso o en un vago recuerdo del catecismo de vuestra infancia. Podréis conocer a Dios y vivir auténticamente de Él, como el apóstol Tomás, cuando profesó abiertamente su fe en Jesús: «¡Señor mío y Dios mío!».
5. Sostenidos por la fe de la Iglesia, para ser testigos
En aquel momento Jesús exclama: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto» (Jn 20, 29). Pensaba en el camino de la Iglesia, fundada sobre la fe de los testigos oculares: los Apóstoles. Comprendemos ahora que nuestra fe personal en Cristo, nacida del diálogo con Él, está vinculada a la fe de la Iglesia: no somos creyentes aislados, sino que, mediante el Bautismo, somos miembros de esta gran familia, y es la fe profesada por la Iglesia la que asegura nuestra fe personal. El Credo que proclamamos cada domingo en la Eucaristía nos protege precisamente del peligro de creer en un Dios que no es el que Jesús nos ha revelado: «Cada creyente es como un eslabón en la gran cadena de los creyentes. Yo no puedo creer sin ser sostenido por la fe de los otros, y por mi fe yo contribuyo a sostener la fe de los otros» (Catecismo de la Iglesia Católica, 166). Agradezcamos siempre al Señor el don de la Iglesia; ella nos hace progresar con seguridad en la fe, que nos da la verdadera vida (cf. Jn 20, 31).
En la historia de la Iglesia, los santos y mártires han sacado de la cruz gloriosa la fuerza para ser fieles a Dios hasta la entrega de sí mismos; en la fe han encontrado la fuerza para vencer las propias debilidades y superar toda adversidad. De hecho, como dice el apóstol Juan: «¿quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?» (1 Jn 5, 5). La victoria que nace de la fe es la del amor. Cuántos cristianos han sido y son un testimonio vivo de la fuerza de la fe que se expresa en la caridad. Han sido artífices de paz, promotores de justicia, animadores de un mundo más humano, un mundo según Dios; se han comprometido en diferentes ámbitos de la vida social, con competencia y profesionalidad, contribuyendo eficazmente al bien de todos. La caridad que brota de la fe les ha llevado a dar un testimonio muy concreto, con la palabra y las obras. Cristo no es un bien sólo para nosotros mismos, sino que es el bien más precioso que tenemos que compartir con los demás. En la era de la globalización, sed testigos de la esperanza cristiana en el mundo entero: son muchos los que desean recibir esta esperanza. Ante la tumba del amigo Lázaro, muerto desde hacía cuatro días, Jesús, antes de volver a llamarlo a la vida, le dice a su hermana Marta: «Si crees, verás la gloria de Dios» (Jn 11, 40). También vosotros, si creéis, si sabéis vivir y dar cada día testimonio de vuestra fe, seréis un instrumento que ayudará a otros jóvenes como vosotros a encontrar el sentido y la alegría de la vida, que nace del encuentro con Cristo.
6. Hacia la Jornada Mundial de Madrid
Queridos amigos, os reitero la invitación a asistir a la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid. Con profunda alegría, os espero a cada uno personalmente. Cristo quiere afianzaros en la fe por medio de la Iglesia. La elección de creer en Cristo y de seguirle no es fácil. Se ve obstaculizada por nuestras infidelidades personales y por muchas voces que nos sugieren vías más fáciles. No os desaniméis, buscad más bien el apoyo de la comunidad cristiana, el apoyo de la Iglesia. A lo largo de este año, preparaos intensamente para la cita de Madrid con vuestros obispos, sacerdotes y responsables de la pastoral juvenil en las diócesis, en las comunidades parroquiales, en las asociaciones y los movimientos. La calidad de nuestro encuentro dependerá, sobre todo, de la preparación espiritual, de la oración, de la escucha en común de la Palabra de Dios y del apoyo recíproco.
Queridos jóvenes, la Iglesia cuenta con vosotros. Necesita vuestra fe viva, vuestra caridad creativa y el dinamismo de vuestra esperanza. Vuestra presencia renueva la Iglesia, la rejuvenece y le da un nuevo impulso. Por ello, las Jornadas Mundiales de la Juventud son una gracia no sólo para vosotros, sino para todo el Pueblo de Dios. La Iglesia en España se está preparando intensamente para acogeros y vivir la experiencia gozosa de la fe. Agradezco a las diócesis, las parroquias, los santuarios, las comunidades religiosas, las asociaciones y los movimientos eclesiales, que están trabajando con generosidad en la preparación de este evento. El Señor no dejará de bendecirles. Que la Virgen María acompañe este camino de preparación. Ella, al anuncio del Ángel, acogió con fe la Palabra de Dios; con fe consintió que la obra de Dios se cumpliera en ella. Pronunciando su “fiat”, su “sí”, recibió el don de una caridad inmensa, que la impulsó a entregarse enteramente a Dios. Que Ella interceda por todos vosotros, para que en la próxima Jornada Mundial podáis crecer en la fe y en el amor. Os aseguro mi recuerdo paterno en la oración y os bendigo de corazón.
Vaticano, 6 de agosto de 2010, Fiesta de la Transfiguración del Señor.
BENEDICTUS PP. XVI

jueves, 2 de septiembre de 2010

Reflexión


… Y EL MAÑANA

“Si el mañana fuera hoy, el mundo avanzaría”.

