jueves, 22 de marzo de 2012

EL MUNDO AMA LA VIDA ¿Y ARGENTINA?

Italia: aumenta el grupo interparlamentario por el valor de la vida



Diputados y senadores piden una jornada por la vida y la ley contra la eutanasia


Por Antonio Gaspari

ROMA, jueves 22 marzo 2012 (ZENIT.org).- En un encuentro en Roma, este martes en el Aula de la Comisión de Sanidad del Senado italiano, la Asociación Grupo Interparlamentario por el Valor de la Vida anunció varias iniciativas en favor de la vida naciente, y contra las derivas de la eutanasia.
El senador Stefano De Lillo, uno de los promotores de la Asociación, explicó que el intergrupo ha superado el número de setenta entre senadores y diputados, y ha propuesto y compartido una serie de iniciativas.
La primera se refiere a la petición al presidente del senado de calendarizar el voto definitivo para la aprobación del decreto Ley sobre las declaraciones anticipadas de tratamiento (DAT).
Como se sabe, no se trata de la propuesta de ley, discutida ya en el Senado y en la Cámara, para impedir que se den otros casos de cultura eutanasia como el de Eluana Englaro.
El senador Raffaele Calabrò, primer firmante de la propuesta de ley, explicó que tras muchas discusiones y relativas enmiendas y cambios, ahora el decreto ley está en el senado y está esperando el voto decisivo para la promulgación.
Aunque el DDL votado en la Cámara por los diputados no es exactamente el votado por el senado en primera instancia, según el senador Calabrò. Si no se llega a conclusión, todo el trabajo hasta aquí realizado resultaría inútil.
La petición de calendarizar el voto sobre el DDL relativo a las DAT ha sido apoyada también por Domenico Di Virgilio, expresidente de los Médicos Católicos.
El senador De Lillo ha pedido también la calendarización del proyecto de ley nº 2206, relativo a las normas en favor de los trabajadores que asisten a familiares gravemente inválidos, ya votada con cobertura financiera el 21 de mayo de 2010.
Es una ley que favorecería la jubilación anticipada de padres o hijos que asisten a personas inválidas y/o gravemente enfermas.
Respecto a la institución de la jornada nacional por la Vida, todos los presentes se encontraron de acuerdo, en cuanto –subrayó el senador Oreste Tofani- el nivel de civilización de un país se mide por la defensa de la vida naciente.
En este sentido, Ignazio Abrignani pidió la formulación de una carta de los valores en la que la defensa de la vida sea el primero de los derechos humanos a proclamar y defender.
Respecto a las políticas de ataque a la vida, la doctora Anna Fusina suscitó el problema de las píldoras abortivas como Ella One y Esmya, cuya libre distribución es objeto de discusión.
El senador De Lillo recordó a este respecto una pregunta parlamentaria de Paola Binetti, expresidenta de Scienza & Vita, en la que se denuncia el uso de principios activos difundidos para curar ciertas enfermedades y ahora usados como abortivos.
Ha sucedido así con el Cytotec, utilizado inicialmente para la cura de la úlcera y usado ahora como abortivo clandestino, y con el Ulipristal acetato, utilizado para el tratamiento preoperatorio de los fibromas uterinos y ahora principio base de las píldoras abortivas.
Contra tales acciones incorrectas para favorecer los abortos, los presentes sostuvieron la necesidad de difundir la cultura de la vida.


Ama la vida, toda la vida


Carta pastoral del obispo de Córdoba ante el 25 de marzo


MADRID, jueves 22 marzo 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos la carta pastoral del obispo de Córdoba, monseñor Demetrio Fernández, con motivo de la próxima fiesta de la Encarnación, el 25 de marzo.

+ Demetrio Fernández

El 25 de marzo nos habla del misterio de la Encarnación del Señor en el seno de María virgen por obra del Espíritu Santo. Nueve meses antes de la Navidad, el Hijo de Dios ha entrado en el mundo milagrosamente, virginalmente, y se ha sometido a las leyes del crecimiento humano. Ha sido un embrión, un feto que ha madurado en el seno materno, ha sido dado a luz y ha vivido una vida humana como la nuestra. Coincidiendo con este día, celebramos la Jornada por la Vida, este año con el lema “Ama la vida, toda la vida”.

Somos amigos de la vida, porque toda vida humana es un don de Dios para el hombre, toda vida humana es sagrada, desde su comienzo por la fecundación hasta su muerte natural. Hay leyes que no tienen en cuenta esta realidad, y dejan al arbitrio de la madre y de los que deciden con ella la posibilidad de matar al propio hijo en el seno materno. Todo un negocio, que esconde beneficios de millones de euros. En España, más de un millón de muertos. En Andalucía, cerca de 200.000. En Córdoba, en torno a 12.000. Cifras de los últimos diez años. Se trata de una verdadera sangría. Más muertos que en la guerra, una guerra silenciosa en contra de la vida, que además es presentada en tono de progreso. Nunca la muerte de un ser humano puede ser un progreso. Con la falta que nos hace repoblar nuestras tierras con sangre nueva ante el envejecimiento acelerado de la población.

