viernes, 21 de diciembre de 2012

El cura Brochero será Beatificado


El cura Brochero será beatificado
Tras la aprobación de un milagro, podría ser proclamado beato a fines de 2013
CIUDAD DEL VATICANO, jueves 20 diciembre 2012 (ZENIT.org).- Benedicto XVI aprobó esta mañana la promulgación del decreto sobre el milagro atribuído al venerable José Gabriel del Rosario Brochero, sacerdote cordobés que vivió entre 1840 y 1914. Con ello, se abre la vía a la beatificación, que se espera tenga lugar hacia fines de 2013.
La noticia se dio a conocer tras recibir el santo padre en audiencia al cardenal Ángelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos.
Durante la mañana, el papa aprobó también la promulgación del decreto sobre las virtudes del papa Pablo VI, Giovanni Battista Montini. En el mismo documento se aprueban los martirios y milagros atribuidos a diversos cristianos ya elevados a la gloria de los altares o en camino a la canonización.
El proceso de canonización del conocido popularmente como "cura Brochero" se inició en la década de los 60 del siglo XX. La certeza de la beatificación quedó sellada despues que una junta médica convocada por el Vaticano llegara a la conclusión que la recuperación de un niño, tras un accidente de tráfico, excedió la explicación científica. "Siete médicos dijeron que la curación del nene fue milagrosa", explicó en una entrevista monseñor Santiago Olivera, obispo de Cruz del Eje y delegado episcopal para las Causas de los Santos en la Argentina. 
Tras conocer el informe de los profesionales de la salud, los teólogos de la Santa Sede votaron en forma positiva, sin elevar objeción al presunto milagro. Así, la Congregación de las Causas de los Santos entregó meses atrás su veredicto al Papa, a la espera de la firma del decreto de beatificación.
Brochero, discípulo misionero de Jesucristo
Nació el 16 de Marzo de 1840 en un paraje llamado “Carreta Quemada” en las cercanías de Santa Rosa del Río Primero, provincia de Córdoba, siendo bautizado al otro día de su nacimiento en la parroquia de Santa Rosa. A los 16 años entró en el Seminario Mayor de Córdoba “Nuestra Señora de Loreto”, donde recibió su formación sacerdotal, y en las aulas de la Universidad de Córdoba cursó sus estudios filosóficos y teológicos. Fue ordenado presbítero el 4 de noviembre de 1866 por el obispo José Vicente Ramírez de Arellano y dijo su Primera Misa en la Capilla del Seminario en la festividad de Nuestra Señora de Loreto. Fue nombrado prefecto de Estudios del Seminario e inició su vida pastoral en la catedral de Córdoba. En 1869, se recibió de Maestro en Filosofía por la Universidad y en noviembre de 1869 el obispo lo destinó a Traslasierra a hacerse cargo del Curato de San Alberto. Más tarde es nombrado Párroco de Villa del Tránsito, actualmente Villa Cura Brochero, desde donde desplegó su intenso ministerio pastoral. Murió leproso y ciego en esa Villa el 26 de enero 1914, a los 74 años de edad.
Un rasgo típico de su vida sacerdotal fue la presentación del Evangelio mediante un lenguaje vívido y cercano a la comprensión de la gente sencilla. Su preocupación estuvo en iluminar la vida de sus fieles a partir de la Palabra de Dios no de forma general y abstracta sino aplicada a las circunstancias concretas de la vida. Durante sus cabalgatas y viajes se entregaba también a la oración silenciosa y continua de donde más tarde brotaría su predicación. Sus ratos largos orando delante de la Eucaristía como así también su amor y devoción a la Virgen María, le dieron esa profundidad que es propia de la palabra que brota de la contemplación y que luego se expande en la acción apostólica. Convencido de que los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola eran un medio excelente para llevar a sus fieles a Dios, se convirtió en un gran propulsor de los mismos. A tal fin construyó con sus fieles una Casa de Ejercicios en donde llegaron a darse tandas hasta de 800 participantes cuyo fruto más notable e importante fue el cambio de vida de muchísimos hombres y mujeres. Estos "baños del alma", como denominaba a los Ejercicios Espirituales ignacianos, le llevó a predicarlos también en otras partes del país (Santiago del Estero, Tucumán) y a los presos de la Penitenciaría de Córdoba . 
En cada una de las etapas de su vida sacerdotal, el Cura Brochero se interesó también por el desarrollo socioeconómico de sus fieles, la enseñanza, los caminos, el ferrocarril. Su corazón sacerdotal se volcó siempre en el servicio hacia los más necesitados. Por esta razón, estuvo dispuesto a golpear todas las puertas y a buscar a todos aquellos que puedan darle una mano a fin de conseguir los medios temporales necesarios para que sus feligreses alcanzaran una vida más digna y cristiana. Sus gestos sacerdotales procedían del amor de Cristo Pastor que busca al hombre necesitado de paz y de perdón, de justicia, de verdad. Todo aquel que reclamaba su presencia sacerdotal (particularmente los enfermos y moribundos cuya atención normalmente requería el recorrido de decenas de kilómetros a caballo) hallaron en él al ministro de Dios siempre dispuesto a servirles hasta el fin: “Yo me felicitaría si Dios me saca de este planeta sentado confesando y predicando el Evangelio". Brochero conoció también el dolor de las pruebas en su intensa vida apostólica: críticas e incomprensiones de algunos sacerdotes, religiosas y fieles; indolencia de algunos gobernantes ante sus pedidos de colaboración (particularmente su sueño irrealizado del ferrocarril) y finalmente, su lepra. 
Mirando su vida hallamos reflejado un ejemplo viviente para todo sacerdote y un ejemplo concreto y profético de lo que nuestro pueblo anhela ver realizado en sus pastores. Ya lo señalaba un periodista en un artículo escrito en un diario cordobés en 1887: "Es un hombre de carne y huesos: dice misa, confiesa, ayuda a bien morir, bautiza, consagra la unión matrimonial, etc. Y sin embargo es una excepción: practica el Evangelio. ¿Falta un carpintero? Es carpintero. ¿Falta un peón? Es un peón. Se arremanga la sotana en donde quiera, toma la pala o la azada y abre un camino público en 15 días, ayudado por sus feligreses. ¿Falta todo? ¡Pues él es todo! y lo hace todo con la sonrisa en los labios y la satisfacción en el alma, para mayor gloria de Dios y beneficio de los hombres, y todo sale bien hecho porque es hecho a conciencia. Y no ha hecho solamente caminos públicos: Ha hecho también una buena Iglesia. Ha hecho, además, un gran colegio... ¡y todo sin subsidio de la Provincia, sin erogación por parte de los miembros de la localidad! ¡Lo ha hecho todo con sus propias garras! ¿Milagro? No. La cosa es muy sencilla. Es cuestión de honradez y voluntad. En otros términos: es cuestión de haber tomado el apostolado en serio, como lo ha tomado el cura Brochero". 
Otro rasgo de su estilo sacerdotal fue la clara conciencia de que Dios es la fuente auténtica de la dignidad humana y por tanto predicar a Cristo es llevar a todo hombre a una vida más digna y humana. Esta convicción lo llevaba a que en su acción pastoral siempre estuvieran unidos vida en Dios y vida humana más plena. En su mente y corazón de pastor, evangelización y promoción humana formaban un binomio inseparable. A diferencia de muchos sacerdotes de su época, entendió su misión de manera amplia, integral, sin limitarse a lo sacramental, llegando a alcanzar horizontes que aún hoy sorprenden por su audacia, intensidad y amplitud. Su celo evangelizador lo llevó a mejorar las condiciones de vida de sus feligreses: telégrafos, correos, escuelas públicas, caminos, tramitación para conseguir el ferrocarril, promoción del turismo en la zona, proyectos de construcción de un dique, cultivo de peces para alimento de su gente, educación de la mujer a través de la fundación del colegio de niñas con la invalorable cooperación de las Esclavas del Corazón de Jesús. 
El Episcopado Argentino en enero de 1964 --en pleno Concilio Vaticano II- expresó a través del cardenal Antonio Caggiano su adhesión a la figura de Brochero: “Como todos los grandes hombres, Brochero fue un ‘precursor’. Se adelantó a las ideas de su tiempo y a los métodos pastorales y misioneros de entonces, buscando nuevas maneras de transmitir íntegramente el mensaje cristiano. De un humilde pueblo de escasa vida espiritual, hizo una auténtica parroquia cuya irradiación espiritual todavía hoy continúa en toda la provincia de Córdoba. Se ocupó tanto del ‘cuerpo de su parroquia’ (cuidados a los necesitados, obras de caridad y misericordia, mejoras materiales en iglesias, caminos, proyecto de ferrocarril, etc.) como del ‘alma’ de la misma (enseñando, predicando, orando, convirtiendo con la palabra y el ejemplo). Amó a su parroquia hasta el fin y dio su vida por ella. Dios quiso que se inmolara en el más doloroso sacrificio, contrayendo la más penosa de las enfermedades: la lepra, en el decurso de las tareas apostólicas. Pero ni esta enfermedad ni la pérdida de la vista que la siguiera, fueron obstáculo para que el Cura Brochero fuera ‘cura hasta el final’, edificando su parroquia hasta el último día de su vida, con su oración, su Misa, su ejemplo, su caridad”. 
Por todo esto, los obispos de la provincia de Córdoba afirman que la beatificación del Padre José Gabriel Brochero "es una gracia también para toda la Iglesia que está en la Argentina y para la Iglesia Católica toda. En el misterio de la comunión de los santos, todos crecemos en la Iglesia cuando alguien como el Cura Brochero, vive en plenitud el Evangelio de Jesucristo. En esta espiritualidad de comunión la Iglesia se convierte en testimonio viviente de la Pascua de Cristo".
"Quiera Dios concedernos que todos en la Iglesia --y de manera especial los sacerdotes- recibamos a través de este hecho de gracia que será la Beatificación de Brochero, una profunda invitación a la santidad a la que la vida de Brochero ciertamente nos interpela a través del ejemplo de su vida entregada", añaden.
"Ponemos estos deseos en las manos de nuestra Madre Purísima, a la que tanto amó y veneró José Gabriel del Rosario Brochero", concluyen.
Para más información se puede visitar www.curabrochero.org.ar.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Cómo explicar la Navidad a los niños



Columna de orientación de catequesis

Por Rachel Abdalla

A todo niño le gusta aquello que le es propio, o sea ver la realidad en la óptica pura e inocente de los hechos que presencia y de los deseos que siente, principalmente aquellos que están asociados a la alegría. Por eso, debemos presentar Jesús a los niños de modo alegre y con equilibrio, y para su tamaño.