El mundo avanza aun cuando nosotros no queramos. El minutero del reloj camina con la misma velocidad de cada día, aunque existen ocasiones en que el tiempo se nos hace eterno, o por el contrario, que avanza a una velocidad descomunal.

Con respecto al tiempo ocurre un fenómeno que no deja de sorprenderme cada vez que caigo en cuenta de que muchas personas lo viven. Lo llamaré el “anhelo del fin de semana”. Dicha situación ocurre cotidianamente y sucede cuando, al inicio de la semana, ya queremos que llegue el sábado; o cuando regresamos a trabajar, ya deseamos las próximas vacaciones; o simplemente, cuando apenas estamos empezando nuestras labores, ya estamos desesperados porque el día acabe para poder descansar.

Es lógico que el ser humano se canse y mucho más lógico que necesitemos descansar como parte de nuestro propio desarrollo saludable. Sin embargo, millones de personas viven deseando algo que aún no llega, y todavía peor, cuando éste llega, no saben siquiera qué hacer con el tiempo libre que ahora tienen. Ya Viktor Frankl le llamó a este vacío de no saber qué hacer cuando el tiempo libre sobra la “neurosis del domingo”.

¿Pero por qué perseguimos con un afán desenfrenado los momentos de descanso? Una razón puede ser nuestra cultura del confort. Esa cultura que nos rodea día con día y que nos alcanza con frases como “¡no trabajes más!”, “la vida es un placer”, “gana mucho dinero sin esforzarte”, “disfruta de unas vacaciones eternas”, entre muchas otras. Este estilo de vida, aunque es una meta de millones de personas, no siempre resulta la más reconfortante. ¿O acaso realmente serán más felices los que no ocupan su tiempo en actividades productivas?

Otra razón por la cual aborrecemos el trabajo proviene de la concepción que el trabajo ha tenido a través de la historia. Hay que traer a nuestra mente la expulsión del paraíso donde Dios le dijo a Adán: “por haber escuchado a tu mujer y haber comido del árbol del que Yo te había prohibido comer, maldita sea la tierra por tu causa. Con fatiga sacarás de ella el alimento por todos los días de tu vida” (Gen, 3, 17). A partir de esta sentencia, el trabajo se ha venido entendiendo como un mal que hay que realizar, una carga necesaria para poder obtener lo necesario para subsistir. A lo largo del tiempo, en nuestro inconsciente colectivo – trayendo a colación a Jung – el trabajo se percibe como tal, como un castigo. Sin embargo, se pierde de vista que es una de las más grandes oportunidades de la mujer y del hombre de poder trascender por medio de la productividad, así como también, ayuda a la formación de valores y del carácter.

Una razón más, la podremos encontrar en la sensación de despersonalización que día con día, por desgracia, se acrecienta en el mundo. Ya no nos sentimos seres individuales, sino que formamos parte de una colectividad. Ya no soy María, José, Guadalupe o Pedro, sino que soy el empleado de tal empresa, soy el socio del tal otro, pertenezco al tal estrato socioeconómico. Al no sentirnos seres individuales, somos incapaces de tomar nuestras propias decisiones y seguimos, como borregos, los anhelos de la colectividad. En el momento que empiezas a apreciar tu trabajo, los demás te envidian, te hacen burla, te echan tierra… porque es imposible que alguien, tú, puedas sentirte feliz y satisfecho, con lo que realizas.

Y claro, la razón más obvio, la incapacidad para vivir el presente. Preferimos huir refugiándonos, para bien o para mal, en el pasado y/o en el futuro. Ya no se vive en el “hoy y ahora”, sino en el ayer o el mañana. El presente se nos hace cada vez más difícil y optamos por escindirnos de esta realidad. Es verdad, la situación actual es sumamente complicada, pero no imposible. Siempre y cuando nos mantengamos con la frente en alto, con la valentía y la fortaleza necesaria, prácticamente todo es posible. Y claro, siempre de la mano del Ser o seres más amados.

El mañana aún no llega, pero es necesario construirlo a partir de hoy. Y el hoy se construye, única y exclusivamente, viviendo y esforzándonos en el presente.

Ten un feliz día y disfruta cada minuto al máximo.