Por otra parte, recibimos con satisfacción la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (18.10.2011), que considera todo óvulo después de la fecundación como un “embrión humano”. Urge, por tanto, defender la vida en sus inicios, apoyar a las madres que quieren llevar adelante su embarazo, aunque haya sido no deseado. Son necesarias políticas familiares que alienten la maternidad y la apoyen. Se necesita una formación afectivo-sexual de los jóvenes y de los adultos que rompa el cerco de la anticoncepción, una mentalidad que se opone a la vida como si fuera una desgracia el nacimiento de un nuevo hijo.

La vida debe ser amada y respetada en todas sus fases. De ahí brota el respeto a toda persona, incluso a los más débiles e indefensos, a los discapacitados, a los que necesitan más ayuda para desenvolverse o sobrevivir. El Consejo de Europa (25.01.2012) ha aprobado recientemente una resolución por la que dictamina que “la eutanasia, en el sentido de la muerte intencional, por acción u omisión, de un ser humano en función de su presunto beneficio, debe ser prohibida siempre”, y especifica que “en caso de duda, la decisión siempre debe ser pro-vida y a favor de la prolongación de la vida”.

La proclamación del valor de la vida humana por parte de la Iglesia Católica, que en muchos casos se ha quedado sola, va teniendo cada vez más eco en las instituciones y en la conciencia de mucha gente. Hoy percibimos un movimiento provida cada vez más fuerte por parte de personas de todo tipo, sobre todo jóvenes. En USA se está librando en estos meses una batalla decisiva en este campo, donde los obispos católicos se han puesto al frente de la defensa de la vida en todas sus fases. El negocio contra la vida produce ingresos de millones de euros, es un tremendo negocio, pero la vida humana no tiene precio, es de un valor infinitamente más alto que el dinero.

La campaña de la Iglesia católica en España nos recuerda este año: “Ama la vida, toda la vida”. Es decir, sé amigo de la vida, de toda vida, durante toda la vida. Defiende esa vida, más todavía si es débil e indefensa, en cualquier fase de su existencia. La sociedad tiene en este tema un termómetro para medir su salud. Vale la pena luchar en esta batalla a favor de la vida. Contamos con la ayuda de Dios, como David ante el gigante Goliat. Contamos con la intercesión de María, madre de la vida, que en este día 25 de marzo acogió en su seno virginal el fruto bendito de su vientre, Jesús.



Cardenal Cipriani presidirá solemne Misa en el Día del Niño por Nacer


En la catedral de Lima

LIMA, jueves 22 marzo 2012 (ZENIT.org).- Este domingo 25 de marzo, con motivo de la solemnidad de la Anunciación de la Virgen María, se celebrará en la basílica catedral de Lima, Perú, la Misa Solemne por el “Día del Niño por Nacer”, presidida por el cardenal Juan Luis Cipriani.
Como parte de la preparación para la misa, a partir de las 10:00 a.m. se rezará el Santo Rosario por las almas de todos los niños víctimas del aborto, fallecidos sin haber recibido el sacramento del bautismo.
Culminado el rezo del Santo Rosario, el arzobispo de Lima y primado del Perú presidirá la Santa Misa en el marco del “Día del Niño por Nacer”, con el propósito –afirma una nota enviada a ZENIT por Oficina de Prensa del Arzobispado de Lima- “de que todos los peruanos tomen conciencia de la importancia de la defensa de la vida desde el momento de la concepción hasta su fin natural y oremos por la conversión de quienes promueven y apoyan el crimen del aborto”.
Como se recuerda, añade la nota, “la Iglesia promueve una auténtica cultura de la vida, en la que todo ser humano sea respetado desde el primer instante de su existencia, y cada niño sea acogido con amor y reconocido como persona, y por lo tanto vea garantizado su derecho fundamental a la vida desde su concepción”.
La Comisión de Familia y defensa de la Vida de la Archidiócesis de Lima “invita a todas las comunidades, religiosos y fieles laicos a participar en este evento”.