Con base en las enseñanzas que Jesús nos dejó en los evangelios, todo lo que se habla debe tener una connotación verdadera, sin bien es necesario colocarlo de modo lúdico, o sea en el lenguaje que circunda y en el que participa el niño, creando así un vínculo entre aquello que oye y vive.

Al hablar a los pequeños sobre el nacimiento de Jesús, los padres y catequistas pueden hacer una correlación de este día con el nacimiento de ellos, recordando la alegría y la emoción, la preparación y la expectativa de la llegada de un niño al mundo. Aquí, en Navidad, de un pequeño muy especial, porque es el Hijo de Dios.

Cuando el ángel Gabriel le anuncia a María que ella será la madre del Hijo de Dios, inicia con la palabra griega khaire que significa 'alégrate', ¡porque la novedad que trae es motivo de mucha alegría! ¡Va a nacer un niño, un niño viene al mundo! Es pues con esa misma alegría del ángel al anunciar a María la venida de Jesús, es que nosotros debemos también anunciarlo al mundo y especialmente a los niños

¿Pero, dónde está la alegría? ¿Cómo mostrarla a los pequeños?

El motivo de alegría para María era tener al Señor en su vientre y para nosotros es el hecho que Jesús ha nacido entre los hombres.

Con relación a los niños podemos introducirlos en el contexto de la familia, de los amigos, de los parientes, como una relación de amor entre todos.

¡Al final de cuentas ser feliz es tener un encuentro con el amor! Dios es amor y nosotros nos encontramos con este amor en la persona de Jesús. Al mostrar a Jesús como un niño estamos colocándolo en el mismo contexto en que viven los los pequeños.

Es interesante, en este proceso evangelizador, despertar en ellos alguna otro inquietud sobre el Niño Jesús: por ejemplo hablar de cómo Él nació; que lloraba, pero que también sonreía; cómo serían sus facciones a partir de las características de su pueblo; cuándo comenzó a caminar, lo que le gustaba comer, quiénes eran sus amiguitos, cuál era su broma preferida... finalmente, describir situaciones simples que no interfieran en la verdad y puedan ser presentadas conforme a la expectativa del niño y de su edad, puesto que Jesús era un niño, común aún siendo Dios, y creció como todos nosotros dentro de una realidad humana y limitada. Así, ellos crecerán con Jesús, gradualmente, de modo simple y natural.

¡Este tiempo de la Navidad, hablemos sobre Jesús y enseñemos el amor a los niños, con la alegría que ellos tienen! ¡Es un lenguaje que ellos entienden!

¡Feliz Navidad!

Traducido del portugués por H. Sergio Mora

*Rachel Leemos Abdalla es fundadora y presidenta de la Asociación Católica Pequeñitos del Señor y su representante en el programa de la Radio Brasil, 'Pueblo de Dios' de la archidiócesis de Campinas.

Y en dicha diócesis es coordinadora de la catequesis familiar de la parroquia Nuestra Señora de los Dolores y operadora en 'Ambiente Virtual de Formación'.
ZENIT

martes, 11 de diciembre de 2012

Rosario Mundial de Navidad


Invitamos al Rosario Mundial de Navidad


Como todos los años, la Fundación Hijos del Corazón Inmaculado de María y el Grupo Rosario Mundial, invitan a todos sus adherentes y amigos a inscribirse en el Rosario Mundial de Navidad.

El rezo del Rosario es a las 7 de la tarde de la hora local de cada uno, en cualquier parte del mundo donde esté, para hacer, durante 24 horas, un lindo regalo de Navidad a Jesús, María y José.

Buenos Aires, 8 de Diciembre de 2012

Querido amigo en Jesús y María:

La oración que María ama con predilección es el Santo Rosario y en sus numerosas apariciones, nos invita siempre a recitarlo, para unirse a los que lo rezan.

El Santo Rosario es una oración que une las voces de la Iglesia y de la humanidad porque se hace en nombre de todos.

Por eso lo invitamos a rezar el Rosario a las 7 de la tarde de su hora local del 24 de Diciembre, en cualquier lugar del mundo donde esté. De esta manera, será una cadena de Rosarios durante 24 horas.
La intención de este Rosario Global es hacerles un lindo regalo de Navidad a Jesús, María y José.
Díganos desde qué país y ciudad participará para después contarle qué otros lugares se unieron en oración.

Que el Niño Jesús, María y José nos bendigan.

Ing. Julián Ganzabal (h)
Fundación Hijos del Corazón Inmaculado de María

Ing.Marcelo de Arrechea
Grupo Rosario Mundial 

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Santa Hildegarda de Bingen

Aprender, curarse y comer con santa Hildegarda de Bingen


Crece la difusión de los conocimientos de la nueva Doctora de la Iglesia (I)

Por José Antonio Varela Vidal

 (ZENIT.org).-
 No es común encontrar a trescientas personas reunidas en una iglesia para escuchar música del siglo XII. Pero esto se explica si la compositora ha sido la recientemente declarada Doctora de la Iglesia, santa Hildegarda de Bingen. Esta abadesa alemana que vivió entre 1098 y 1179, viene generando una corriente de entusiasmo entre antiguos y nuevos investigadores que profundizan su legado teológico, místico-espiritual, filosófico, cosmológico, grafológico, poético y literario, botánico-medicinal, culinario y musical…

Así ya hemos asistido en pocas semanas a dos importantes actividades en esta ciudad, en las cuales la nueva santa --canonizada también por el papa Benedicto XVI--, ha sido el asombro de conocedores y curiosos, que van descubriendo cómo una monja mística llevó --con valentía y éxito--, sus ideas desde el interior del monasterio hacia fuera.

Viajó y predicó en pueblos y catedrales, habiéndose enfrentado incluso contra su antiguo protector, el emperador Federico Barbarroja, por la actitud de este contra el sumo pontífice. Se dice que su teología fue conocida por el mismo papa Honorio II gracias a san Bernardo de Claraval, y que parte de sus escritos –algunos anticátaros--, fueron leídos durante el Sínodo de Treviri, en presencia del papa Eugenio III quien posteriormente aprobaría su obra.

Elevarse con la mística

En la primera de las actividades, la más reciente, organizada por el Centro Cultural Aracoeli de los Frailes menores franciscanos y la asociación musical Vocalia Consort, nos confundimos entre trescientas personas que seguían las notas de aquellas composiciones monofónicas –lejos aún de su hija, la polifonía--, que según la santa, era el mejor camino para alcanzar a Dios, para expresar lo divino, casi una “prefiguración de su arribo”, según el pensamiento de Hildegarda.

Así lo entendieron los organizadores, que reunieron en la Basílica de Santa Maria in Aracoeli a los miembros de la asociación suiza Adiαstemα, que de manera fidedigna interpreta la música de origen medieval de la santa. Es un espectáculo en el que el sonido proviene de dos instrumentos característicos de este género, como son un pequeño órgano portátil de madera y un arpa gótica, con los que se ejecutan piezas impecables de los códigos de Las Huelgas y de Bamberg. A estos se unen los amplios rangos tonales de seis cantantes –ayer serían monjas benedictinas--, que interpretan composiciones vocales tomadas del Dendermonde Codex, escrito por la mística alemana.

Es significativo que las nueve artistas en escena estuvieran vestidas con trajes de época, de la misma forma en que santa Hildegarda vestía a sus monjas para las presentaciones en público, a quienes dejaba decorar la cabeza con flores. Esto con el único propósito de mostrar la belleza femenina sin tabúes, como esposas fieles de Cristo que viven en libertad su alianza.

Cada pausa de esta música santa, daba paso a las intervenciones de la actriz italiana Giovanna Scardoni, quien en una magistral interpretación de la misma Hildegarda de Bingen, recitaba de memoria sus visiones y pensamientos –en ocasiones en un fluido latín--, que serían el germen de la teología que hoy la ha llevado a ser reconocida como Doctora de la Iglesia Universal.

Comer con la abadesa

En Roma asistimos también a otra manifestación de las virtudes de esta abadesa benedictina, que gracias a la intuición del papa Benedicto XVI hoy destaca no solo en la constelación de los santos, sino en la privilegiada estantería de los Doctores de la Iglesia.

La organizadora de esta feliz iniciativa, denominada “La vocación terrestre y celeste de Hildegarda de Bingen”, fue la asociación Casa Santa Francesca Romana, que en su división formativa quiso presentar este modelo de mujer excepcional, que tal como la santa patrona de los romanos, dio mucho que hablar para su época por ese espíritu decidido a favor de los más necesitados.

Fue una velada ‘bio-teológica-gastronómica-cultural’ que tuvo como eje central a esta figura poliédrica que ha despertado en muchos el interés por estudiar su obra, preparar sus medicamentos, cocinar sus recetas e interpretar su música, entre otras disciplinas que seguirán admirando al mundo en la medida que se la conozca más.