Edgardo Flores Herrera

martes, 31 de agosto de 2010

Obispos argentinos analizan su estrategia ante el “matrimonio” homosexual

Concluye la reunión de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal
BUENOS AIRES, jueves, 19 de agosto de 2010 (ZENIT.org).- La reunión de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Argentina, que preside el cardenal Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, terminó este jueves, tras tres días de sesiones dominadas por el intercambio de opiniones sobre la estrategia seguida para oponerse a la ley de "matrimonio" entre personas del mismo sexo.

En la sede episcopal de Suipacha 1032, en el barrio porteño de Retiro, una veintena de obispos presidentes de comisiones episcopales y de las regiones pastorales analizaron cuestiones estatutarias, escucharon informes de diversas comisiones y avanzaron en la puesta en práctica de la Misión Continental en las diócesis del país, entre otras cuestiones inherentes al quehacer pastoral de la Iglesia.
Asimismo, prepararon el temario de la próxima reunión de la 100ª Asamblea Plenaria, por realizarse entre el lunes 8 y sábado 13 de noviembre en la casa de ejercicios El Cenáculo - La Montonera, de Pilar.

En este marco, el portavoz episcopal, presbítero Jorge Oesterheld, según informa la agencia AICA, transmitió la preocupación de la Iglesia por el impacto que la ley de "matrimonio" entre personas del mismo sexo tendrá en la educación de las futuras generaciones de los argentinos, ya que el Estado reconoce, a partir de la normativa, una nueva concepción de familia.
"La vigencia de la ley plantea renovados desafíos, como la forma de afrontar esta nueva realidad en la educación, particularmente en los colegios católicos, con los docentes y con los alumnos. Y también cómo manejar el tema en las propias familias católicas", indicó.

Informe de comisiones episcopales
La Comisión Episcopal de Ayuda a las Regiones Más Necesitadas, que preside monseñor Adolfo Uriona, obispo de Añatuya, anticipó los alcances que tendrá la colecta nacional Más por Menos, prevista para los días 11 y 12 de setiembre con el lema "Construyamos una historia sin excluidos".

A su turno, la Comisión Episcopal de Pastoral Social, que preside monseñor Jorge Casaretto, obispo de San Isidro, dio detalles de los preparativos para el Encuentro Nacional Repensando la Política que se realizará del 17 al 19 de septiembre en la ciudad de Río Cuarto, provincia de Córdoba, con el objetivo de realizar propuestas para recuperar la política como servicio a la vida, a la familia, a los más pobres y excluidos, a la sociedad, a la cultura y al desarrollo integral de "toda la persona y de todas las personas".

También presentó el Primer Congreso Nacional de la Doctrina Social de la Iglesia, que se realizará en la arquidiócesis de Rosario en 2011, cuyo objetivo será seguir promoviendo la prioridad del Bicentenario 2010-2016: erradicar la pobreza y generar el desarrollo integral.

La Comisión Episcopal de Catequesis y Pastoral Bíblica, cuyo responsable es monseñor Luis Eichhorn, obispo de Morón, informó sobre los preparativos para el III Congreso Catequístico Nacional (III CCN Morón 2012), con el lema "Anticipar la Aurora: construir la esperanza"

miércoles, 25 de agosto de 2010

El Joven Ateo

El Joven Ateo

Hace unos 14 años, estaba revisando el registro de mis estudiantes universitarios para la sesión de apertura de mi clase sobre teología de la fe. Ese fue el primer día que vi a Tommy. Estaba peinando su largo cabello rubio, que colgaba 15 centímetros por debajo de sus hombros. Sé que lo que está dentro de la cabeza, no sobre ella, es lo que cuenta; pero en ese tiempo yo no estaba preparado para Tommy, así que lo catalogué como problemático, muy problemático.

Tommy resultó ser el ateo residente de mi curso. Constantemente objetaba o se burlaba de la posibilidad de un Dios que amaba incondicionalmente. Así todo, vivimos en una paz relativa  durante un semestre, aunque a veces era un dolor de cabeza.


Al final del curso, cuando entregó su examen, me preguntó en un tono un poco cínico: 

-¿Cree usted que encontraré a Dios alguna vez?

Me decidí por un poco de terapia de choque.


-¡No!, dije enfáticamente.
-¡Ah! -respondió -pensé que ése era el producto que estaba usted vendiendo.


Lo dejé dar cinco pasos hacia la puerta y luego lo llamé:


-Tommy. ¡No creo que lo encuentres nunca, pero estoy seguro de que Él te encontrará a ti!
Tommy simplemente se encogió de hombros y se fue. Me sentí un poco desilusionado de que no hubiera recibido mi hábil mensaje.