Gran Vigilia de Oración por la Vida en Asís


El 25 de marzo

ASÍS, jueves 22 marzo 2012 (ZENIT.org).- En el día en el que se recuerda la Anunciación a María y la concepción de Jesús, las asociaciones que defienden la vida se reúnen en oración por los niños concebidos y todavía no nacidos. También este 25 de marzo será un momento importante para los Movimientos por la Vida de Umbria, Italia.
En esta fecha en que la Iglesia recuerda la Anunciación a María de su maternidad por parte del arcángel Gabriel, tendrá lugar en la basílica de Santa María de los Ángeles, en Asís, una gran Vigilia de Oración por la Vida naciente.
Animadores de esta iniciativa, que ve a los fieles llegar a Asís desde diversas partes de Umbria, son (junto a los Movimientos por la Vida religionales) la Asociación Proyecto Gemma--adopción prenatal a distancia y la Tercera Orden Franciscana de Umbria. El obispo de Asís, monseñor Domenico Sorrentino, presidirá la Vigilia y celebrará la Santa Misa.
En el centro de este momento de oración, estarán los niños concebidos y todavía no nacidos, o sea aquél momento de la vida humana tan frágil e indefenso, al cual todavía cuestra trabajo reconocerle todos los derechos de la persona humana.
La Vigilia del 25 de marzo comenzará a las 21 horas.
Mayos información sobre las actividades de los Movimientos por la Vida de Umbria están disponibles en el sitio: www.mpvumbria.it, así como en el canal youtube MpVitaUmbria y también en la página de Facebook: Movimento per la Vita Umbria.


Colombia: Jornada por la Vida y la Familia


Marcha para conmemorar el día mundial del Niño por Nacer

BOGOTÁ, jueves 22 marzo 2012 (ZENIT.org).- El próximo domingo 25 de marzo de 2012, tendrá lugar en Bogotá, Colombia, una marcha para conmemorar el día mundial del Niño por Nacer.
Los participantes se reunirán a las tres de la tarde en la, en la torre Colpatria para marchar en procesión hasta la plaza de Bolívar para conmemorar el dia mundial del Niño por Nacer.
Lo único que hay que llevar llevar es la propia presencia y de ser posible un globo, una flor, una
bandera o cualquier otro elemento con el que se quiera celebrar la vida.
Es una invitación “a los artistas, músicos, escritores, académicos, profesionales de la salud, religiosos, fieles laicos y en general a todos aquellos que consideren que sus vidas son más que una cifra, que una estadística”, afirman los organizadores en una nota enviada a ZENIT.
“La defensa de la vida no constituye una opción sino una obligación para todos aquellos que nos denominamos cristianos. La vida debe ser respetada y defendida sin importar leyes inicuas que quieran apocar su valor y sentido”, señalan.

Para saber más: http://jornadaporlavidaylafamilia.blogspot.com

Pena de Muerte a un INOCENTE

Argentina:  La Corte castiga con la pena de muerte al fruto de una violación


Según el arzobipo de La Plata, monseñor Aguer

LA PLATA, lunes 19 marzo 2012 (ZENIT.org).- Monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata, Argentina, en el programa Claves para un Mundo Mejor (América TV), dedicó su habitual reflexión televisiva semanal, al reciente fallo de la Corte Suprema de Justicia, que, afirma el arzobispo, “refiriéndose a un caso particular que llegó hasta su altísima autoridad, ha realizado una interpretación en sentido amplio, laxista, del viejo Artículo 86 del Código Penal que no castigaba el aborto en el caso de una mujer deficiente mental que había sido violada”.

Monseñor Aguer recordó que “hay una vieja disputa acerca de cual es el alcance y el sentido preciso de ese Artículo 86 del Código Penal, y la Corte ha interpretado autoritativamente extendiendo esa no penalización del aborto a todo caso de violación” y luego comentó que “ahora el presidente de la Corte dice que no se trata de favorecer la legalización del aborto, pero aquí se está produciendo una jurisprudencia autorizada que va a ser aplicada en muchísimos casos. De hecho, entonces, hay que decir que la Corte ha concretado la no penalización del aborto en caso de violación”.

“La Corte jamás se atrevería a castigar con la pena de muerte al violador pero sí está castigando con la pena de muerte al fruto de una violación, añadiendo a ese crimen horrendo que es la violación este otro crimen que es la muerte del inocente, porque de eso se trata la inhumación de una vida inocente”, afirmó el prelado platense.

“Ahora bien, lo extraño es que la Corte Suprema de Justicia de la Nación falle en contra de la Constitución” y que “es particularmente significativo porque la Constitución, reformada en 1994, ha incorporado a su texto Tratados Internacionales que defienden el derecho a la vida desde el instante de la concepción”.

También consideró que “aquí hay algo muy extraño porque la Corte Suprema que es la encargada de custodiar la Constitución falla, en este caso, en contra de la Constitución. Lo que podría haberse propuesto en todo caso es declarar inconstitucional aquel viejo Artículo del Código Penal que, en los años 20 del siglo pasado, haciéndose cargo de una mentalidad eugenésica que reinaba en la Argentina de la época, ha establecido eso de la posibilidad de que aborte una mujer deficiente mental violada. Ahora la Corte dice que no es necesario que sea deficiente mental sino que toda mujer violada puede recurrir tranquilamente al aborto”.

Monseñor Héctor Aguer también indicó que “por desgracia esto es la Argentina: marchamos alegremente hacia el mundo del revés” pues “en algunos países en los que, desde hace años, rige el acceso legal al aborto se vienen verificando movimientos de opinión e iniciativas dirigidos a aminorar, si es posible, los efectos funestos de semejante disposición”.