Tuvimos la oportunidad de probar algunos platos denominados por los organizadores “Comida para la mente”, que no son otra cosa que alimentos ‘bio’, cuyo origen se remonta a las recetas de la santa naturista, quien recomendaba ingerir granos, cereales, verduras y hierbas en pos de un equilibrio mente-cuerpo, que finalmente mantenga la armonía con el Creador.

Cada plato tenía una leyenda con frases de los escritos de la santa, en que recomendaba la hierba Artemisia por su “sabor picante y aroma”; o el trigo, “precioso cereal que purifica la carne, da buena sangre y serena la mente”. También estaban allí las sugerencias de la monja medieval en relación a los demás platos, como aquellos hechos con cebada “cuyo poder refrescante lo vuelve más ligero que los demás cereales”, o sobre el hinojo, que “favorece la circulación sanguínea, da un olor agradable al cuerpo y produce una buena digestión”. A esto igual se refiere cuando recomienda el Agua de menta, que “calienta el estómago”.

Para beber nos ofrecieron al final un ‘Hipograso’, que deleitó y alegró a los presentes por ser elaborado con la receta monacal de “vino aromatizado con canela, clavo de olor, nuez moscada, miel y jengibre”. De este último ingrediente también degustamos una galletas con jalea de manzana que parecían del cielo…

Curarse con la santa

Avanzada la reunión, pudimos conocer más a Hildegarda de Bingen, esta vez como bióloga-herbolaria. Y esto no porque tuviéramos que aplicarnos algún ungüento o tomar uno de los jarabes por los que iban a curarse sus coetáneos al monasterio, sean ricos o pobres, nobles y siervos...

Sino porque pudimos conocer a una química farmaceútica, la doctora Sabrina Melino, quien dejó años atrás su prometedora carrera en el sector comercial para dedicarse de lleno a la investigación, elaboración y distribución de los remedios que la santa abadesa desarrolló. Esto, en el único afán de sustentar ante sus contemporáneos, su hoy aceptada teoría que armoniza el cuerpo y el alma, lo externo con lo interno, los frutos de la tierra con Dios…

Según lo que dijo en el evento la empresaria italiana, nuestra “Sibila del Rin” conoció la medicina galénica e hipocrática, a lo que unió la tradición benedictina del preparado de remedios caseros a base de hierbas de sus propios huertos. Esto le permitió desarrollar su teoría psicosomática de la enfermedad y de la curación, ya en el siglo XII: “La salud es una conquista diaria, espejo de armonía y de relaciones entre el ser humano y el Creador”.

En otra pausa de la tarde, la doctora Melino nos confió que las recetas para sus remedios eran “dictadas de lo alto”…, pero no las suyas sino las de Hildegarda, quien a través de “visiones” comprendía lo que era bueno para las almas y los cuerpos. Su conocimiento vendría de allí, no hay otra explicación, ya que no era ni química, ni médico, ni había estudiado nada más allá de una incipiente práctica benedictina.

¿Usted habló de autocurarse?, le preguntamos mientras bebíamos un vaso de agua de menta que nos haría bien. “Sí, nos dijo, ella quería hacer ver la relación que había entre cuerpo, alma y espíritu”.

Y entendimos mejor estas bebidas y comidas particularísimas que nos sirvieron, cuando nos dijo que para la santa “la forma de afrontar nuestro temperamento, el estilo de vida, lo mental, todo esto afecta directamente sobre las enfermedades, es algo psicosomático”.

Aunque la ciencia –a través de la psiconeuroendocrinología--, ha descubierto en nuestros días cuánto afecta la mente al cuerpo, como es el estrés y otros males de hoy, es muy cierto que para una monja de clausura del siglo XII no sería fácil comprobar todo esto. “Ella demostró que había una verdadera relación del síntoma y del órgano afectado, con el temperamento, con el modo de afrontar la vida y con el sentimiento prevalente en cada uno”.

Nos explicó también que en Hildegarda de Bingen había una influencia de la medicina oriental, por lo que “es transversal a todas las religiones, lo que nos permite llevar un mensaje que es universal más allá de la fe católica”, aseguró la doctora Melino, a quien no dejamos de pedirle una receta para algún mal del binomio alma-cuerpo.

Mas aún, si nos había contado que desarrolla nueve productos con base en las recetas de la santa alemana, y que está desarrollando seis más a futuro, los que seguirá distribuyendo por todo el mundo. Tal como debería extenderse –y más--, la varia doctrina de la nueva Doctora de la Iglesia.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Cuando Dios pierde su centralidad, el hombre pierde su justo lugar



Enseñanzas de Benedicto XVI en la catequesis semanal por el Año de la Fe

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 14 noviembre 2012 (ZENIT.org).- Esta mañana, el papa Benedicto XVI acudió a la Audiencia general con los peregrinos, durante la cual continuó su catequesis por el Año de la Fe. Siguiendo con este ciclo, el papa abordó el tema de las vías para el conocimiento de Dios, invitando a los cristianos a testimoniar su fe en medio de un mundo secularizado e indiferente, que muchas veces no capta la esencia del cristianismo. A continuación las enseñanzas del santo padre.

Queridos hermanos y hermanas:

El miércoles hemos reflexionado sobre el deseo de Dios que el ser humano lleva en lo más profundo de sí mismo. Hoy me gustaría continuar y profundizar este aspecto, meditando con ustedes brevemente sobre algunas maneras de llegar a conocer a Dios.

Debo mencionar, sin embargo, que la iniciativa de Dios precede siempre a cualquier acción del hombre, y también en el camino hacia Él, es Él el primero que nos ilumina, nos orienta y nos guía, respetando siempre nuestra libertad. Y siempre es Él quien nos hace entrar en su intimidad, revelándonos y dándonos la gracia de poder acoger en la fe esa revelación. No olvidemos nunca la experiencia de san Agustín: no somos nosotros los que poseemos la Verdad después de haberla buscado, sino que es la verdad la que nos encuentra y nos toma.

Sin embargo, hay formas que pueden abrir el corazón del hombre al conocimiento de Dios, hay indicios que llevan a Dios. Por supuesto, a menudo se corre el riesgo de ser deslumbrado por el brillo del mundo, que nos hace menos capaces de viajar esas rutas o leer esos signos. Sin embargo, Dios no se cansa de buscarnos, es fiel al hombre que ha creado y redimido, se mantiene cerca de nuestras vidas, porque nos ama. Y esta es una certeza que nos debe acompañar todos los días, a pesar de que ciertas mentalidades difundidas, hacen más difícil para la Iglesia y para el cristiano, comunicar la alegría del Evangelio a todas las criaturas y conducir a todos al encuentro con Jesús, único Salvador del mundo. Esta, sin embargo, es nuestra misión, es la misión de la Iglesia y cada creyente debe vivirla con alegría, sintiéndola como propia, a través de una vida verdaderamente animada por la fe, marcada por la caridad, en el servicio a Dios y a los demás, y capaz de irradiar esperanza. Esta misión brilla especialmente en la santidad a la que todos estamos llamados.

Hoy --lo sabemos--, no faltan las dificultades y las pruebas para la fe, a menudo mal entendida, protestada, rechazada. San Pedro decía a sus cristianos: "Estén siempre dispuestos a dar respuesta, pero con mansedumbre y respeto, a todo el que les pida razón de la esperanza que hay en sus corazones" (1 Pe. 3,15). En el pasado, en Occidente, en una sociedad considerada cristiana, la fe era el ambiente en el que nos movíamos; la referencia y la pertenencia a Dios fueron, en su mayoría, parte de la vida cotidiana. Más bien, era aquel que no creía, el que debía justificar su incredulidad. En nuestro mundo, la situación ha cambiado y, cada vez más, el creyente debe ser capaz de dar razón de su fe. El beato Juan Pablo II, en la encíclica Fides et Ratio, hizo hincapié en que la fe se pone a prueba en estos tiempos, atravesada por formas sutiles e insidiosas de ateísmo teórico y práctico (cf. nn. 46-47).

A partir de la Ilustración, la crítica a la religión se ha intensificado; la historia se ha caracterizado también por la presencia de sistemas ateos, en los que Dios se consideraba una mera proyección de la mente humana, una ilusión, y el producto de una sociedad ya distorsionada por muchas enajenaciones. El siglo pasado fue testigo de un fuerte proceso de secularismo, en nombre de la autonomía absoluta del hombre, considerado como medida y artífice de la realidad, pero reducido en su ser creado "a imagen y semejanza de Dios". En nuestros tiempos hay un fenómeno particularmente peligroso para la fe: hay una forma de ateísmo que se define como "práctico", en el que no se niegan las verdades de la fe o los rituales religiosos, sino que simplemente se consideran irrelevantes para la existencia cotidiana, separados de la vida, inútiles. A menudo, por lo tanto, se cree en Dios de una manera superficial y se vive "como si Dios no existiera" (etsi Deus non daretur). Al final, sin embargo, esta forma de vida es aún más destructiva, porque conduce a la indiferencia hacia la fe y hacia la cuestión de Dios.

En realidad, el hombre separado de Dios, se reduce a una sola dimensión, aquella horizontal; y justamente este reduccionismo es una de las causas fundamentales de los totalitarismos que han tenido consecuencias trágicas en el siglo pasado, así como de la crisis de valores que vemos en la realidad actual. Oscureciendo la referencia a Dios, también se ha oscurecido el horizonte ético, para dejar espacio al relativismo y a una concepción ambigua de la libertad, que en lugar de liberadora, termina por atar al hombre a los ídolos. Las tentaciones que Jesús enfrentó en el desierto antes de su vida pública, representan aquellos "ídolos" que fascinan al hombre, cuando va más allá de sí mismo.