Un tiempo después de su graduación me llegó un informe triste: Tommy tenía cáncer terminal. 
Antes de que yo pudiera buscarlo, él vino a mí. Cuando entró en mi oficina, su cuerpo estaba muy deteriorado y su largo cabello se había caído a causa de la quimioterapia. Pero sus ojos eran brillantes y su voz firme como nunca lo había escuchado. 
- Tommy, he pensado mucho en ti. Supe que estás enfermo, le dije.
- Sí, muy enfermo, profesor. Tengo cáncer. Es cuestión de semanas.
- ¿Puedes hablar de ello?
- Seguro, ¿qué le gustaría saber?
- ¿Qué se siente saber que tienes 24 y te estás muriendo?
- ¡Bueno, podría ser peor!
- ¿Como qué?
- Bueno, como tener 50 años y no tener valores o ideales. Como tener 50 años y pensar que beber, seducir mujeres y hacer dinero son las cosas más importantes en la vida...

Pero vine a verlo realmente por algo que me dijo el último día de clase. Le pregunté si usted pensaba que alguna vez encontraría a Dios y usted me dijo que no, lo cual me sorprendió. Luego me dijo: "Pero Él te encontrará a ti". Pensé mucho en eso, aunque mi búsqueda no fue para nada intensa entonces. Pero cuando los doctores quitaron un bulto de mi ingle y me dijeron que era maligno, tomé muy en serio localizar a Dios. Y cuando la malignidad se diseminó a mis órganos vitales, comencé realmente a golpear las puertas del cielo. Pero nada sucedió. 
Bien, un día me desperté y, en lugar de lanzar más peticiones inútiles a un Dios que puede o no existir, simplemente me di por vencido. No me importaba Dios ni la otra vida ni nada por el estilo. 
Decidí entonces pasar el tiempo que me queda, haciendo algo más provechoso. Pensé en usted y en algo que había dicho en una de sus conferencias: "La tristeza esencial es ir por la vida sin amar. Pero sería igualmente triste dejar este mundo sin decirles a los que amas que los has amado".  
Así que empecé con el más difícil de todos: mi padre. Estaba él leyendo el periódico cuando me acerqué y le dije: 
-Papá, me gustaría hablar contigo.
-Bien, habla, contestó.
-Quiero decirte que esto es importante para mi, papá.


Bajó su periódico lentamente como unos 10 centímetros y me preguntó:


-¿De qué se trata?
-Papá, te quiero. Simplemente quería que lo supieras.
Tommy sonrió y dijo con evidente satisfacción, como si sintiera que una alegría cálida  y secreta surgiera dentro de él:


-El periódico cayó al piso. Entonces, mi padre hizo dos cosas que no recordaba que hubiera hecho antes. Lloró y me abrazó. Y hablamos toda la noche, aunque él tenía que trabajar al día siguiente. Fue más fácil con mi mamá y mi hermanito. También lloraron conmigo y nos abrazamos y compartimos cosas que habíamos guardado en secreto por muchos años.  Sólo sentí haber esperado tanto tiempo. Aquí estaba yo, a la sombra de la muerte, y apenas comenzaba a sincerarme con las persona que estaban cerca de mí.

De pronto, un día Dios ya estaba allí. No vino a mí cuando se lo supliqué.  Aparentemente, Dios hace las cosas a Su manera y en Su momento. Lo importante es que usted tenía razón. Él me encontró aunque yo había dejado de buscarlo.

-Tommy -respondí-, creo que estás diciendo algo muy profundo. Estás diciendo que la manera más segura de encontrar a Dios no es tratando de convertirlo en una propiedad privada sino abriéndose al amor...  Tommy, ¿podrías hacerme un favor?.  ¿Vendrías a mi clase de teología de la fe a decir a mis estudiantes lo que me acabas de contar?
Aunque programamos una fecha, no pudo lograrlo. Por supuesto, su vida no terminó realmente con su muerte, sólo cambió. Dio el gran paso de la fe a la visión.  Encontró una vida mucho más hermosa de lo que el ojo del hombre ha visto nunca, o la mente del hombre ha imaginado jamás.
Antes de que muriera, hablamos por última vez:

-No voy a poder ir a su clase, me dijo.
-Lo sé, Tommy.
-¿Se lo dirá usted a todos por mí?. ¿Se lo dirá a todo el mundo por mí?
-Lo haré, Tommy. Se lo diré.

¿SE LO DIRÁS TU?  A todos los que viven cerca de tí, en tu casa, en tu trabajo...

(Desconozco el autor)

lunes, 23 de agosto de 2010

PARA LOS CATEQUISTAS

BUENOS AIRES, domingo, 22 de agosto de 2010 (ZENIT.org).
-El arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina, cardenal Jorge Mario Bergoglio, aprovechó la festividad de San Pío X y la celebración del Día del Catequista para agradecer "la entrega silenciosa y comprometida en el ministerio de la Catequesis".

El purpurado porteño destacó el momento especial que vive la Catequesis en la Argentina a raíz de la preparación al III Congreso Catequístico Nacional, por realizarse en 2012 en la diócesis de Morón con el lema "Anticipar la aurora, construir la esperanza".