Puso como ejemplo Italia “donde crecen los objetores de conciencia que se niegan a intervenir aplicando la ley que permite el aborto desde 1978. Son ginecólogos y personal sanitario en gran número”, donde en algunas regiones “los ginecólogos que se niegan a eliminar a los niños por nacer se elevan hasta alcanzar el 85,2%, los anestesistas al 77,8% y el personal no médico al 87%. O sea que se van a ver en una dificultad porque no van a poder aplicar la ley precisamente porque ha evolucionado favorablemente la conciencia de aquellos que se dan cuenta que no han venido a ejercer esa profesión para matar”.

“Este contexto difiere muchísimo de lo que ocurre en la Argentina porque allá, ciertamente, el aborto es una triste desgracia desde hace años pero comienza a esbozarse un retroceso, un retorno mientras que acá, nosotros, empezamos a acelerar el camino de ida”.

PARA PENSAR

jueves, 15 de marzo de 2012

El sacerdocio, la «profesión» más feliz

El sacerdocio, la «profesión» más feliz

Reflexión teológico pastoral en el Día del Seminario 2012

MADRID, jueves 15 marzo 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos el texto de la reflexión teológico pastoral elaborada por la Comisión Episcopal de Seminarios y Universidades de España, con motivo del Día del seminario 2012.


El sacerdocio, la «profesión» más feliz

A finales del pasado mes de noviembre, la prestigiosa revista norteamericana Forbes, especializada en el mundo de los negocios y las finanzas y conocida habitualmente por la publicación anual de la lista de las personas más ricas del mundo, publicaba una lista de las diez profesiones más gratificantes, a juzgar por el grado de felicidad de quienes las ejercían. Los sacerdotes católicos y los pastores protestantes –los clérigos– lideraban el ranking.

¿Es el sacerdocio la profesión más feliz del mundo? Según el parecer de la revista Forbes, sí. La razón esgrimida en el artículo para justificar la felicidad inherente al ejercicio del sacerdocio consiste en que este otorga a la vida un sentido que hace de la propia existencia algo digno de ser vivido. Según el estudio, ni la remuneración económica ni el status social que se deriva del ejercicio de una profesión inciden en la felicidad que reporta.

La afirmación de que los sacerdotes eran las personas más satisfechas y realizadas en el ejercicio de su profesión causó sorpresa tanto entre creyentes como en no creyentes. La imagen que habitualmente se tiene del sacerdocio apunta más bien en dirección contraria. Los sacerdotes son presentados con frecuencia como hombres algo amargados, apartados del mundo y escasamente comprometidos con los problemas reales de la sociedad. Por eso, afirmar que el sacerdocio es la profesión más “feliz” causa cierta perplejidad e invita a formular una cuestión: ¿qué es lo que hace del sacerdocio la profesión más feliz del mundo? Responder a esta cuestión no es fácil. Hoy quizá más que nunca somos conscientes de que los obstáculos y las dificultades del camino sacerdotal no son escasos, y que las sombras acompañan siempre los momentos luminosos. El sacerdote experimenta el gozo de la entrega y el servicio desinteresado, pero también padece, como tanta gente en nuestro mundo tecnificado, la soledad. Acompaña a las personas, es instrumento de la misericordia de Dios, pero muchas veces se siente indigno y pecador. Preside la Eucaristía, predica la Palabra, anima y guía a la comunidad cristiana, pero son pocos los que le escuchan o parecen interesados en el mensaje del que es portador. Si las sombras en el ejercicio del sacerdocio son tan evidentes como las luces, el interrogante que planteábamos no se despeja describiendo las tareas del sacerdote.

Esta última constatación nos induce a pensar que la pregunta por los motivos que hacen del sacerdocio la “profesión” más feliz quizá no esté bien planteada. ¿Es el sacerdocio una profesión? Es verdad que podemos identificar algunas tareas que son propias del sacerdocio, y que el sacerdocio está considerado socialmente como un “trabajo cualificado”, pero si se le pregunta a cualquier sacerdote por la índole de su sacerdocio, ninguno dirá que se trata de una profesión. Dirá más bien que se trata de una vocación.

¿Profesión o vocación?

El estudio de Forbes se hace eco de una equívoca identificación entre profesión y vocación, ampliamente difundida en nuestra cultura, y que da lugar a no pocos malentendidos. Aunque es cierto que algunas profesiones tienen un componente vocacional elevado (en general las profesiones arquetípicas, como el médico, el psicólogo o el maestro), no es menos cierto que un gran número de profesiones carecen de este carácter.

En la siguiente tabla aparecen algunos indicadores que establecen algunas diferencias entre una profesión y la vocación, en este caso la sacerdotal.

