martes, 18 de marzo de 2014

Enseñemos a rezar a los niños

Catequesis para la familia, semana del 17 de marzo de 2014
Por Eva Carreras del Rincón
 “Nos acostumbramos a vivir en una sociedad que pretende dejar de lado a Dios, donde los padres ya no enseñan a los hijos a rezar ni a santiguarse. Yo os pregunto: vuestros hijos, vuestros niños, ¿saben hacer la señal de la cruz? Pensadlo. Vuestros nietos, ¿saben hacer la señal de la cruz? ¿Se lo habéis enseñado? Pensad y responded en vuestro corazón. ¿Saben rezar el Padrenuestro? ¿Saben rezar a la Virgen con el Ave María? Pensad y respondeos. Este habituarse a comportamientos no cristianos y de comodidad nos narcotiza el corazón.” (Papa Francisco en la audiencia del 5 de marzo)
Los días pasan rápido, rezamos algunas oraciones en familia, vamos a misa los domingos, llevamos a nuestros hijos a catequesis y en el colegio van a clase de religión. Esto debería bastar.
¿Seguro?
Este domingo cuando recemos el Padrenuestro durante la misa, mira la cara de tu hijo y fijate si lo sabe rezar. Puede ocurrir que demos por supuesto que se lo sabe y no sea así. No podemos tranquilizarnos pensando que ya se lo enseñarán en la catequesis o en religión. Puede que se lo preguntaran en catequesis, no se lo supiera y allí quedó la cosa. Y durante las clases de religión a veces se repasan estas oraciones y a veces no. Dependerá del niño si se las quiere aprender... o no y entonces la nota le subirá o bajará.
Cuando queremos enseñar a nuestros hijos nos preparamos y nos mentalizamos de que durante un determinado espacio de tiempo tendremos que repetir y repetir hasta que aprenda.
Con las oraciones vocales ocurre lo mismo pero además tienen un sentido y una razón de ser. No son un poema. Van dirigidas a Dios o a la Virgen.
Mis padres me enseñaron a hacer la señal de la cruz siempre que salía de casa. Además de repetir la acción todos los días, nos poníamos en manos de Dios y bajo su protección.
Durante esta cuaresma, junto a las oraciones de la noche, durante la bendición de la mesa o en cualquier otro momento en que acostumbremos a rezar juntos todos los días, recemos el Padrenuestro, la oración que Jesús nos enseñó. Empecemos rezando “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre” durante varios días y luego vamos añadiendo poco a poco el resto de la oración. En internet podemos encontrar dibujos que les ayuden a entender lo que decimos.
Cuando ya se la sepan podemos empezar del mismo modo con el Ave María.
No hacemos otra cosa que poner en acción la obra de misericordia “enseñar al que no sabe” y
lograr que la Cuaresma sea “un momento favorable para convertirse al amor a Dios y al prójimo; un amor que sepa hacer propia la actitud de gratuidad y de misericordia del Señor, que «se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza» (cf. 2 Cor 8, 9).”

viernes, 7 de marzo de 2014

FRANCISCO Y LA EMERGENCIA EDUCATIVA EN AMÉRICA LATINA

DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS MIEMBROS DE LA PONTIFICIA COMISIÓN PARA AMÉRICA LATINA
Sala Clementina
Viernes 28 de febrero de 2014