Tras pedirle al Señor que "rejuvenezca" a los catequistas con su gracia, recordó, citando el Documento de Aparecida, que "la renovación de la pastoral y de la catequesis no dependerá "de grandes programas y estructuras, sino de hombres y mujeres nuevos que encarnen dicha tradición y novedad, como discípulos de Jesucristo y misioneros de su Reino".

"En nuestra tarea evangelizadora Dios nos pide que acompañemos a un pueblo que camina en la fe. Por eso el Señor nos regala rostros, historias y búsquedas... Y siempre nos hace bien recordar que ese niño, joven o adulto que Dios pone en nuestro camino, no son vasijas que debemos llenar de contenidos o personas que debemos conquistar. El Señor ya habita en sus corazones, ya que El siempre nos precede, nos ‘primerea'", subrayó en una carta a los catequistas.

El primado precisó que "nuestra tarea será simplemente ¡y nada menos! ayudar a develar, a explicitar la Presencia de Aquél que ya está y tiene el poder de hacer plena toda vida. Misión hermosa, ministerio de la Palabra que los catequistas realizan ininterrumpidamente desde hace casi dos mil años. Servicio eclesial que reconoce muchas formas y diversos lugares", y los animó a  que "no dejen de estar al servicio del santo pueblo fiel de Dios."

El purpurado enumeró, además, cuáles son las necesidades de ese pueblo fiel:

"Un pueblo que necesita de testigos antes que maestros. Hagan que la catequesis sea transversalmente kerygmática, para que el proceso y maduración de la fe tengan la frescura del encuentro con Aquél que, a través de la Iniciación Cristiana, te consolida como discípulo misionero.

"Un pueblo del cual ustedes y yo formamos parte y con el cual, gracias al Bautismo, nos reconocemos familia y nos descubrimos hermanados en Jesús y sanados de toda herida de orfandad.

     "Un pueblo cuya vida transcurre en esta querida ciudad que habitamos, cuyo río muchas veces no supimos cuidar pero nos da identidad de ‘porteños'. Ciudad de Buenos Aires, autónoma y dependiente al mismo tiempo, con mucho de Corinto en sus luces y en sus sombras.

     "Un pueblo y una ciudad que tienen fe y se palpa en su diario caminar. Rica en sus numerosos santuarios y en esos altarcitos familiares que, paradójicamente, son más frecuentes en los barrios para algunos mirados simplonamente como marginales o descartables.

     "Un pueblo y una ciudad necesitados de cercanía, para que ‘lo macro' y el anonimato no maten la historia mínima que, por ser humana y cristiana, se hace historia y tierra sagrada.

     "Un pueblo y una ciudad amenazados como nunca por una cultura cada vez más pagana, que se enorgullece de su amnesia y nos pretende imponer a un Dios destilado, trascendente pero dentro de los límites de la inmanencia... siempre a nuestra mano para ser usado como un instrumento más del consumismo que nos agobia.

     "Un pueblo y una ciudad que te necesitan más que nunca para que en Buenos Aires la trasmisión de la fe siga provocando encuentro y fiesta.

     El cardenal Bergoglio sostuvo que "para que la frescura del niño rezando a la noche y el tesoro de sabiduría de nuestros mayores le den a nuestra ciudad ‘buenos aires', aires de trascendencia que provienen del cielo pero hacen habitable la tierra. Porque sin trascendencia, seremos dominados por lo intrascendente. No ha de extrañarnos que, contaminados los aires, también la naturaleza humana se torne biodegradable en nuestra ciudad".

     El arzobispo insistió en que "justamente por esto tu pueblo y tu ciudad te necesitan más que nunca catequista. Alegre, comprometido, renovado en tu fervor. Haciendo presente ese estilo de Iglesia misionera que sabe de fragilidades -propias y ajenas- y por eso sale, escucha, abraza, acompaña".

     "¡No te canses de sembrar! Y en este año del Bicentenario, me animo a proponerte que te acerques como peregrino a la parroquia de Nuestra Señora de la Piedad. Y ante la tumba de la Madre Antula, pedile para vos, para mí y para cada uno de los catequistas de esta bendita ciudad, su grandeza y su fortaleza. Suplicale la gracia de poder acompañar y cuidar la fe de nuestro pueblo fiel como ella lo supo hacer tres siglos atrás, en circunstancias también difíciles como las actuales. Será una manera de ‘anticipar la aurora, y construir la esperanza'", concluyó citando el lema del III Congreso Catequístico Nacional.

sábado, 10 de julio de 2010

La Felicidad

Mi nombre es Felicidad
Yo soy parte de la vida de aquellos que tienen amigos, porque tener amigos es ser Feliz.

Yo soy parte de la vida de aquellos que viven rodeados por personas como usted, pues vivir así es ser Feliz.