Cuando Dios pierde su centralidad, el hombre pierde su justo lugar, no encuentra más su lugar en la creación, en las relaciones con los demás. No se ha disminuido lo que la sabiduría antigua evoca como el mito de Prometeo: el hombre cree que puede llegar a ser él mismo "dios", dueño de la vida y la muerte.

Ante esta realidad, la Iglesia, fiel al mandato de Cristo, no cesa de afirmar la verdad sobre el hombre y sobre su destino. El Concilio Vaticano II afirma claramente así: "La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la unión con Dios. Desde su mismo nacimiento, el hombre es invitado al diálogo con Dios. Existe pura y simplemente por el amor de Dios, que lo creó, y por el amor de Dios, que lo conserva. Y solo se puede decir que vive en la plenitud de la verdad cuando reconoce libremente ese amor y se confía por entero a su Creador".(Gaudium et Spes, 19).

¿Qué respuestas está llamada a dar ahora la fe, con "gentileza y respeto", al ateísmo, al escepticismo y a la indiferencia frente la dimensión vertical, de modo que el hombre de nuestro tiempo pueda seguir cuestionándose sobre la existencia de Dios y a recorrer los caminos que conducen a Él? Me gustaría mencionar algunos aspectos, que provienen de la reflexión natural, o del mismo poder de la fe. Quisiera resumirlo muy brevemente en tres palabras: el mundo, el hombre, la fe.

La primera: el mundo. San Agustín, que en su vida ha buscado durante mucho tiempo la Verdad y se aferró a la Verdad, tiene una página bella y famosa, en la que dice así: "Interroga a la belleza de la tierra, del mar, del aire enrarecido que se expande por todas partes; interroga la belleza del cielo..., interroga todas estas realidades. Todas te responderan: míranos y observa cómo somos hermosas. Su belleza es como un himno de alabanza. Ahora bien, estas criaturas tan hermosas, que siguen cambiando, ¿quién las hizo, si no que es uno que es la belleza de modo inmutable?"(Sermo 241, 2: PL 38, 1134). Creo que tenemos que recuperar y devolver al hombre contemporáneo la capacidad de contemplar la creación, su belleza, su estructura. El mundo no es una masa informe, sino que cuanto más lo conocemos y más descubrimos sus maravillosos mecanismos, más vemos un diseño, vemos que hay una inteligencia creadora. Albert Einstein dijo que en las leyes de la naturaleza "se revela una razón tan superior, que todo pensamiento racional y las leyes humanas son una reflexión comparativamente muy insignificante" (El mundo como lo veo yo, Roma 2005). Una primera manera que conduce al descubrimiento de Dios es contemplar con ojos atentos a la creación.

La segunda palabra: el hombre. Siempre san Agustín, quien tiene una famosa frase que dice que Dios está más cerca de mí que yo a mí mismo (cf. Confesiones, III, 6, 11). A partir de aquí se formula la invitación: "No vayas fuera de ti, entra en ti mismo: en el hombre interior habita la verdad" (De vera religione, 39, 72). Este es otro aspecto que corremos el riesgo de perder en el mundo ruidoso y disperso en el que vivimos: la capacidad de pararnos y mirar en lo profundo de nosotros mismos, y de leer esta sed de infinito que llevamos dentro, que nos impulsa a ir más allá y nos refiere a Alguien que la pueda llenar.

El Catecismo de la Iglesia Católica afirma así: "Con su apertura a la verdad y a la belleza, con su sentido del bien moral, con su libertad y la voz de su conciencia, con su aspiración al infinito y a la dicha, el hombre se interroga sobre la existencia de Dios" (n. 33).

La tercera palabra: la fe. Sobre todo en la realidad de nuestro tiempo, no debemos olvidar que un camino hacia el conocimiento y el encuentro con Dios es la vida de fe. El que crea se une con Dios, está abierto a su gracia, a la fuerza del amor. Así, su existencia se convierte en un testimonio no de sí mismo, sino de Cristo resucitado, y su fe no tiene miedo de mostrarse en la vida cotidiana, está abierta al diálogo que expresa profunda amistad para el camino de cada hombre, y sabe cómo abrir luces de esperanza a la necesidad de la redención, de la felicidad y del futuro.

La fe, de hecho, es un encuentro con Dios que habla y actúa en la historia y que convierte nuestra vida cotidiana, transformando en nosotros mente, juicios de valor, decisiones y acciones concretas. No es ilusión, escape de la realidad, cómodo refugio, sentimentalismo, sino que es el involucramiento de toda la vida y es proclamación del Evangelio, Buena Nueva capaz de liberar a todo el hombre. Un cristiano, una comunidad donde son laboriosos y fieles al designio de Dios que nos ha amado primero, son una vía privilegiada para aquellos que son indiferentes o dudan acerca de su existencia y de su acción. Esto, sin embargo, pide a todos a hacer más transparente su testimonio de fe, purificando su vida para que sea conforme a Cristo. Hoy en día muchos tienen una comprensión limitada de la fe cristiana, porque la identifican con un mero sistema de creencias y de valores, y no tanto con la verdad de un Dios revelado en la historia, deseoso de comunicarse con el hombre cara a cara, en una relación de amor con él.

De hecho, el fundamento de toda doctrina o valor es el acontecimiento del encuentro entre el hombre y Dios en Cristo Jesús. El cristianismo, antes que una moral o una ética, es el acontecimiento del amor, es el aceptar a la persona de Jesús. Por esta razón, el cristiano y las comunidades cristianas, ante todo deben mirar y hacer mirar a Cristo, el verdadero camino que conduce a Dios.

Traducido del original italiano por José Antonio Varela V.

domingo, 30 de septiembre de 2012

SABER CALLAR

PARA REFLEXIONAR EN FAMILIA

Es todo un arte el saber callar: cuándo, donde y cómo se debe callar. Ese arte no lo enseña ni la ciencia, ni la reflexión sino la propia vida.

Más te arrepentirás de hablar que de callar; aunque a veces será una verdadera obligación que hables y callar entonces será para ti vergonzoso.

Calla cuando debes callar; jamás hables cuando no debas hablar o cuando no sea prudente que hables; espera le momento oportuno, para que entonces tu palabra sea beneficiosa; mientras tanto, conserva tu silencio.

Calla cuando te halles nervioso, apasionado, no dueño de ti mismo, muy irritado o indignado; no es el momento, no es la circunstancia propicia para que hables; en esos casos el silencio es la única actitud que puedes tomar; si hablas, te arrepentirás tarde o temprano; ¿para qué hacer algo de lo que luego deberás arrepentirte?

Calla, pero que tu silencio no sea hostil, sino amable; que calle tu boca, pero que tu rostro hable con la sonrisa de la bondad y de la comprensión.

“Todo tiene su momento y cada cosa su tiempo bajo el cielo…su tiempo el callar y su tiempo de hablar” Ecle. 3, 1-7. Trastocar los tiempos no es prudente y a nada positivo conduce.

“Los cinco minutos de Dios” Alfonso Milagro



Después de leer el texto, en familia, lo comentamos y cada uno trata de sacar un propósito para realizar.



Respondemos:

1- ¿Qué les pareció el texto?

2- ¿Qué fue lo que más les gustó?

3- ¿Les parece importante poner en práctica lo que dice?

4- ¿Por qué?



AQUÍ ESTOY, SEÑOR, HAZ DE MÍ LO QUE QUIERAS.

AQUÍ ESTOY, SEÑOR

Cristo amigo,

En estos momentos me hallo ante Ti

Comenzando estas CONVIVENCIAS de la que no se cómo voy a salir.

Aún no sé muy bien lo que significan, ni lo que pueden ayudarme,

ni lo que pueden comprometerme, pero quiero decirte que necesito cambiar.

No estoy contento con mi modo de ser, ni con mi modo de pensar y actuar,

con mi modo de amar.
Si, Cristo, Amigo, necesito cambiar y creo que en estas convivencias

puedes echarme una mano.

¡Me gustaría encontrarme conmigo mismo...!

con mis compañeros, con lo que de verdad son, no con lo que aparentan ser.

Me encantaría encontrarme con su bondad;

Me encantaría encontrarme con su sinceridad, con su fe.
También me gustaría mucho encontrarme contigo, Jesús.

Aunque tengo que confesarte que me das miedo.

Miedo porque no te conozco bien,

miedo porque pienso que vas a exigirme demasiado;

miedo porque vas a pedirme caminar hacia mi conversión,

hacia el mundo desconocido de la paz interior,

y, quizás, hacia la respuesta a tu llamada.
Pero, mira, Señor, creo que tengo que arriesgarme de una vez por todas.

¡Ya está bien de tanto “Bacile” estúpido,

de tanto mogollón de tonterías,

de tanta y tanta superficialidad!

Ya es hora de empezar a comportarme como un joven de verdad:

con valentía y sin egoísmos,
Cristo, Amigo

Ayúdame a tomarte en serio en estas Convivencias.

A participar de ellas con las manos vacías, tendidas hacia tu Cruz,

para que las llenes de tu Paz.

Ayúdame a ser disponible

abierto a tu Palabra,

a tu Presencia,

a lo que quieras pedirme.

 
AQUÍ ESTOY, SEÑOR, HAZ DE MÍ LO QUE QUIERAS.

¿Eres la mujer de tu vida?

¿Eres la mujer de tu vida?