Buenos días. Agradezco al Cardenal Ouellet sus palabras y a ustedes todos el trabajo que han hecho durante estos días.
Transmisión de la fe, emergencia educativa. Transmisión de la fe lo escuchamos varias veces, no nos hace tanto ruido la palabra, sabemos que es una obligación hoy día cómo se transmite la fe, que ya fue tema propuesto para el anterior Sínodo que terminó en la evangelización. Emergencia educativa es una expresión recientemente adoptada por ustedes con los que prepararon esto. Y me gusta porque esto crea un espacio antropológico, una visión antropológica de la evangelización, una base antropológica. Si hay una emergencia educativa para la transmisión de la fe, es como tratar el tema de la catequesis a la juventud desde una perspectiva diríamos de teología fundamental. Es decir, cuáles son los presupuestos antropológicos que hay hoy día en la transmisión de la fe que hacen que para la juventud de América Latina esto sea emergencia educativa. Y por eso creo que hay que ser repetitivo y volver a las grandes pautas de la educación.
Y la primera pauta de la educación es que educar –lo hemos dicho, en la misma Comisión, una vez lo hemos dicho– no es solamente transmitir conocimientos, contenidos, sino que implica otras dimensiones. Transmitir contenidos, hábitos y valoraciones, los tres juntos.
Para poder transmitir la fe hay que crear el hábito de una conducta, hay que crear la recepción de valores que la preparen y la hagan crecer, y hay que dar contenidos básicos. Si solamente queremos transmitir la fe con contenidos, será una cosa superficial o ideológica que no va a tener raíces. La transmisión tiene que ser de contenidos con valores, valoraciones y hábitos, hábitos de conducta. Los antiguos propósitos de nuestros confesores cuando éramos chicos: “bueno, en esta semana vos hacé esto, esto y esto…”, y nos iban creando un hábito de conducta. Y no sólo el contenido sino los valores, o sea que en ese marco la transmisión de la fe tiene que moverse. Tres pilares.
Otra cosa que es importante para la juventud, transmitir a la juventud, a los chicos también, pero sobretodo a la juventud, es el buen manejo de la utopía. Nosotros en América Latina hemos tenido la experiencia de un manejo no del todo equilibrado de la utopía y que en algún lugar, en algunos lugares, no en todos, en algún momento nos desbordó. Al menos en el caso de Argentina podemos decir cuántos muchachos de la Acción Católica, por una mala educación de la utopía, terminaron en la guerrilla de los años ’70. Saber manejar la utopía, saber conducir –manejar es una mala palabra–, saber conducir y ayudar a crecer la utopía de un joven es una riqueza. Un joven sin utopías es un viejo adelantado, envejeció antes de tiempo. ¿Cómo hago para que esta ilusión que tiene el chico, esta utopía, lo lleve al encuentro con Jesucristo? Es todo un paso que hay que ir haciendo.
Me atrevo a sugerir, lo siguiente: una utopía en un joven crece bien si está acompañada de memoria y de discernimiento. La utopía mira al futuro, la memoria mira al pasado, y el presente se discierne. El joven tiene que recibir la memoria y plantar, arraigar su utopía en esa memoria. Discernir en el presente su utopía, los signos de los tiempos, y ahí sí la utopía va adelante pero muy arraigada en la memoria, en la historia que ha recibido; discernían el presente maestros del discernimiento –lo necesitaban para los jóvenes–, y ya proyectada para el futuro. Entonces, la emergencia educativa ya tiene un cauce allí para moverse desde lo más propio del joven que es la utopía.
De ahí la insistencia –que por ahí me escuchan– del encuentro de los viejos y los jóvenes. El icono de la presentación de Jesús en el Templo. El encuentro de los jóvenes con los abuelos es clave. Me decían algunos Obispos de algunos países en crisis, donde hay una gran desocupación de jóvenes, que parte de la solución de los jóvenes está en que le dan de comer los abuelos, o sea,  se vuelven  a encontrar con los abuelos, los abuelos tienen la pensión, entonces salen de la casa de reposo, vuelven a la familia, pero además le traen su memoria, ese encuentro.
Yo recuerdo una película que vi hace 25 años más o menos, de Kurosawa, de este japonés, este famoso director japonés; muy sencilla: una familia, dos chicos, papá, mamá. Y papá, mamá se iban a hacer una gira por los Estados Unidos, entonces le dejaron los chicos a la abuela. Chicos japoneses de Coca-Cola, hot dogs, o sea de una cultura de ese tipo. Y todo el film está en cómo esos chicos empiezan a escuchar lo que les cuenta la abuela de la memoria de su pueblo. Cuando los padres vuelven, los desubicados son los padres, fuera de la memoria, los chicos la habían recibido de la abuela.
