sábado, 27 de agosto de 2011

Argentina: “No una vida, sino dos”

Lo que está en juego si se despenaliza el aborto, advierte la Iglesia
BUENOS AIRES, viernes 26 de agosto de 2011 (ZENIT.org).- Citando el Deuteronomio --“Elige la vida y vivirás”-, los obispos argentinos hicieron público un mensaje, al término de la 159 Reunión de la Comisión Permanente, este 18 de agosto.


“Durante este Año de la Vida –afirman--, hemos reflexionado sobre ella y la hemos reconocido como un regalo maravilloso que recibimos de Dios, y que hace posible todos los otros bienes humanos. También hemos observado con dolor situaciones sociales en las que no se está promoviendo el valor supremo de la vida”.


“Hoy la vida está muy amenazada por la droga y las diversas adicciones, la pobreza y la marginalidad en la que muchas personas viven su existencia en un estado de vulnerabilidad extrema; también la delincuencia aparece hoy en forma frecuente como atentado contra la vida”, afirman.


Junto a estos peligros, señalan el aborto. “Queremos afirmar con claridad: cuando una mujer está embarazada, no hablamos de una vida sino de dos, la de la madre y la de su hijo o hija en gestación. Ambas deben ser preservadas y respetadas”, afirman los pastores.


“La biología manifiesta de modo contundente a través del ADN –añaden--, con la secuenciación del genoma humano, que desde el momento de la concepción existe una nueva vida humana que ha de ser tutelada jurídicamente. El derecho a la vida es el derecho humano fundamental”.


Constatan que en Argentina “hay un aprecio de la vida como valor inalienable. La vida propia y ajena es para los creyentes un signo de la presencia de Dios, e incluso a quienes no conocen a Dios o no creen en Él, les permite ‘sospechar’ la existencia de una realidad trascendente”.


Valoran las recientes medidas respecto del cuidado de la vida en la mujer embarazada y subrayan que “es absolutamente prioritario proteger a las futuras madres, en particular a las que se encuentran en estado de marginalidad social o con dificultades graves en el momento del embarazo”, con una llamada de atención a los padres: “Los varones, que también lo hicieron posible, no deberían desentenderse”.


Expresan su deseo de “escuchar, acompañar y comprender cada situación, procurando que todos los actores sociales seamos corresponsables en el cuidado de la vida, para que tanto el niño como la madre sean respetados sin caer en falsas opciones. El aborto nunca es una solución”.


Advierten que “una decisión legislativa que favoreciera la despenalización del aborto tendría consecuencias jurídicas, culturales y éticas”.


“Las leyes –explican- van configurando la cultura de los pueblos y una legislación que no protege la vida favorece una cultura de la muerte. La ley, en cuanto base de un ordenamiento jurídico, tiene un sentido pedagógico para la vida de la sociedad”.


Invitan a los fieles laicos y a todos los ciudadanos a reflexionar y expresarse con claridad a favor del derecho a la vida humana sin que este debate “provoque más divisiones en la sociedad argentina”.


Solicitan, por ello, que las expresiones vertidas sobre este tema se realicen “con el máximo respeto, eliminando toda forma de violencia y de agresividad, ya que estas actitudes no están a la altura del valor y de la dignidad que promovemos”.


Y concluyen invocando “la protección de Dios, fuente de toda vida, para que ilumine a los legisladores” y subrayando, en el marco del Bicentenario, que “cada vida humana acogida con grandeza de corazón renueva la existencia de nuestra Patria como hogar abierto a todas y a todos”.

jueves, 25 de agosto de 2011

“La consagración al Corazón de Jesús, cumbre de esta JMJ”

Monseñor Munilla:“La consagración al Corazón de Jesús, cumbre de esta JMJ”


Entrevista al responsable de la pastoral juvenil del episcopado español

MADRID, miércoles 24 de agosto de 2011 (ZENIT.org).- La consagración de los jóvenes al Corazón de Jesús realizada por Benedicto XVI durante la vigilia de Cuatro Vientos el sábado 20 de agosto en Madrid fue el momento cumbre de la vigésimo sexta Jornada Mundial de la Juventud.

Así lo señala en la siguiente entrevista a ZENIT monseñor José Ignacio Munilla el obispo responsable -junto al de Solsona, monseñor Xavier Novell- del departamento de pastoral de juventud de la Conferencia Episcopal Española.