Con la que se sientan orgullosas de caminar, satisfechas, felices, la mujer con la que al final de la vida se pudieran decir “encontré mi ideal”

Comienza un año más y con el vienen los momentos de reflexión en los que se revisa todo lo bueno y no tan bueno que ha sucedido en el año anterior. Se recaba lo que se alcanzó, los fracasos, los proyectos para el siguiente año y la ilusión. Se fijan nuevas metas o propósitos de año nuevo, que comúnmente terminan por olvidarse para el siguiente mes. Todo eso hace siempre mejor a la persona pero ¿Qué tal si las mujeres pensaran en ser La Mujer de su vida? Con la que se sientan orgullosas de caminar, satisfechas, felices, la mujer con la que al final de la vida se pudieran decir “encontré mi ideal”. No es fácil la tarea pero es bastante sencilla, tres pasos pone San Agustín para poder llegar a alcanzarlo:

“Conócete, acéptate y supérate”.

Si todas las personas siguieran estos pasos no habría necesidad de nuevos propósitos fallidos, que se interrumpen por que no se les encuentra un sentido que vaya orientado realmente hacia una meta final. Aquí una descripción breve de lo que sería la aplicación de cada uno. Conocer realmente lo que significa ser Mujer. Leer, investigar, ir a la fuente, ahí es donde cualquier mujer puede realmente formar un concepto de lo que verdaderamente significa ser mujer o el denominado genio femenino. Las fuentes recomendadas son las clásicas, las de la propia religión, ya que existen muchas corrientes de pensamiento modernas que han desvirtuado y mutilado características únicas de la mujer como la maternidad o la capacidad de ser humanizadoras, con el propósito de hacer una “especie homogénea” con los hombres, privando a la mujer de sacar su máximo potencial. En el conocer a la mujer se verá todo con lo que naturalmente es atribuida, tanto física como psicológica y espiritualmente. Es importante tomar todas y cada una de las características como parte de un paquete precioso, valorarlas y apreciarlas, para poder comprender -en un concepto total y no mutilado- lo que significa ser mujer. Aceptarse con todas las posibilidades y limitaciones. Después de conocerse viene la aceptación de cada una de las propias características. Todo lo que es la mujer es hermoso y sirve para un propósito que únicamente ella puede realizar aquí en el mundo. Este descubrimiento de la misión de cada una de las mujeres y el encuentro con ella misma es lo que comienza a dar sentido a su vida, de lo que tiene que hacer y hacia dónde tiene que dirigirse. De este punto se desprenderán todas las metas y los logros que querrá alcanzar, no habrá necesidad de inventarse nuevos cada año porque serán los mismos para alcanzar la meta final y todos tendrán un sentido que trascenderá. Superarse cada día por alcanzar el ideal de mujer. Y al final vendrá la superación, diaria, constante, de modo que se pueda llegar al ideal de mujer que se fijó en su corazón, que encerrará como un tesoro y que cuando lo alcance saldrá como luz. Esa luz será imposible de ocultar, irradiará a las demás personas y todas y cada una de ellas quedarán asombradas de la belleza interior y exterior que esa mujer ha alcanzado. Algunas personas querrán apagarla, otras pretenderán ignorarla pero aquellas mujeres y hombres que estén en el proceso de su ideal la verán y sentirán la confianza y el ánimo de seguir igualmente adelante. Este ideal de mujer no termina, se es no se tiene, es un estilo de vida, un modo de ser que lleva a la felicidad plena y real, que puede comenzar desde hoy si una mujer así lo desea y puede durar toda la vida. Mis mejores deseos para el 2007 que comienza, esperando que cada una de las mujeres del mundo sea la mujer de su vida.

Gabriela Carrillo



La mujer hecha y derecha

La mujer hecha y derecha


Si “la mujer no nace, se hace”..., ¿cuál es la clave del éxito de la mujer “hecha y derecha”?

“La última vez que vi a Cristina era una niña de doce años. ¿Cómo es ahora?” Han pasado unos diez, doce, quince años. ¿De qué palabras puedes echar mano para describir a la joven sumamente responsable en casa y en la carrera, cariñosa pero con cabeza, segura de sí misma y volcada hacia los demás? “Es una mujer hecha y derecha.” Bastan estas pocas palabras para delinear de un golpe la imagen de la mujer ideal, simpática, equilibrada.

“La mujer no nace, se hace,” afirmaba Simone de Beauvoir. Tiene algo de verdad. La mujer de 25 u 80 años no tiene mucho que ver con la criatura que era en la cuna. ¿Pero cuál era su noción de una mujer “hecha” y...“derecha”? Una mujer que decide serlo con, sin, o a pesar de sus dotes naturales femeninas. Una mujer que decide cómo va a construir su vida, sin tener en cuenta a los que la rodean, y sin tener que rendir cuentas a nadie. Una mujer que determina sus propios ideales y principios, y ve como perfectamente lícito el tenerse a sí misma como fin.

Sin embargo, es una trayectoria con un desenlace de tragedia de mayor o menor grado: una mujer menos que derecha si no completamente deshecha. De hecho, la misma autora describe el fracaso de su vida en su libro “La mujer rota” (1969). En muchos casos así no es por falta de metas claras: una figura de modelo, un salario monumental, la sensación embriagadora de ser para muchos hombres el premio buscado e inalcanzable. Tampoco carecen de la voluntad (o el amor propio) para perseguirlas a precio de sacrificios físicos y vacíos afectivos, día tras día, año tras año. ¿Entonces, por qué hay mujeres que al hacer un balance de sus anhelos y sus conquistas, se encuentran insatisfechas?

Si quieres subir una escalera para alcanzar un objeto, vale la pena asegurar que los pies estén bien puestos, y que el otro extremo se apoye contra el muro correcto. Es lo mismo en la empresa de “hacer” a la mujer: en primer lugar, es esencial asegurar el punto de partida.

La mujer acabada no nace, es cierto. Pero sí nace la niñita, ese ser humano con sus limitaciones y su rico potencial irrepetible. También es innegablemente femenina. Cada célula de su cuerpo dice que “es mujer”. La constitución física, afectiva, y cognitiva de esta persona lleva el sello de la feminidad aunque sea muy difícil delimitar de manera generalizada las cualidades exclusivas de “la mujer”.

Esa niña crece, aparece la adolescente... nace la mujer. A medida que avanza la vida, va aprendiendo, se descubre. Se ensanchan sus horizontes acerca de su mundo interior y del mundo en su entorno. Se encuentra capaz de salir al encuentro del otro. Al decidir anteponer a su comodidad las necesidades de los demás, ella misma da un paso adelante.

Es más, precisamente en esta tendencia descubrimos el segundo requisito para desarrollar un carácter recto y atractivo. Una vez (o cada vez más) aceptada su naturaleza, tiene que apuntar todas sus potencias hacia ideales que la trascienden. Por ejemplo, es la que concibe como su misión comunicar la verdad a través de una carrera periodística. O la que se siente llamada a educar y formar a niños y jóvenes, sean sus hijos o sus alumnos. También es la estudiante leal que nunca tacha a sus amistades con chismes mezquinas.

La mujer hecha y derecha es la que aprende a ponderar y responder a las alegrías y las tragedias propias y de la vida ajena. Es la mujer de palabra y acción constructivas cuando en el fuero interior hierven emociones de frustración o angustia. Es la que siempre sabe acoger con una sonrisa, a pesar de sentir ese “no sé qué me pasa”, o la que no hace tanto caso a sus propias lágrimas para atender al más dolido aunque no sepa qué decirle. Es la que no se desanima cuando encuentra que aún no es la mujer que quiere ser.

La mujer plenamente hecha tiene que construirse derecha, fuerte, entregada. Sobre todo, para hacerse, tiene que hacerse para algo y alguien más. Esa es la mujer que necesita el mundo de hoy.



Ser Mujer… privilegio y responsabilidad

“Te doy gracias mujer por el hecho mismo de ser mujer. Con la “intuición” propia de tu feminidad enriqueces la comprensión del mundo y contribuyes a la plena verdad de las relaciones humanas”
Karol Wojtyla

Hay una famosa anécdota que cuenta de un rey que siendo niño quiso cambiar el mundo y no pudo; de joven quiso cambiar su Patria y no pudo; de adulto quiso cambiar a su familia y tampoco pudo; ya de anciano decidió cambiar él mismo, y lo hizo con éxito, y su cambio impactó en su familia, en su Patria y en el mundo.

Las mujeres estamos hoy enfrentando un mundo diferente, un mundo en el cual las oportunidades, la igualdad, los derechos, se han ido obteniendo gracias a una concientización cultural e ideológica que ha sido encabezada por muchas mujeres, y también por varios hombres.

Sin embargo hoy la mujer sigue quejándose de un trato diferenciado, de menos oportunidades, de menor retribución económica. La mujer sigue sintiendo que la responsabilidad del hogar es exclusivamente suya y que no se le reconocen sus esfuerzos ni sus logros… Es común escuchar “mi marido me trata mal”, “mis hijos me usan”, “mi jefe me falta al respeto”, “mis opiniones no cuentan”…

Lo grave de esto, es que algunas de esas mujeres, pareciera que disfrutan el papel de “mártires” pues siguen educando a sus hijos bajo los mismos parámetros de discriminación hacia la mujer (¡es hombre!), y ellas mismas siguen sin entender quienes son, ni qué cualidades tienen, ni cómo pueden manifestar y vivir su feminidad en plenitud, ni los diferentes roles que deben y pueden asumir en el mundo moderno.

Esta es una cultura en la cual el simple hecho de ser mujer conlleva limitaciones, una imagen inferior, un parámetro degradado, pero sobre todo una actitud de “no valgo lo que él vale”.