Este fenómeno del encuentro de los chicos y los jóvenes con los abuelos ha conservado la fe en los países del Este, durante toda la época comunista, porque los padres no podían ir a la iglesia. Y me decían… –me estoy confundiendo pero, en estos días no sé si estuvieron los obispos búlgaros o de Albania–,  me decían que las iglesias de ellos están llenas de viejos y de jóvenes, los papás no van porque nunca se encontraron con Jesús, esto entre paréntesis. Este encuentro de los chicos y los jóvenes con los abuelos es clave para recibir la memoria de un pueblo y el discernimiento en el presente. Ser maestros de discernimiento, consejeros espirituales. Y aquí es importante para la transmisión de la fe de los jóvenes el apostolado cuerpo a cuerpo. El discernimiento en el presente no se puede hacer sin un buen confesor o un buen director espiritual que se anime a aburrirse horas y horas escuchando a los jóvenes. Memoria del pasado, discernimiento del presente, utopía del futuro, en ese esquema va creciendo la fe de un joven.
Tercero. Diría como emergencia educativa, en esta transmisión de la fe y también de la cultura, es el problema de la cultura del descarte. Hoy día, por la economía que se ha implantado en el mundo, donde en el centro está el dios dinero y no la persona humana, todo lo demás se ordena y lo que no cabe en ese orden se descarta. Se descartan los chicos que sobran, que molestan o que no conviene que vengan. Los obispos españoles me decían recién la cantidad de abortos, del número, yo me quedé helado. Ellos tienen allí los censos de eso. Se descartan los viejos, tienden a descartarlos. En algunos países de América Latina hay eutanasia encubierta, hay eutanasia encubierta, porque las obras sociales pagan hasta acá, nada más y los pobres viejitos... como puedan. Recuerdo haber visitado un hogar de ancianos en Buenos Aires, del Estado, donde estaban las camas llenas; y, como no había más camas, ponían colchones en el suelo y estaban los viejitos ahí. Un país ¿no puede comprar una cama? Eso indica otra cosa, ¿no? Pero son material de descarte. Sábanas sucias, con todo tipo de suciedad, sin servilletas, y los viejitos comían ahí, se limpiaban la boca con la sábana. Eso lo vi  yo, no me lo contó nadie. Son material de descarte, pero eso se nos mete dentro y acá caigo en lo de los jóvenes.
Hoy día, como molesta a este sistema económico mundial la cantidad de jóvenes que hay que darles fuente de trabajo, … el porcentaje alto de desocupación de los jóvenes. Estamos teniendo una generación de jóvenes que no tienen la experiencia de la dignidad. No que no comen, porque les dan de comer los abuelos, o la parroquia, o la sociedad de fomento, o el ejército de salvación, o el club del barrio. El pan lo comen, pero no la dignidad de ganarse el pan y llevarlo a casa. Hoy día los jóvenes entran en esta gama de material de descarte.
Entonces, dentro de la cultura del descarte, miramos a los jóvenes que nos necesitan más que nunca, no sólo por esa utopía que tienen –porque el joven que está sin trabajo tiene anestesiada la utopía o está a punto de perderla–. No sólo por eso, sino por la urgencia de transmitir la fe a una juventud que hoy día es material de descarte también. Y dentro de este item de material de descarte, el avance de la droga sobre la juventud. No es solamente un problema de vicio. Las adicciones son muchas. Como todo cambio de época se dan fenómenos raros entre los cuales está la proliferación de adicciones, la ludopatía ha llegado a niveles sumamente altos, pero la droga es el instrumento de muerte de los jóvenes. Hay todo un armamento mundial de droga que está destruyendo esta generación de jóvenes que está destinada al descarte.
Esto es lo que se me ocurrió decir y compartir. Primero, como estructura educativa transmitir contenidos, hábitos y valoraciones. Segundo, la utopía del joven relacionarla y armonizarla con la memoria y el discernimiento. Tercero, la cultura del descarte como uno de los fenómenos más graves que está sufriendo nuestra juventud, sobre todo por el uso que de esa juventud puede hacer, y está haciendo la droga para destruir. Estamos descartando nuestros jóvenes. El futuro, ¿cuál es? Una obligación. La traditio fidei es también, traditio spei y la tenemos que dar.
La pregunta final que quisiera dejarles es: cuando la utopía cae en el desencanto, ¿cuál es nuestro aporte? La utopía de un joven entusiasta, hoy día está resbalando hacia el desencanto. Jóvenes desencantados a los cuales hay que darles fe y esperanza.
Les agradezco de todo corazón el trabajo de ustedes, de estos días, para salir al frente de esta emergencia educativa y sigan adelante… Necesitamos ayudarnos en esto. Las conclusiones de ustedes y todo lo que podamos hacer. Muchas gracias.