Profesión

Se refiere a una actividad externa

Se determina en función de los gustos, las cualidades y las posibilidades

Se pone en funcionamiento la dimensión creativa-generativa

Remunerado

Puede cambiar

Pide disciplina y dedicación

Vocación

Tiene que ver con el interior de la persona

Exige una determinación espiritual

Se ponen en funcionamiento todas las dimensiones de la vida: afectiva, de la existencia racional, creativa, etc.

Gratuito

Permanece

Exige exclusividad, entrega absoluta,

nace de una pasión

Las diferencias enumeradas no han de ser consideradas dialécticamente, como opuestos excluyentes, sino como matices distintivos. El que la vocación sacerdotal requiera de una determinación espiritual, es decir, de una elección libre del individuo que responde ante Dios, no significa que los propios gustos se marginen o que las propias cualidades permanezcan sin explotar. Hay sacerdotes que son excelentes músicos, escritores o profesores. Lo que significa es que estos, contra lo que muchas personas opinan, no constituyen el elemento fundamental de la vocación sacerdotal.

Si observamos con detenimiento las notas mencionadas, enseguida nos percatamos de que mientras los indicadores de la profesión tienen que ver sobre todo con el hacer, los de la vocación apuntan más bien al ser. La vocación, en efecto, afecta a nuestra identidad profunda, dice quiénes somos en realidad, más allá de toda apariencia. De este modo, podemos decir que el sacerdocio es una profesión en la medida que el sacerdote “hace” cosas, desempeña diversas funciones, pero con eso no está dicho todo. Lo que verdaderamente define al sacerdocio es su carácter vocacional; es decir, el hecho de que se trata de un proyecto de vida que exige una determinación espiritual (una respuesta a una llamada), que afecta a todas las dimensiones de la vida (corpórea, afectiva, intelectual, etc.), que pide exclusividad, entrega y fidelidad absolutas, y que es animado por una pasión: la pasión por el Evangelio.

El lema escogido para la campaña del Día del Seminario en este año reza precisamente así: “Pasión por el Evangelio”. Esta expresión alude a la energía interior, al movimiento del corazón, que nutre toda vocación sacerdotal tanto en su origen como en su crecimiento. La vocación al sacerdocio está animada por esta pasión, un arrebato que desinstala a quien posee de sus coordenadas habituales y le ofrece un espacio diverso en el que integrarse.

El sacerdocio, una cuestión de pasión…

La pasión es un movimiento del alma, una exaltación de nuestro ser, que surge espontáneamente, sin que medie determinación alguna por parte de quien es presa de ella. Es un elemento fundamental de la experiencia del amor, aunque esta no se agota en la pasión. La pasión embruja, hechiza, desinstala de la realidad habitual para hacer entrar a quien posee en una dimensión distinta, en otro orden de realidad. Es la condición indispensable del enamoramiento.

Con frecuencia se piensa que la pasión es instintiva e irracional, que irrumpe intempestivamente, arrasando toda consideración racional o moral. «La pasión es ciega», dice el dicho popular. El genial escritor Stendhal, en cambio, afirma: «la pasión no es ciega, sino visionaria». Frente a la creencia popular, la pasión no es arbitraria y voluptuosa, sino que recrea la realidad, imagina un nuevo orden, un mundo diverso, precisamente para hacer más habitable el mundo real. En este sentido, se puede decir que la pasión no es “razonable”, ya que cuestiona la prudencia de la razón, el realismo de la sensatez que no pocas veces enmascara un larvado pesimismo.

La pasión, señalábamos antes, es un ingrediente fundamental del enamoramiento y, consecuentemente, de la experiencia del amor. La pasión, por tanto, es provocada siempre por una persona que suscita en nosotros un deseo de proximidad y unión. Las cosas o las ideas no poseen esta capacidad. Cuando en el lenguaje cotidiano se utilizan expresiones como «me apasiona el fútbol» o «siento pasión por los toros», el término pasión es usado en un sentido analógico, porque solo una persona es capaz de suscitar pasión.

… por el Evangelio

Sentir pasión por el Evangelio es posible porque el Evangelio no es primariamente un mensaje, un conjunto de ideas encomiables, sino fundamentalmente una persona, Cristo, el Hijo de Dios, que nos ha invitado a la conversión y a creer en el Evangelio (Mc 3,14), o sea, en Él mismo, portador y realizador de la salvación. Él ha llevado a cabo la salvación por los caminos de Galilea, curando a los enfermos, expulsando a los demonios, acogiendo a los pecadores y excluidos, predicando la buena noticia de la misericordia de Dios. Él ha constituido la Iglesia para perpetuar el anuncio del Evangelio, y le ha dejado el Espíritu para que suscite la pasión por el Evangelio en todos los creyentes, para que sean testigos de Cristo, Hijo de Dios, que murió por nuestros pecados y resucitó (1 Cor 15, 1ss). El anuncio del Evangelio es, en efecto, una empresa tan urgente y personal que, sin duda, requiere grandes dosis de pasión.