Tanto el hombre como la mujer son personas humanas

Es por ello fundamental regresar a la base:

1. Tanto el hombre como la mujer son personas humanas.

2. Como personas humanas, el hombre y la mujer, tienen los mismos derechos y obligaciones.

3. Como persona humana la mujer tiene ciertas cualidades, formas de ser, características psicológicas, intelectuales y físicas “femeninas”, que le hacen aportar de manera diferente y complementaria al hombre, en diversos y muy variados aspectos de la vida. Solo la mujer es capaz de Amar como Ama, solo la mujer da su vida literal y figurativamente por aquellos a quienes ama, solo la mujer se dona integral y desinteresadamente con la única recompensa de ver al ser amado feliz, pleno, lleno de Amor y de paz.



Cuando la mujer se hace conciente de esos tres aspectos, debe actuar en consecuencia, debe comenzar a cambiar ella misma el concepto, la forma y el fondo de asumir, vivir y enfrentar su propia feminidad, reflejando esto en su relación con todas las personas y en todos los aspectos de su vida, para vivirlos todos integralmente y en plenitud:

1. Su relación consigo misma y con su propio fin: “Soy mujer con la meta de vivir mi feminidad en plenitud preparándome en todos los aspectos de mi persona, asumiendo mis deberes y mis derechos responsable y libremente con todo el Amor que sea capaz para ser feliz en lo temporal y lo trascendente”

2. Su relación familiar: “Soy hija, esposa y madre, para Amar, para dar, para servir, para complementar, para impregnar a mi familia con mis cualidades íntimamente femeninas que los ayudarán, los formarán como personas íntegras y les darán el calor insustituible de un hogar”

3. Su relación de amiga: “Soy amiga para Amar, escuchar, aconsejar, servir y estar con mi totalidad femenina, apoyando para contribuir al bien ser y bien estar de mis amigos”

4. Su relación profesional: ”Soy profesionista para aportar intelectualmente con mi modo femenino de ser, todo aquello que humanice, vaya a lo concreto a la persona y contribuya a la consecución de resultados en mi ambiente laboral”

5. Su relación social: “Soy ciudadana activa que fomenta, vive e impulsa la responsabilidad femenina que debe reflejarse en políticas públicas que respeten la dignidad y la justicia para hombres y mujeres en todos los ámbitos de la vida, logrando así una sociedad plenamente humana”.

Puede afirmarse que el principal don de la mujer, es “Dar vida” en el sentido más amplio y a la vez más explícito del concepto, cuando en el hogar, el trabajo, la sociedad falta la mujer, la vida se ve en tonos grises… esa charolita de galletas que le puso un toque a la junta, esa idea profundamente humanista que le dio un giro a una estrategia, esa sonrisa que rompió el hielo en una negociación difícil, esa sensibilidad que evitó un mal negocio, ese apretón de manos que le dio luz al alma atribulada, ese abrazo que aminoró los fracasos escolares, ese embarazo que trae una nueva vida, ese regaño cariñoso que dio impulso al derrotado, esa ternura que animó al triste… ¿concibes el mundo sin todo esto?

Transformate a tí misma,la familia y el mundo

Ya basta de quejarnos y echar la culpa a “los hombres” de lo que somos y de lo que vivimos. Comencemos por nosotras mismas conociendo, asumiendo y viviendo nuestra feminidad con legítimo orgullo. Esta actitud, forma de ser y de vivir, irá transformando paulatina pero inequívoca y constantemente, la actitud de nuestra familia, nuestro México y el mundo entero ante la mujer. Ya hay un buen trecho caminado, ahora nos toca a nosotras aterrizarlo en nuestras propias vidas. Está en nuestras manos.

Urge la participación de la mujer en todos los ámbitos de la vida, en casa formando las grandes personas del futuro, en la sociedad aportando su feminidad y su genio, en la política humanizando y trascendiendo. Urges tu como mujer, urge que tu asumas tu feminidad en plenitud. ¿Cuándo comenzarás a influir con tu feminidad que trasciende?



La mujer como don

Es común a varón y mujer la necesidad de un amor verdadero

Es conocida la enseñanza de Juan Pablo II en Mulieris dignitatem señalando que a la mujer se le confía el hombre, el ser humano, para cuidarlo. Esto queda más claro cuando se estudia el rol del varón. Todos debemos servirnos mutuamente, pero -a la vez- no siempre del mismo modo. En la cultura materialista está desprestigiada la abnegación, la donación oculta, pero no deja de ser significativo el vacío de la fama social, y lo poco íntimo que calan sus prestaciones al reducir los valores a consideraciones superficiales.

Es común a varón y mujer la necesidad de un amor verdadero. Juan Pablo II lo expresa así: "El hombre no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa de él vivamente" (RH 10). La falta de amor verdadero conduce al desengaño, aunque las manifestaciones puedan dar a entender lo contrario. El amor condicionado es amor propio; el amor egoísta no es amor. El amor sin condiciones es entrega, donación de uno mismo, apertura al otro. El amor humano es una extensión del amor divino en el hombre, es participación en la corriente divina de amor.

Estos rasgos generales -como ya hemos advertido antes- se dan con un matiz propio en la mujer, pues ella "es aquélla en quien el orden del amor en el mundo creado de las personas halla un terreno para su primera raíz"; más aún, "la dignidad de la mujer es medida en razón del amor" (MD 29). Por ello "la mujer no puede encontrarse a sí misma si no es dando amor a los demás". En concreto, "la fuerza moral de la mujer, su fuerza espiritual, se une a la conciencia de que Dios le confía de un modo especial el hombre, es decir, el ser humano. Naturalmente, cada hombre es confiado por Dios a todos y cada uno. Sin embargo, esta entrega se refiere especialmente a la mujer -sobre todo en razón de su femineidad- y ello decide principalmente su vocación" (MD 30).

Una consecuencia de este amor fecundo es la especial destinación de la mujer a la educación de los hijos. Dar la vida no se limita al acto de dar a luz, sino que se prolonga toda la vida, especialmente en la primera etapa en que la dependencia del hijo es casi total para sobrevivir y para situarse en un mundo que -con frecuencia- es difícil y exige muchas destrezas, y, sobre todo, para educar correctamente la libertad.

Estos principios generales están en confrontación con los planteamientos de competitividad, tanto en la vida de trabajo profesional como en la vida matrimonial. La competitividad lleva a desear triunfar sobre otros, a ser más, mientras que un planteamiento amoroso lleva a querer que el otro, o los otros, lleguen a desarrollar al máximo sus posibilidades. Es la lógica del servicio, tan alejada de la de la autoafirmación. Pero la ausencia de amor verdadero conduce a la frustración, aunque se dé un triunfo social.

Respecto a los hijos, la carencia de amor oblativo y donativo es la traslación hacia una forma de egoísmo particularmente molesta. Es el pretendido amor posesivo que busca más la propia satisfacción que el desarrollo de la libertad del hijo en una autonomía, que no es independencia, pero sí derecho a realizar la propia vida en el amor. Dios ama respetando la libertad de los hijos de Dios hasta extremos sorprendentes: éste es el modelo.

No sería comprensible hablar de la femineidad sin mencionar la belleza. Los cánones de belleza son cambiantes según la comprensión cultural y antropológica de cada momento, pero es patente la tendencia de la mujer a ser atractiva. Es cierto que se pueden dar deformaciones de vanidad, egocentrismo y frivolidad. Pero no es menos cierto que si una mujer descuida la atención por ser atractiva revela un deterioro de su interioridad, además del de su aspecto externo. Esto es así porque la tendencia a ser atractiva se funda primordialmente en el papel de dadora de vida. El varón buscará a la mujer, y la mujer atraerá al varón. Es posible que decaiga esa atracción en provocación, pero eso no es más que una consecuencia del pecado, no es algo original. El pudor es una defensa de la intimidad para no ser considerado como objeto, pero también es una manifestación de la atracción para el amor interpersonal y para alcanzar el papel de madre en la vida.

La masculinidad

Pocos son los estudios realizados sobre la masculinidad, quizá por estimar que durante siglos la preeminencia social del varón ha sido grande, llegando incluso a diversas formas de abuso sobre la mujer. Esta carencia no nos libera del cometido de llegar hasta la última raíz de esta manifestación tan importante del ser humano, claramente diversa de la feminidad en la mujer, aunque igual en lo esencial.

Si tomamos la perspectiva desde arriba, desde la misma intimidad de Dios -Uno en esencia y Trino en Personas-, afirmamos que la masculinidad realiza más el ser personal del Verbo. Veamos, pues, lo que caracteriza al Verbo. El Hijo Unigénito nace de Otro en la filiación; es engendrado eternamente por el Padre. En el Padre reside la fontalidad (la "fuente") del amor; en el Hijo reside la receptividad del amor. El Hijo es pura acogida, eterna obediencia de amor; Él es el Amado antes de la creación del mundo (cf. Jn 17, 24); "como el Padre tiene vida en sí mismo, así ha concedido al Hijo tener la vida en sí mismo" (Jn 5, 26). El eterno Amante se distingue del eterno Amado; el Hijo procede del Padre por la plenitud desbordante de su Amor. El Hijo es el Otro en el amor; Aquél sobre quien reposa el movimiento de la generosidad infinita del Amor fontal.

Por otra parte, la generación eterna del Hijo es intelectual, de manera que el Hijo es la Imagen perfectísima del Padre, es la Palabra, el Verbo, la Verdad. La relación respecto de la creación es importante en nuestra consideración y seguimos la doctrina de san Pablo: "Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda criatura, porque en Él fueron creadas todas las cosas, las visibles y las invisibles, ya sean los tronos o las dominaciones, los principados o las potestades. Todo ha sido creado por Él y para Él" (Col 1, 15-16). En el lenguaje aristotélico-tomista, diríamos que el Hijo es la causa ejemplar y final de la creación. Cuando el Padre quiere la creación, en su amor fontal, toma al Hijo como modelo de un mundo de hijos, los hombres situados en un lugar destacado -ante todo-por su espiritualidad y libertad.