Homilía del Papa en el Miércoles de Ceniza

ROMA, 05 de marzo de 2014

«Rasgad los corazones y no las vestiduras» 

Con estas penetrantes palabras del profeta Joel, la liturgia nos introduce en la Cuaresma, indicando en la conversión del corazón la característica de este tiempo de gracia. El llamamiento profético constituye un desafío para todos nosotros, ninguno excluido, y nos recuerda que la conversión no se reduce a formas exteriores o a propósitos vagos, sino que implica y transforma toda la existencia a partir del centro de la persona, de la conciencia. Estamos invitados a emprender un camino en el cual, desafiando la rutina, nos esforzamos en abrir los ojos y los oídos, pero sobre todo el corazón, para ir más allá de nuestro pequeño huerto.
Abrirse a Dios y a los hermanos. Sabemos que en un mundo cada vez más artificial, nos hace vivir en una cultura del "hacer", del "útil", donde sin darnos cuentas excluimos a Dios de nuestro horizonte. Y excluímos el horizonte mismo.
La Cuaresma nos llama a "despertarnos", a recordarnos que somos criaturas, simplemente que no somos Dios. Cuando yo miro el pequeño ambiente cotidiano y veo una lucha de poder por espacios pienso: esta gente juega a Dios creador, y aún no se han dado cuenta que no son Dios.
Y también hacia los otros arriesgamos cerrarnos, olvidarlos. Pero solo cuando las dificultades y los sufrimientos de nuestros hermanos nos interpelan, solamente entonces podemos iniciar nuestro camino de conversión hacia la Pascua.
Es un itinerario que incluye la cruz y la renuncia. El Evangelio de hoy indica los elementos de este camino espiritual: la oración, el ayuno y la limosna. Los tres implican la necesidad de no dejarse dominar de las cosas que aparecen: lo que cuenta no es la apariencia; el valor de la vida no depende de la aprobación de los otros o del éxito, sino de lo que tenemos dentro.
El primer elemento es la oración. La oración es la fuerza del cristiano y de cada persona creyente. En la debilidad y en la fragilidad de nuestra vida, podemos dirigirnos a Dios con confianza de hijos y entrar en comunión con Él.
Delante de tantas heridas que nos hacen mal y que nos podrían endurecer el corazón, estamos llamados a zambullirnos en el mar de la oración, que es el mar del amor sin límites de Dios, para disfrutar de su ternura.
La Cuaresma es tiempo de oración, de una oración más intensa, más asidua, más capaz de hacerse cargo de las necesidades de los hermanos, de interceder delante de Dios por tantas situaciones de pobreza y de sufrimiento.
El segundo elemento calificador del camino cuaresmal es el ayuno. Debemos estar atentos para no practicar un ayuno formal, o que en verdad nos "sacia" porque nos hace sentir bien. El ayuno tiene sentido si verdaderamente afecta a nuestra seguridad, y también si se consigue un beneficio para los otros, si nos ayuda a cultivar el estilo del Buen Samaritano, que se arrodilla ante su hermano en dificultad y se encarga de él. El ayuno implica la elección de una vida sobria, que no desecha, que no "descarta". Ayunar nos ayuda a entrenar el corazón en la esencialidad y el compartir. Es un signo de toma de conciencia y de responsabilidad frente a las injusticias, a los acosos, especialmente en lo relacionado con los pobres y los pequeños, y es signo de la confianza que ponemos en Dios y en su providencia.
El tercer elemento es la limosna: ésta indica la gratuidad, porque en la limosna se da a alguien del que no se espera recibir nada a cambio. La gratuidad debería ser una de las características del cristiano, que consciente de haber recibido todo de Dios gratuitamente, es decir sin ningún mérito, aprende a donar a los otros gratuitamente.
Hoy a menudo la gratuidad no forma parte de la vida cotidiana, donde todo se vende y se compra. Todo es calculado y medido. La limosna nos ayuda a vivir la gratuidad del don, que es libertad de la obsesión de posesión, del miedo a perder lo que se tiene, de la tristeza de quien no quiere compartir con los otros el propio bienestar.
Con sus invitaciones a la conversión, la Cuaresma viene providencialmente a despertarnos, a sacudirnos del letargo, del riesgo de ir adelante por inercia. La exhortación que el Señor nos dirige por medio del profeta Joel es fuerte y clara: "Volved a mí con todo el corazón".
¿Por qué debemos volver a Dios? ¡Porque algo no va bien en nosotros, no va bien en la sociedad, en la Iglesia y necesitamos cambiar, dar un cambio, y esto se llama tener necesidad de convertirnos! Una vez más la Cuaresma viene a dirigir su llamada profética, para recordarnos que es posible realizar algo nuevo en nosotros mismos y en torno a nosotros, sencillamente porque Dios es fiel, Él es siempre fiel porque no puede renegar de sí mismo, y porque es fiel continúa a ser rico en bondad y misericordia, y está siempre preparado para perdonar y comenzar de nuevo. ¡Con esta confianza filial, pongámonos en camino!

 (Zenit.org)

Formación de la conciencia

Jornada de Saberes que Iluminam a Missão: Formação da consciência:           Abaixo encontra-se o link de acesso para a visualização do material produzido por Ir. Alessandra Silva de Assis. Ela realizou su...