Una pasión así solo puede nacer del corazón de Dios, quien se ha apasionado primero por el hombre. El mismo Dios, que siente predilección por sus criaturas, es quien toca el corazón en la intimidad de cada hombre, quien suscita la pasión por el Evangelio en cada ser humano, especialmente en aquellos a quienes llama a ser testigos en la Iglesia de la incesante fecundidad del Evangelio: los sacerdotes.

Los profetas utilizan el lenguaje de la pasión para dar cuenta de esta especial relación que se constituye entre Dios y aquellos a quienes elige de entre su pueblo para una misión especial a la que no pueden sustraerse: «Yo me decía: “No lo recordaré; no volveré a hablar en su nombre”; pero había en mis entrañas como fuego, algo ardiente encerrado en mis huesos. Yo intentaba sofocarlo, y no podía» (Jr 20,9). La pasión, avivada por el Espíritu, empuja a la proclamación del Evangelio, hace de este anuncio una tarea insoslayable, urgente, necesaria para quien lo proclama, pues su vida se haya estrechamente vinculada al mensaje anunciado.

Tener pasión por el Evangelio solo es posible si se contempla a Cristo como origen y raíz del Evangelio. De los episodios de la vida de Jesús, de sus palabras incisivas y de sus gestos de misericordia brota un estilo de vida evangélico del que el sacerdote es testigo y portador. En la contemplación de Cristo, presente y actuante en la Eucaristía y la Palabra, fermenta el estilo evangélico, la gestualidad cristiana, que se alimenta de una incesante pasión por el Evangelio, avivada por el contacto habitual con Cristo en la oración y los sacramentos.

La pasión en cierto modo va impresa en la misma lógica del Evangelio. El Evangelio no es para gente “razonable”, para gente que tiene “los pies en la tierra”. El Evangelio subvierte la lógica del mundo, valora la realidad terrena con criterios ajenos a los comunes. En este sentido, el Evangelio difiere del “sentido común”, del modo habitual de comprender los retos de la existencia. Quien acoge el Evangelio eleva la mirada, entra en una esfera de conocimiento diferente, aprende a observar la realidad desde otro ángulo, con los ojos de Dios. Solo puede entrar y permanecer en esta lógica quien está animado por una pasión por el Evangelio.

La pasión posibilita el surgimiento de la esperanza allí donde la razón solo constata la imposibilidad, donde el sentido común desaconseja cualquier inversión. Esta realidad se constata claramente en la experiencia del amor. La literatura nos da cuenta de amores imposibles –Abelardo y Eloísa, Calixto y Melibea, Romeo y Julieta–, que prosperan en virtud de la pasión, capaz de suscitar la esperanza de un amor logrado, no obstante la aparente imposibilidad de llevarlo a cabo. La pasión por el Evangelio nos abre también a la esperanza, desplegando una mirada nueva sobre la realidad, hasta entonces percibida como cerrada en sí misma. No se trata de una esperanza cualquiera, sino de la Esperanza con mayúsculas: la esperanza de la salvación, del advenimiento del Reino de Dios. Esta esperanza tiene como garante el Evangelio predicado –Cristo muerto y resucitado– y constituye el dinamismo esencial de la fe cristiana.

Así, la pasión por el Evangelio emerge como una fuerza que empuja a crecer, a estrechar la distancia entre Cristo y cada uno de nosotros. Se trata de un dinamismo necesario en el seguimiento de Jesús, pues nos alerta ante cualquier acomodamiento.

La pasión por el Evangelio libera de las certezas adquiridas, nos obliga a distanciarnos de ellas para cuestionarlas. El Evangelio es para quien lo acoge y lo hace vida una fuente constante de riesgo, pues abre una brecha entre la realidad –personal y social– tal como es y la realidad tal como debería o podría ser.

«Te recuerdo que reavives el don de Dios que hay en ti por la imposición de mis manos…» (2 Tim 1, 6)

A veces, cuando se rompe una pareja, se aduce como razón que “se había extinguido la pasión”. Es verdad. En toda historia de amor –y la vocación sacerdotal lo es– existe el riesgo de que la pasión se apague, de que deje de alumbrar y dar calor a la propia existencia. ¿Cómo conjurar este riesgo?

Hemos comenzado este escrito haciéndonos eco de la sorprende noticia aparecida en la revista Forbes en la que se afirmaba que el sacerdocio es la profesión más feliz del mundo. Al explicar la diferencia entre una profesión y la vocación, señalábamos que la vocación sacerdotal se caracterizaba por estar animada en su origen y desarrollo por una verdadera pasión por el Evangelio. Lamentablemente, esta pasión puede decaer, dejar de dar luz y calor al corazón sacerdotal.