El obispo de San Sebastián destaca la imprevisible movilización de jóvenes españoles para la JMJ, propiciada a última hora por el testimonio de los jóvenes extranjeros durante los Días en las diócesis previos al gran encuentro de Madrid.

Ahora, invita a releer ahora todos los discursos que el Papa pronunció –y el que no pronunció- durante la JMJ y a buscar un director espiritual como ayuda en el seguimiento de Cristo.

- ¿Qué destaca de la JMJ celebrada en Madrid?

Monseñor José Ignacio Munilla: Durante los meses y las semanas previas a la JMJ, no era previsible una movilización de jóvenes españoles tan grande como la que se ha producido. El número de inscripciones de peregrinos de los demás países era muy numeroso, pero el número de españoles inscritos dejaba bastante que desear.

Pues bien, la explicación de esta masiva asistencia a última hora, que a todos nos ha dejado sorprendidos, la tenemos que buscar, entre otros factores, en la gran animación que los peregrinos venidos de todas las partes del mundo, han realizado en las diócesis españolas, durante los días previos a la JMJ.

Una vez más, la iniciativa de los DED (Días previos en las diócesis), ha resultado ser muy efectiva y pedagógica. La huella que han dejado los jóvenes que venían camino de Madrid, ha sido verdaderamente profunda y efectiva.

- En su opinión, ¿cuáles son las principales novedades que ha ofrecido esta JMJ respecto a ediciones anteriores?

Monseñor José Ignacio Munilla: La dinámica de la JMJ está ya muy consolidada, y el esquema del encuentro de Madrid ha sido muy similar a los anteriores.

Creo que cabría destacar la amplísima oferta de la agenda cultural de esta JMJ, así como el novedoso método de provisión de alimentos, no ya por catering, sino sirviéndose de 2.500 restaurantes de Madrid, lo cual ha contribuido a una mayor integración de los jóvenes en la ciudad.

- ¿Cómo interpreta usted la lluvia de la vigilia nocturna en Cuatro Vientos?

Monseñor José Ignacio Munilla: Es curioso comprobar que esa fuerte tormenta, que nos sorprendió a todos los allí presentes, haciéndonos sentir la debilidad humana ante la naturaleza, introdujo el momento cumbre de la JMJ de Madrid.

Ciertamente, fue un momento de gracia, porque nos hizo ver cómo en un momento el viento nos despojaba de nuestros planes y programaciones, y quedábamos al desnudo ante la grandeza de Dios.

Justamente en ese instante, el Papa decidió suprimir sus palabras y pasar a lo esencial, a la adoración eucarística.

En medio de un silencio de oración impresionante, el Papa pronunció con voz confiada la Consagración de los jóvenes del mundo entero al Corazón de Jesús. Fue el momento cumbre de esta JMJ, que pasará a la historia.

- Ha sido poco comentada esa consagración de los jóvenes al Corazón de Jesús que el Papa realizó. ¿Qué sentido tiene ese gesto?

Monseñor José Ignacio Munilla: El Papa quiso con este gesto subrayar, ante unos jóvenes deseosos de transformar el mundo, que hay que priorizar el “ser” sobre el “hacer”.

¡Sólo los enamorados de Cristo pueden cambiar el mundo! Para poder llevar a cabo esa tarea de transformación del mundo, es necesario “ser de Cristo”, tener intimidad con Él, dejarnos mover por su Espíritu…

El Papa utilizó una sencilla fórmula, presentando a todos los jóvenes ante Jesucristo: “(…) con ardiente plegaria los consagro a tu Corazón, para que arraigados y edificados en Ti, sean siempre tuyos, en la vida y en la muerte. Que jamás se aparten de Ti! (…)”.

Fue una imagen impresionante del Papa, que nos traía a la memoria la conocida como Oración Sacerdotal de Jesucristo (cf Jn 17), en la que Éste oró al Padre para que no le fuese arrebatado ninguno de los que le habían sido confiados…

- ¿Con qué palabras se queda, de lo que ha dicho el Papa en sus discursos?

Monseñor José Ignacio Munilla: Ya de regreso en nuestras casas, tenemos que hacer un ejercicio de relectura de todos los discursos.