Yo soy parte de la vida de aquellos que creen que ayer es pasado, mañana es futuro y hoy es un regalo, que por eso es llamado presente.


Formo parte de la vida de aquellos que creen en la fuerza del Amor, que creen que para una historia bonita no hay punto final.


Yo estoy casada ¿sabían?  Estoy casada con el Tiempo.  


Él es responsable de la solución de todos los problemas.


Él reconstruye los corazones, él cura lastimaduras, él vence la Tristeza...


Juntos, el Tiempo y yo, tuvimos tres hijos: La Amistad, la Sabiduría, y el Amor.


La Amistad es la hija mayor. Una muchacha linda, sincera, alegre. Ella brilla como el sol.  


La Amistad une a las personas, nunca pretende herir, siempre consolar.


La del medio es la Sabiduría, culta, íntegra, siempre fue la mas apegada al padre, el Tiempo.  La Sabiduría y el Tiempo andan siempre juntos.


El menor es el Amor. ¡Ah! cuánto trabajo me da!  Es terco, a veces solo quiere vivir en un lugar...


Yo vivo diciéndole:


Amor, usted fue hecho para vivir en dos corazones, no en uno.


El Amor es complejo, pero es lindo, muy lindo.


Cuando el comienza a hacer estragos y perjuicios yo llamo a su padre, y pronto el Tiempo sale a cerrar todas las heridas que el Amor abrió.


Una persona muy importante me enseñó una cosa:


Todo final siempre es verdadero, si todavía, no conoce su verdad es porque no ha llegado el final.


Por eso,  me atrevo a pedirle algo: crea siempre en mi familia.


Crea en el Tiempo, en la Amistad, en la Sabiduría y, principalmente en el Amor.


Y con seguridad un día, yo, la Felicidad, golpearé a su puerta.


Tengan Tiempo para los Sueños...


Ellos conducen en su carruaje hacia las Estrellas.

 Jorge Bucay.

jueves, 8 de julio de 2010

Apoyo a senadores argentinos que rechazaron el “matrimonio” homosexual
Comunicado de Familias Argentinas
BUENOS AIRES, miércoles 7 de julio de 2010 (ZENIT.org).- La organización Familias Argentinas, que prepara una marcha al Congreso de la Nación para el martes 13 de julio, valoró este miércoles "el coraje republicano de los senadores de la Comisión de Legislación General que votaron el dictamen de la mayoría rechazando el proyecto de ley en revisión sobre la inclusión del matrimonio conformado por parejas del mismo sexo".
Este martes el proyecto de ley para modificar el Código Civil a fin de permitir este tipo de uniones, con sanción en Diputados, fracasó en su intento de conseguir la aprobación de la mayoría en la Comisión de Legislación General del Senado.

La iniciativa sólo alcanzó 6 votos de los 15 totales. El resto de los senadores firmó el dictamen en contra del proyecto y apoyó otro para impulsar la unión civil sin adopción, que ahora tendrá prioridad en la sesión del 14 de julio.
"Valoramos mucho que a pesar de las presiones recibidas hayan sido fieles al deseo mayoritario de sus co-provincianos y nos comprometemos con ellos y con los demás senadores que tienen la misma intención de preservar el Matrimonio entre varón y mujer a seguir brindándoles nuestro apoyo ciudadano", subraya Familias Argentinas en un comunicado difundido por la agencia de noticias AICA.

martes, 6 de julio de 2010

Benedicto XVI

SULMONA, lunes 5 de julio de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación la transcripción realizada por Radio Vaticano del discurso del Papa Benedicto XVI a los jóvenes en la catedral de Sulmona, durante su visita apostólica a esta ciudad italiana, ayer domingo 4 de julio.