Por esto, el saludo de Pablo a Timoteo contiene una exhortación a reavivar el don de la vocación recibida. Pablo es consciente de que si esta pasión no se alimenta se desvanece azotada por los vaivenes de la vida y las dificultades. La crisis vocacional de nuestro tiempo aparece así como una crisis de pasión, una mengua de la vitalidad y el entusiasmo en la vivencia de la vocación sacerdotal, que repercute en la capacidad de suscitar en los jóvenes el deseo de unirse más estrechamente a Cristo. Recordar que el núcleo de la vocación sacerdotal está habitado por una inextinguible pasión por el Evangelio invita a volver la mirada sobre ella para reavivarla y contagiar así a otros de esta fuerza salvífica que no conoce fronteras.

«Al verlos, compruebo de nuevo cómo Cristo sigue llamando a jóvenes discípulos para hacerlos apóstoles suyos, permaneciendo así viva la misión de la Iglesia y la oferta del Evangelio al mundo» (Homilía de Benedicto XVI en la celebración eucarística con los seminaristas durante la JMJ 2011).

CUIDEMOS LA VIDA

Argentina: "Este fallo debilita mucho la defensa de la vida", dice la Iglesia

La Corte Suprema de Justicia declaró no punible el aborto en caso de violación

BUENOS AIRES, jueves 15 marzo 2012 (ZENIT.org).- Apenas un día después de que el máximo tribunal firmara por unanimidad un fallo, que confirmó que el aborto no es punible en caso de violación, el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor José María Arancedo, fue recibido este miércoles por el titular de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, Ricardo Lorenzetti.

Al salir del Palacio de Tribunales, el arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz reiteró la preocupación de la Iglesia por la resolución al asegurar que ahora la posibilidad de practicarse un aborto aparece "mucho más fácil".

"Este fallo debilita mucho la defensa de la vida. El aborto se justifica solamente en una declaración jurada de que la mujer ha sido violada, sin la necesidad de que haya que ver quién ha sido el violador. El violador acá parecería que es inocente", sostuvo monseñor Arancedo en diálogo con la prensa.

“Cuando perdemos el sentido de que la vida es un límite, corremos el peligro de trastocar mucho valores”, agregó.

El arzobispo santafesino reveló que la respuesta de Lorenzetti a su planteo fue que con el fallo la Corte “responde a algunas necesidades” sociales alrededor del aborto.


Tras insistir en que la resolución del máximo tribunal “culturalmente no nos hace bien”, advirtió que “puede abrir una puerta al aborto que nunca es una solución, nunca hay razones que justifiquen optar por una vida frente a la otra”.

“Para la Iglesia, el aborto nunca es una solución y no hay razones que lo justifiquen porque es una muerte. Habrá que buscar soluciones de contener a la madre, de acompañarla, pero nunca el aborto”, aseveró.

Al referirse a la declaración jurada que permite a una mujer certificar que fue violada, monseñor Arancedo reiteró que “ha quedado mucho más abierta la posibilidad de abortos sin tiempo, porque puede ser un embarazo de dos meses o cinco meses”.

Al ser consultado sobre qué le diría a una mujer violada, el prelado respondió: “Que confíe en la vida, tampoco es una solución matarle lo que está en su vientre. Más que alentar a la chica a que aborte hay que decirle ‘serenate, lo que está en vos es vida humana. La violación siempre va a ser para ella una mancha pero no pongamos otra con la muerte de su hijo”.

Monseñor Arancedo, quien concurrió al Palacio de Tribunales acompañado por el presbítero Andrés Tello Cornejo, definió la reunión con el ministro de la Corte como “muy serena, tranquila, cordial”, y aclaró que estaba programada de antemano.

Por su parte, la Facultad de Derecho de la Universidad Pontificia Católica Argentina (UCA) expresó, en un comunicado, su “preocupación” ante el fallo de la Corte Suprema de Justicia sobre el aborto y advirtió que “introduce una profunda herida en la protección de los derechos humanos fundamentales de los niños por nacer”.

Asimismo, insistió en considerar que la decisión del máximo tribunal “introduce un profundo quiebre en las bases del Estado de Derecho y del sistema de derechos humanos”.

“La incertidumbre en torno a los supuestos de abortos no punibles se debería resolver a través de decisiones judiciales, legislativas y administrativas que siempre den prioridad al derecho a la vida y procuren por todos los medios salvar la vida tanto del niño como de su madre. No se puede imponer a operadores jurídicos y profesionales de la salud la realización de acciones que impliquen quitar la vida de seres humanos. La importancia del derecho a la vida exige que se extremen los recaudos para una interpretación que preserve el derecho de todos y que se adopten las medidas para proteger integralmente a las víctimas de violencia sexual a través de una adecuada asistencia integral”, concluyó.

Por su parte, el obispo de Nueve de Julio, monseñor Martín de Elizalde OSB, afirmó: “La conciencia de los cristianos no puede aceptar que la vida de un niño por nacer sea considerada como algo del cual es posible deshacerse. El reciente fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación no sólo abre las puertas a un trámite abreviado para hacer posible el aborto y sin las necesarias garantías de defensa de la vida inocente, sino que disimula la gravedad de su decisión convirtiéndolo en un simple paso aclaratorio de un proceso que se considera normal, y que es objeto de un derecho presuntamente adquirido, pero solamente de la madre”.