Pero en la redención el modelo del Hijo cobra mayor fuerza aún: Cristo es "el primogénito de entre los muertos, para que sea Él quien tenga la primacía de todo" (Col 1, 18). La plenitud de la Humanidad y del cosmos en su perfección histórica se realiza en la asimilación de todo al Hijo, como hijos en el Hijo. El Hijo será -como Hombre unido a la divinidad- la cabeza de la nueva Humanidad redimida y de toda la creación material42.

Con estos datos revelados podemos ver mejor la identidad de la masculinidad como una realización del ser del Verbo en lo humano. Lo característico del Hijo, dentro de su ser amado y su ser obediente, está en la Verdad y en la realización especial del desarrollo y progreso de la creación. Ahí podemos ver la dignidad del trabajo como participación en el poder creador de Dios y en la redención. Después vendrá ese papel protector de la vida verdaderamente humana. Dignificar la vida es el papel del Verbo encarnándose, y también será el papel del varón en su rol teológico en el mundo.

El trabajo creador

El Verbo es la Palabra, el Logos, la Verdad. Lógicamente, también es Amor, pero expresado en relación muy directa con el conocimiento. La generación del Hijo es por vía de conocimiento, aunque sea un acto de amor fontal del Padre. Tanto varón y mujer son hijos en el Hijo. Pero con diferencias de misión como distintos son el Hijo y el Espíritu Santo en cuanto a sus misiones. Ya vimos lo característico del Espíritu Santo y de la femineidad. Veamos ahora lo específico de la masculinidad como modo de manifestarse el ser humano.

La masculinidad tiene mayor facilidad para buscar la verdad a través de los razonamientos abstractos. Esto favorece la tendencia al idealismo y a la elaboración de las grandes síntesis y sistemas. Por otra parte, en él la relación con el mundo exterior es muy fuerte, con una clara tendencia a dominarlo, cosa que realiza a través del trabajo, lo que hoy -en la sociedad desarrollada- llamamos trabajo profesional, de tal modo que los éxitos y los fracasos influyen de manera muy importante en los varones. La carencia de un trabajo satisfactorio lleva a la frustración. Esta tendencia a dominar la creación se favorece con la capacidad de iniciativa, asumiendo una serie de riesgos que serían fatales para una mentalidad más conservadora, pero que -frecuentemente- dan buenos resultados. El varón se siente, a menudo, motor del progreso. Otra característica del varón, muy unida a las anteriores, es una desarrollada fuerza física y anímica que facilita las tareas que acabamos de mencionar.



¿Cuando surgió el dilema?

Hasta antes del siglo XIX, el trabajo era una parte integral de la vida de la mujer, quien representaba sus roles de esposa, madre, ama de casa y trabajadora, de una manera natural. Nadie se escandalizaba de saber que la esposa salía de la casa para atender a algún enfermo, el puesto en el mercado, el comercio familiar, el trabajo en la agricultura o en la granja. La mujer siempre había trabajado como mujer (no como hombre) y eso era lo natural. En su casa, guardadas, sólo se quedaban las mujeres enfermas o minusválidas.

En el siglo XIX, con la Revolución industrial, los hombres vieron que el trabajo en las fábricas era demasiado rudo para la mujer (lo cual era cierto) y, queriendo protegerla y proteger a su familia del abandono materno, la excluyeron por completo de la opción de compartir su riqueza con el mundo. Decidieron, los hombres, que ellos se dedicarían a la empresa y la mujer solamente al hogar, enfrentándola a un problema que antes no existía: Maternidad, sí - Trabajo, no.

Esta decisión masculina significó una pérdida importante en la identidad intrínseca de la mujer, quien se sabe llamada a darse, no sólo a su marido y a sus hijos, sino también a la sociedad. La mujer del s XIX, como la de hoy, estaba convencida de poder atender hijos, marido, casa, sobrándole aún tiempo y capacidad para amar a los demás. Su naturaleza, llamada a la entrega, se sintió aprisionada en un espacio que le quedó chico y, con toda razón, se rebeló.

Fue entonces cuando la mujer, representada por el movimiento que iniciaron las ideas de Simone de Beauvoir, pidió el derecho de volver a trabajar, porque se sentía insatisfecha solamente con el trabajo de la casa, pero… aquí estuvo el gran error… el movimiento feminista, en lugar de pedir sus derechos de mujer como mujer, pidió que la devolvieran al mundo laboral con condiciones iguales al varón. Al ser aceptada su propuesta, se metió en mil problemas, pues la mujer nunca podrá trabajar como un hombre. La mujer debe trabajar como mujer y el hombre como hombre.

No niego que la mujer es capaz de cubrir las responsabilidades de cualquier puesto de trabajo, y las puede cumplir tal vez mejor que cualquier hombre, pues por su misma naturaleza llamada a la entrega incondicional, involucra toda su persona en lo que realiza, se apasiona fácilmente y tiene una fuerza impresionante para vencer los obstáculos. Pero para hacerlo bien, lo tendrá que hacer en su estilo femenino, de una manera integral, sin olvidar ni abandonar en ningún momento su condición de ser esposa, madre y ama de casa.

Al exigir condiciones iguales al hombre, la mujer se vio enredada en unas "reglas del juego" imposibles de cumplir sin descuidar sus otros roles : horarios fijos de trabajo, jornadas extensas, competencia dentro de la empresa. Con estas condiciones iguales a las del varón e incompatibles con sus roles de esposa y madre, la mujer se enfrentó al dilema contrario: "Trabajo sí, maternidad no."

En lugar de luchar por su derecho a darse, a entregarse a los demás, a enriquecer y ayudar al mundo, que es la inquietud del corazón de la mujer, el movimiento feminista distorsionó el mensaje y exigió para la mujer cosas totalmente contrarias al amor, cosas nacidas del egoísmo: el derecho a desarrollar-se, a superar-se, a enriquecer-se, a autorrealizar-se.

Con esto, la mujer perdió su identidad como mujer. El corazón de la mujer se deterioró cambiando el amor y el deseo de darse, por el egoísmo y el deseo de autorrealizarse.

Como consecuencia directa, la familia se empezó a deteriorar, por tener en su seno mujeres francamente deterioradas… mujeres que empezaron a ver a los hijos como "enemigos" u "obstáculos" de su autorrealización y que empezaron, por lo mismo, a tener menos hijos, más tiempo para sí mismas y por ende, más egoísmo, del cual ahora son víctimas los esposos, los hijos y la sociedad.

¿Qué podemos hacer para encontrar la verdadera realización?

El secreto está en regresar a lo propio de la mujer, que es la entrega de sí misma. Sólo entregándose totalmente, es como la mujer se puede sentir auténticamente realizada.

Hoy más que nunca, el mundo necesita de la mujer. La mujer no puede, ni debe, desperdiciar los dones que ha recibido, aún cuando haya decidido no trabajar para una empresa de manera formal.

Es injusto, no sólo para ella, sino para la sociedad completa, que una mujer que ha estudiado, que tiene una carrera profesional, que sabe varios idiomas, que tiene un corazón enorme para entregarlo a los demás, se quede con esos dones escondidos, guardados e inutilizados, llenando su tiempo libre en los gimnasios, los cafecitos, los centros comerciales y los salones de belleza.

La mujer plenamente realizada no es aquella que obtiene grandes éxitos profesionales a costa del descuido de su familia. Tampoco aquella que se queda en casa de una manera egoísta, cómoda e insatisfecha. La mujer que se siente realizada, es la que ama y se siente amada, la que se entrega de manera plena, a su marido, a sus hijos y a la sociedad.

Así como comer, dormir, bañarse y cocinar, jugar tenis e ir a visitar a la amiga, son compatibles con la maternidad y la correcta educación de los hijos, también es compatible trabajar. Nunca debió de hacerse esa separación, pues el trabajo no es un derecho de la mujer, sino una responsabilidad natural para con el mundo entero.

El secreto está en hacerlo por amor y no por egoísmo, por compartir lo mucho que se ha recibido con el mundo y no por querer ocupar un lugar exitoso. Los hijos se darán perfecta cuenta de las intenciones de su mamá. Así como aborrecerán a una madre egoísta que los abandona sólo por buscar su propia satisfacción, la admirarán en cambio, si saben que los deja un rato por ir a hacer el bien en un mundo urgido de su sabiduría, ternura y cariño.



¿Qué se sabe acerca de María después del nacimiento de Jesús?

Al cabo de algún tiempo, vemos a María, a José y al Niño instalados en Nazaret. Allí hay un solo episodio notorio: la pérdida y hallazgo del Niño, a los 12 años, en Jerusalén. Fue el tiempo que llamamos de la «vida oculta» de Jesús, su vida de hogar, de familia, de trabajo. Jesús empieza su vida «pública», su vida apostólica y misionera, hacia los 30 años. María lo acompaña, a veces de cerca, a veces más lejos. El Evangelio nos la muestra en Cana asistiendo a un matrimonio, y al pie de la cruz en que Jesús está muriendo. También en varias otras oportunidades. El libro de los Hechos la menciona en el Cenáculo junto a los apóstoles, después de la Resurrección del Señor. La Tradición sugiere que murió en Efeso -en el Asia Menor- en casa de Juan el Evangelista.

¿Cómo era María?

Del Evangelio se desprende que María era humilde y pura; que era decidida y valiente para enfrentar la vida; que era capaz de callar cuando no entendía y de reflexionar y meditar; que se preocupaba de los demás y que era servicial y caritativa; que tenía fortaleza moral; que era franca y sincera; que era leal y fiel. María es, como mujer, un modelo para las mujeres. Es también para los hombres el tipo ideal de mujer.

¿En qué consiste principalmente la grandeza de María?