¡Queridos jóvenes!
¡Ante todo quiero deciros que estoy muy contento de encontraros! Doy las gracias a Dios por esta posibilidad que me ofrece de permanecer un poco con vosotros, como un padre de familia, junto con vuestro obispo y vuestros sacerdotes. ¡Os doy las gracias por el afecto que me manifestáis con tanto calor! Pero os doy las gracias también por lo que me habéis dicho, a través de vuestros dos “portavoces”, Francesca y Cristian. Me habéis hecho preguntas, con mucha franqueza, y, al mismo tiempo, habéis demostrado tener puntos firmes, convicciones. Esto es muy importante. Sois chicos y chicas que reflexionan, que se preguntan, y que tienen también el sentido de la verdad y del bien. Es decir, sabéis usar la mente y el corazón, ¡y esto no es poco! Al contrario, diría que es lo principal en este mundo: aprender a usar bien la inteligencia y la sabiduría que Dios nos ha dado. La gente de esta tierra vuestra, en el pasado, no tenía muchos medios para estudiar, ni tampoco para afirmarse en la sociedad, pero poseía lo que hace verdaderamente rico a un hombre y una mujer: la fe y los valores morales. ¡Esto es lo que construye a las personas y la convivencia civil!
De vuestras palabras surgen dos aspectos fundamentales: uno positivo y uno negativo. El aspecto positivo viene desde vuestra visión cristiana de la vida, una educación que evidentemente habéis recibido de los padres, de los abuelos, de los demás educadores: sacerdotes, profesores, catequistas. El aspecto negativo está en las sombras que oscurecen vuestro horizonte: son los problemas concretos, que hacen difícil mirar al futuro con serenidad y optimismo; pero son también los valores falsos y los modelos ilusorios, que nos vienen propuestos y que prometen llenar la vida, mientras que en cambio la vacían. ¿Qué hacer, entonces, para que estas sombras no lleguen a ser demasiado pesadas? ¡Ante todo, veo que sois jóvenes con una buena memoria! Sí, me ha impresionado el hecho de que hayáis recordado frases que pronuncié en Sydney, en Australia, durante la Jornada Mundial de la Juventud de 2008. Y también habéis recordado que las JMJ nacieron hace 25 años. Pero sobre todo habéis demostrado tener una memoria histórica ligada a vuestra tierra: me habéis hablado de un personaje nacido hace ocho siglos, san Pedro Celestino V, ¡y habéis dicho que lo consideráis aún muy actual! Véis, queridos amigos, de esta forma, tenéis, como se suele decir, “un talento de más”. Sí, la memoria histórica es verdaderamente un “talento más” en la vida, porque sin memoria no hay futuro. ¡Una vez se decía que la historia es maestra de vida! La cultura consumista actual tiende en cambio a aplanar al hombre en el presente, a hacerle perder el sentido del pasado, de la historia; pero haciendo así le priva también de la capacidad de comprenderse a sí mismo, de percibir los problemas, y de construir el mañana. Por tanto, queridos y queridas jóvenes, quiero deciros: el cristiano es uno que tiene buena memoria, que ama la historia e intenta conocerla.
Por esto os doy las gracias, porque me habláis de san Pedro del Morrone, Celestino V, y sois capaces de valorar su experiencia hoy, en un mundo tan distinto, pero percisamente por esto necesitado de redescubrir algo que valga siempre, que sea perenne, como por ejemplo la capacidad de escuchar a Dios en el silencio exterior y sobre todo interior. Hace poco me habéis preguntado: ¿cómo se puede reconocer la llamada de Dios? Y bien, el secreto de la vocación está en la capacidad y en la alegría de distinguir, escuchar y seguir su voz. Pero para hacer esto, es necesario acostumbrar nuestro corazón a reconocer al Señor, a sentirle como una Persona que está cerca de mí y me ama. Como dije esta mañana, es importante aprender a vivir momentos de silencio interior en el día a día para ser capaces de escuchar la voz del Señor. Estad seguros de que si uno aprende a escuchar esta voz y a seguirla con generosidad, no tiene miedo de nada, sabe y siente que Dios está con él, con ella, que es Amigo, Padre y Hermano. Dicho en una palabra: el secreto de la vocación está en la relación con Dios, en la oración que crece precisamente en el silencio interior, en la capacidad de escuchar que Dios está cerca. Y esto es verdad tanto antes de la decisión, en el momento, es decir, de decidir y de partir, como después, si se quiere ser fieles y perseverar en el camino. San Pedro Celestino fue ante todo esto: un hombre de escucha, de silencio interior, un hombre de oración, un hombre de Dios. Queridos jóvenes: encontrad siempre un espacio en vuestras jornadas para Dios, ¡para escucharle y hablarle!