El prelado advirtió que “detrás de este fallo no es difícil prever que se darán situaciones injustas, y vendrá también la confusión de las conciencias, como si las situaciones verdaderamente condenables, como la violación, justificaran una reacción que convierte en víctima a un inocente”.


Monseñor Elizade señaló que “se pretende distinguir ahora entre la acción legislativa, que no se ha pronunciado claramente todavía sobre la cuestión, y la decisión judicial, como ésta dada por la Corte Suprema”, y consideró que “es legítimo pensar que se está indicando así la dirección que tomará en adelante la legislación en materia del respeto por la vida y el derecho de familia, de lo cual hay anticipos en la anunciada reforma del Código Civil”.

sábado, 10 de marzo de 2012

Madre Clelia Merloni

QUIERO HACERME SANTA

Oh, MARÍA
siendo esposa de tu Jesús
soy tu hija,
ayúdame entonces porque
QUIERO HACERME SANTA.

Yo sé que tendré que amar la humildad,
la caridad y el olvido de mí misma,
buscar el último lugar en todo y siempre
para someter
y aniquilar mi orgullo,
pero, no importa, estoy decidida:
QUIERO HACERME SANTA.

Tendré que amar al desprecio...
no justificarme jamás,
no desanimarme nunca,
pero nada importa,
con tal que pueda conseguir
hacerme santa.
Tendré continuamente que hacerme
violencia, vencerme
en miles de ocasiones,
una más penosa que la otra…
pero no importa
QUIERO ABSOLUTAMENTE
HACERME SANTA.

Tendré que ejercitar una extrema
caridad hacia el prójimo:
amarlo, soportarlo
y nunca lamentarme cuando
sea injusto conmigo,
no obstante
QUIERO HACERME SANTA.
 
Sé también que siempre tendré
que actuar con espíritu de fe,
de penitencia,
tendré que realizar todas mis acciones
bajo la mirada de Dios
que me observa,
tendré que mortificarme frecuentemente
y resistir a todas
mis inclinaciones naturales,
aún así,
QUIERO HACERME SANTA.

Tendré que romper continuamente
las repugnancias de la naturaleza,
la atracción de los placeres,
tendré que amar el silencio,
el recogimiento,
el retiro, el trabajo,
sin cansarme ni desanimarme;
no obstante,
QUIERO HACERME SANTA.

Tendré que esforzarme en la capilla
para ser fervorosa en la oración,
vigilar para no distraerme,
dar buen ejemplo
con mi conducta y recogimiento;
aunque me resulte penoso,
quiero hacer cada cosa,
PARA HACERME SANTA.

En los sufrimientos y enfermedades,
en el tedio, en las acusaciones injustas,
en las contrariedades cotidianas,
no tendré ni que lamentarme,
ni que murmurar.
QUIERO HACERME SANTA.
 
El demonio me atormentará
con la amargura, con el tedio,
con tentaciones,
mas nada importa porque
QUIERO HACERME SANTA
A CUALQUIER PRECIO.

¿De qué manera podré llegar a ser santa?
Haciendo lo mejor que pueda
las acciones que
me serán impuestas cada día.

Muchos santos, (que están) en el Paraíso,
no hicieron nada diverso
de lo que yo hago aquí…
Oración, meditación,
exactitud en los actos comunitarios,
sumisión con espíritu de fe
a cualquier sacrificio
permitido por Dios diariamente…,
toda acción que tendré que hacer,
quiero hacerla como si Dios
estuviese presente, me mirase y
sonriese ante mis esfuerzos.

Quiero hacerla como si
fuese ayudada por
mi Ángel Custodio
que para esto tiene una misión especial
y no espera sino ser rogado por mí.
Quiero hacer cada acción
como si no tuviese que hacer nada más
de lo que me es pedido por la obediencia
en ese momento,
y no la dejaré
hasta que no la haya realizado
con toda la perfección que me es posible.
Quiero hacer cada una de ellas
como si luego tuviese que ofrecerlas
en homenaje a Dios
y a la Santísima Virgen.
Sin duda, Dios espera ser alabado
con esta acción.
Dios unió una gracia
particular a esta acción.
El reconocerá que lo amo
si, a pesar del tedio,
continúo para terminar mi tarea.
Dios hace que se escriba
cada una de mis acciones bien hechas,
que más tarde formarán
mi corona en el Cielo.
Dios borra muchos de
mis pecados pasados si,
para agradarle,
me esfuerzo por hacer bien
tal acción.
Dios recibe de mí,
su pobre hija,
una gloria que lo compensa
de las blasfemias de los malos,
de la rebeldía de las almas
que no quieren someterse
a su divina voluntad.
Oh sí, Dios mío,
Sí.
¡QUIERO HACER SIEMPRE BIEN
TODAS MIS ACCIONES!