En ser madre de Dios. Algunos han dicho que María es madre de Jesús «en cuanto hombre», pero no de Jesús «en cuanto Dios». Esta distinción es artificial y, de hecho, nunca la hacemos. Una madre es madre de su hijo tal cual es o llega a ser. No decimos que la madre de un presidente, por ejemplo, ha sido la madre de él como niño pero no como presidente o que nuestra mamá sea madre de nuestro cuerpo solamente, pero no de nuestra alma que es infundida por Dios. Nunca hacemos esta distinción; decimos simplemente que es nuestra madre. María es Madre de Jesús. Jesús es Dios. Luego, podemos decir que María es Madre de Dios y en eso consiste fundamentalmente su grandeza.

¿Tiene María alguna relación especial con la Santísima Trinidad?

Sin duda. Es la hija predilecta del Padre. Se lo dice el ángel el día de la Anunciación: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc. 1, 28). Tiene también con el Espíritu Santo una relación que se ha comparado a la de la esposa con el esposo. Lo dice el ángel: «El Espíritu Santo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño que nacerá de ti será llamado Santo e Hijo de Dios» (Lc. 1, 35). «No temas María porque has encontrado gracia delante de Dios» (Lc. 1, 30).

¿Qué dice la Biblia?

Vamos por parte: Es cierto que esos privilegios no están contenidos «explícitamente» en la Biblia. La Biblia, por ejemplo, no habla de la Inmaculada Concepción ni de la Asunción. Pero están contenidos implícitamente en la Biblia. Por ejemplo, en una semilla de rosal no está la rosa. No se ve la rosa, pero ahí está en germen y poco a poco con la savia que viene de la tierra húmeda y con el calor del sol brotará el rosal y en él florecerá la rosa.

Así también todo lo que la Iglesia enseña de María ha brotado de la semilla del Evangelio, al calor del Espíritu Santo, que sigue iluminando al Pueblo de Dios y lo lleva a descubrir de a poco toda la riqueza que El mismo ha colocado, como en un germen, en la Escritura inspirada por El.

Todo lo que la Iglesia enseña acerca de María es coherente con la imagen de María que nos formamos al leer el Evangelio, con humildad y con espíritu de fe.

¿Qué dicen los evangelios acerca de las hermanas y hermanos de Jesús?

El idioma que usaba Jesús y sus discípulos no tiene muchas palabras para distinguir los distintos grados de parentesco. Para todo se usaba la palabra «hermano» y así lo vemos en Génesis 13, 8 y en Mt. 13, 55. Las palabras originales que traducimos en castellano por «hermanos» y «hermanas» significan no sólo los hermanos carnales sino también los primos y otros parientes cercanos. La Virgen María no tuvo otros hijos. Jesús es el «único hijo» de María. Esto se muestra claramente por el hecho de que al morir, Jesús entregó su madre a Juan (Jn. 19, 27).

San Pablo dice que Jesucristo es el único Redentor y ¿por qué dice la Iglesia católica que María es corredentora?

Así es. Jesús es el único Redentor, pero San Pablo enseña también que nosotros colaboramos a la redención uniendo nuestros sufrimientos a los de Cristo. «Me alegro por lo que sufro por ustedes, porque de esta manera voy completando en mi propio cuerpo lo que falta a los sufrimientos de Cristo por la Iglesia, que es su cuerpo» (Col. 1, 24). María sufrió durante la pasión de su Hijo como nadie jamás ha sufrido, porque tenía, más que nadie, horror al pecado, porque amaba a su Hijo más que nadie; porque amaba a los hombres por quienes su Hijo sufría y moría. Por eso ha participado tan íntimamente en la redención. No es ella la redentora; hay un solo Redentor, Jesucristo. Pero se la puede llamar corredentora con toda propiedad explicando bien el alcance de este término.



4. Agradecimiento a las mujeres

Benedicto XVI no cesará de reivindicar la riqueza del genio femenino. Ya lo ha hecho y, qué duda cabe, lo seguirá haciendo. El reflejo de esas manifestaciones comienza a dejarse sentir en muchos otros ámbitos de la Iglesia. Cómo no traer a cuento aquellas palabras de gratitud pensadas, escritas y pronunciadas por aquel gran poeta y Papa, Juan Pablo II, que hayan eco en su predecesor:

“Te doy gracias, mujer-madre, que te conviertes en seno del ser humano con la alegría y los dolores de parto de una experiencia única, la cual te hace sonrisa de Dios para el niño que viene a la luz y te hace guía de sus primeros pasos, apoyo de su crecimiento, punto de referencia en el posterior camino de la vida.

Te doy gracias, mujer-esposa, que unes irrevocablemente tu destino al de un hombre, mediante una relación de recíproca entrega, al servicio de la comunión y de la vida.

Te doy gracias, mujer-hija y mujer-hermana, que aportas al núcleo familiar y también al conjunto de la vida social las riquezas de tu sensibilidad, intuición, generosidad y constancia.

Te doy gracias, mujer-trabajadora, que participas en todos los ámbitos de la vida social, económica, cultural, artística y política, mediante la indispensable aportación que das a la elaboración de una cultura capaz de conciliar razón y sentimiento, a una concepción de la vida siempre abierta al sentido del « misterio », a la edificación de estructuras económicas y políticas más ricas de humanidad.

Te doy gracias, mujer-consagrada, que a ejemplo de la más grande de las mujeres, la Madre de Cristo, Verbo encarnado, te abres con docilidad y fidelidad al amor de Dios, ayudando a la Iglesia y a toda la humanidad a vivir para Dios una respuesta « esponsal », que expresa maravillosamente la comunión que El quiere establecer con su criatura.

Te doy gracias, mujer, ¡por el hecho mismo de ser mujer! Con la intuición propia de tu feminidad enriqueces la comprensión del mundo y contribuyes a la plena verdad de las relaciones humanas”.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Los Jovenes católicos y la política

CHARLA EN LA UCA PARANÁ

Lozano insta a los jóvenes a que participen en política Jueves 20 de Septiembre de 2012 Hs.


El obispo Jorge Lozano dijo: “El que da de comer en la calle tiene un compromiso político” El obispo de Gualeguaychú, Jorge Lozano, instó a los jóvenes a meterse en las estructuras de los partidos políticos, para así poder cambiar aquello que sea necesario cambiar.

“No tenemos que esperar que el cambio se dé. Tenemos que hacerlos nosotros. Yo no puedo esperar a que todas las parroquias sean santas para meterme a participar. Hay que dejar de lado esa mirada purista. Hay que cambiar desde las estructuras mismas de la sociedad”, aseguró.

En opinión de Lozano, en la Argentina se ha instaurado una concepción “adolescente” de la democracia en la cual la sociedad sólo participa una sola vez al año cuando hay que emitir el voto. “Y después nos borramos: nos borramos de la familia, de la escuela, del barrio, de la sociedad, y no participamos”, opinó.

EL obispo de Gualeguaychú presentó en la sede local de la Universidad Católica Argentina (UCA) dos libros de su autoría, “Vamos por la vida” y “Por el camino de la justicia y la solidaridad”, ambos editados por Editorial San Pablo.

En ese ámbito, ponderó las distintas formas de participación política de la sociedad. “El que da de comer en la calle tiene un compromiso político”, dijo, aunque resaltó que con eso solo no basta.

Lozano subrayó que “quienes sancionan las leyes son los diputados y los senadores, y quienes las implementan, bien o mal, son los gobernantes, y si queremos que algo cambien, también tenemos que participar, no basta sólo con algunas acciones”.

Recordó al respecto los datos que arrojó el último relevamiento sobre del Barómetro de la Deuda Social de la UCA que dieron cuenta que entre la población, el 15% manifestó que participa de iniciativas solidarias, pero que apenas el 2% participa en política. “Es necesaria la participación política, pero también debe haber un incentivo para esa participación”, subrayó, y al respecto destacó los programas de capacitación de la Iglesia.

En lo que hace a la participación política en las escuelas, Lozano dijo que actualmente se da, donde, por ejemplo, en cada elección van candidatos a exponer sus plataformas. Aunque se manifestó contrario a la incursión de los partidos políticos en los centros de estudiantes.

Luego de exponer los pormenores de sus libros, trazar una reseña de los ejes centrales, dejó espacio para la consulta de la escasa platea que siguió con atención su exposición. Entonces, una de la preguntas que se le hicieron giró en torno a la posibilidad del voto a los 16 años.

Dijo: “En principio, no me parece ni bien ni mal. Tal vez sea bueno que los jóvenes voten a los 16 años. Lo que sí digo es que no es el derecho más urgente que necesitan ejercer los jóvenes. Pienso, por ejemplo, que es más necesario que se les garanticen el derecho a la salud, a la educación, a una vivienda digna”.

MENSAJE. Próximos a la celebración del Día del Estudiante, Lozano se dirigió también a los jóvenes y sostuvo que “en estos días cercanos a la Primavera se sale más con amigos, se organizan fiestas y paseos. La vida es un regalo maravilloso”, por lo que recomendó: “Cuidala en vos y en los demás”.

Monseñor Lozano dijo “algunas cosas a modo de pedido: a los jóvenes estudiantes: estudien. Aprovechen este tiempo para conocer, capacitarse, prepararse. Aprendan también a valorarse mutuamente y forjar lazos fuertes de amistad”.

A los universitarios, les pidió que “a la hora de estudiar, no piense cada uno nada más que en sí mismo o la nota de un examen. Tengan en cuenta a las personas a las que servirán en el futuro. La sociedad necesita profesionales capaces y solidarios”.

Y a los que trabajan, “sepan que colaboran en la obra creadora de Dios. Sean honestos con lo que hacen y participen en la búsqueda del bien común”.