Y aquí, quisiera deciros una segunda cosa: la verdadera oración no es de hecho extraña a la realidad. Si rezar os alienara, os quitase de vuestra vida real, estad en guardia: ¡no sería verdadera oración! Al contrario, el dialogo con Dios es garantía de verdad, de verdad consigo mismo y con los demás, y por tantode libertad. Estar con Dios, escuchar su Palabra, en el Evangelio, en la liturgia de la Iglesia, defiende de las fascinaciones del orgullo y de la presunción, de las modas y de los conformismos, y da la fuerza de ser verdaderamente libres, incluso de ciertas tentaciones enmascaradas de cosas buenas. Me habéis preguntado: ¿cómo podemos estar en el mundo sin ser del mundo? Os respondo: precisamente gracias a la oración, al contacto personal con Dios. No se trata de multiplicar las palabras – ya lo decía Jesús –, sino de estar en la presencia de Dios, haciendo propias, en la mente y en el corazón, las frases del “Padre Nuestro”, que abraza todos los problemas de nuestra vida, o también adorando la Eucaristía, meditando el Evangelio en nuestra habitación, o participando con recogimiento en la liturgia. Todo esto no separa de la vida, sino que ayuda a ser verdaderamente uno mismo en todo ambiente, fieles a la voz de Dios que habla a la conciencia, libres de los condicionamientos del momento. Así fue para san Celestino V: él supo siempre actuar según su consciencia en obediencia a Dios, y por ello sin miedo y con gran valor, también en los momentos difíciles, como los relacionados con su breve Pontificado, no temiendo perder su propia dignidad, sino sabiendo que ésta consiste en estar en la verdad. Y el garante de la verdad es Dios. Quien le sigue no tiene miedo ni siquiera de renunciar a sí mismo, a su propia idea, porque “quien tiene a Dios, nada le falta”, como decía santa Teresa de Ávila.
¡Queridos amigos! La fe y la oración no resuelven los problemas, pero permiten afrontarlos con una luz y una fuerza nueva, de una forma digna del hombre, y también de forma más serena y eficaz. Si miramos a la historia de la Iglesia veremos que es rica en figuras de santos y beatos que, precisamente partiendo de un diálogo intenso y constante con Dios, iluminados por la fe, supieron encontrar soluciones creativas, siempre nuevas, para responder a las necesidades humanas concretas en todos los siglos: la salud, la instrucción, el trabajo, etc. Su arrojo estaba animado por el Espíritu Santo y por una amor fuerte y generoso por los hermanos, especialmente por los más débiles y desfavorecidos. ¡Queridos jóvenes! ¡Dejáos conquistar totalmente por Cristo! ¡Poneos también vosotros, con decisión, sobre el camino de la santidad, es decir, de estar en contacto, en conformidad con Dios – camino que está abierto a todos – porque esto os hará ser también más creativos en buscar soluciones a los problemas que encontráis, y en buscarlos juntos! He aquí otro signo distintivo del cristiano: nunca es un individualista. Quizás me diréis: pero si miramos, por ejemplo, a san Pedro Celestino, en la elección de la vida eremítica ¿no era quizás individualismo, fuga de las responsabilidades? Cierto, esta tentación existe. Pero en las experiencias aprobadas por la Iglesia, la vida solitaria de oración y de penitencia está siempre al servicio de la comunidad, abre a los demás, nunca está en contraposición con las necesidades de la comunidad. Los eremitorios y monasterios son oasis y manantiales de vida espiritual de donde todos pueden beber. El monje no vive para sí mismo, sino para los demás, y es por el bien de la Iglesia y de la sociedad por lo que cultiva la vida contemplativa, para que la Iglesia y la sociedad puedan estar siempre regadas por energías nuevas, por la acción del Señor. ¡Queridos jóvenes! ¡Amad a vuestras comunidades cristianas, no tengáis miedo de comprometeros en vivir juntos la experiencia de fe! ¡Quered mucho a la Iglesia: os ha dado la fe, os ha hecho conocer a Cristo! Y quered mucho a vuetsro obispo, a vuestros sacerdotes: con todas nuestras debilidades, los sacerdotes ¡son presencias preciosas en la vida!
El joven rico del Evangelio, después de que Jesús le propuso dejar todo y seguirle – como sabemos – se fue de allí triste, poque estaba demasiado apegado a sus bienes (cfr Mt 19,22). ¡Yo en cambio leo en vosotros la alegría! Y también este es un signo de que sois cristianos: que para vosotros Jesucristo vale mucho, aunque sea comprometido seguirle, vale más que cualquier cosa. Habéis creído que Dios es la perla preciosa que da valor a todo lo demás: en la familia, en el estudio, en el trabajo, en el amor humano... en la vida misma. Habéis comprendido que Dios no os quita nada, sino que os da el ciento por uno y hace eterna vuestra vida, porque Dios es Amor infinito: el único que sacia nuestro corazón. Me gustaría recordar la experiencia de san Agustín, un joven que buscó con gran dificultad, durante mucho tiempo, fuera de Dios, algo que saciase su sed de verdad y de felicidad. Pero al final de este camino de búsqueda ha comprendido que nuestro corazón está sin paz mientras que no encuentre a Dios, mientras no repose en Él (cfr Las Confesiones 1,1). ¡Queridos jóvenes! ¡Conservad vuestro entusiasmo, vuestra alegría, la que nace de haber encontrado al Señor, y sabed comunicarla también a vuestros amigos, a vuestros coetáneos! ¡Ahora debo irme y debo decir que siento mucho dejaros! ¡Con vosotros siento que la Iglesia es joven! Pero me voy contento, como un padre que está sereno porque ha visto que los hijos están creciendo y están creciendo bien. ¡Caminad, queridos chicos y queridas chicas! Caminad en el camino del Evangelio; amad a la Iglesia, nuestra madre; sed sencillos y puros de corazón; sed humildes y generosos. Os confío a todos a vuestros santos patronos, a san Pedro Celestino y sobre todo a la Virgen María, y con gran afecto os bendigo. Amén.
[Traducción de la versión publicada por Radio Vaticano por Inma Álvarez]