No me cabe duda de que fue providencial que el Papa no pudiese responder a las preguntas de los jóvenes en la vigilia de Cuatro Vientos, porque ello nos obliga más si cabe, a acceder por internet a sus respuestas íntegras y a profundizar en ellas, sin quedarnos con una mera frase a modo de titular.

- ¿Qué reacciones está observando en los jóvenes con los que ha tenido contacto estos días?

Monseñor José Ignacio Munilla: Los jóvenes están impresionados, al mismo tiempo que abiertos a un nuevo itinerario en sus vidas…

En estos días, el consejo que más estoy repitiendo es el siguiente: ¡Buscad un director espiritual para ayudaros en vuestro seguimiento de Cristo! No me cabe duda de que el fruto de esta JMJ será directamente proporcional a la cantidad de acompañamientos espirituales que se inicien.

- ¿Cómo se vive la JMJ como obispo?

Monseñor José Ignacio Munilla: En Sidney viví mi primera JMJ como obispo, y tengo que confesar que en aquella JMJ me costó participar de esta manera, porque eché en falta la cercanía de acompañar como sacerdote a un grupo concreto de jóvenes…

Pero por otra parte, la relación con los demás hermanos obispos durante esos días, es también una ocasión de gracia, ya que habitualmente no tenemos muchas oportunidades de convivir entre nosotros, e intercambiar nuestras impresiones y experiencias diocesanas.

La organización tuvo un gran detalle con todos nosotros, al ofrecernos un magnífico concierto a cargo del Orfeón Donostiarra en el Auditorio Nacional de Madrid, seguido de una cena en el IFEMA. ¡Fue un momento inolvidable!

- ¿Cómo han ido las catequesis de los obispos?

Monseñor José Ignacio Munilla: Las catequesis con los jóvenes son uno de los momentos principales en los que un obispo ejerce su ministerio en la JMJ. Se trata de una oportunidad para tener un contacto muy directo con los jóvenes, y responder en un diálogo abierto y sin filtro alguno a sus dudas y a sus preocupaciones.

Es un método muy sanador de la imagen deformada de los obispos que muchos jóvenes han podido recibir desde los medios de comunicación. Los pastores están cerca de ellos, comparten sus experiencias, les escuchan, y les comunican la Palabra…

Añado a lo anterior que en la ocasión presente, con motivo de la distribución del YouCat(Catecismo para jóvenes) en la mochila del peregrino, hemos tenido la oportunidad de animar a los jóvenes a emprender procesos de formación de calado.

El clima de secularización en el que vivimos nos obliga a hacer un esfuerzo especial para poder dar razón de nuestra fe ante quienes nos rodean…

- El Papa les aconseja a los chicos no dejarse llevar por sus impulsos, que sirvan a los demás y se planteen compromisos de por vida; un obispo iraquí pide a los jóvenes árabes que no emigren de sus países. ¿No son propuestas poco realistas para los jóvenes de hoy?

Monseñor José Ignacio Munilla: Decía el Padre Morales, un santo jesuita ya fallecido: “A los jóvenes, si les pides mucho, dan más; pero si les pides poco, no dan nada”.

Dicho de otro modo, la radicalidad evangélica encuentra un eco muy especial en el corazón del joven, cuando no ha sido “domesticado” o “rendido” al espíritu de este mundo…

O como decía Chesterton: “El catolicismo es la única religión que nos libera de la esclavitud de ser hijos de nuestro tiempo”.

lunes, 22 de agosto de 2011

Homilía de Benedicto XVI en la Misa de la Jornada Mundial de la Juventud

Hoy en la explanada de Cuatro Vientos

CUATRO VIENTOS, domingo 21 de agosto de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación la homilía que el Papa Benedicto XVI pronunció hoy durante la Misa de clausura de la Jornada Mundial de la Juventud, en el aeródromo de Cuatro Vientos de Madrid.

Queridos jóvenes:

Con la celebración de la Eucaristía llegamos al momento culminante de esta Jornada Mundial de la Juventud. Al veros aquí, venidos en gran número de todas partes, mi corazón se llena de gozo pensando en el afecto especial con el que Jesús os mira. Sí, el Señor os quiere y os llama amigos suyos (cf. Jn15,15). Él viene a vuestro encuentro y desea acompañaros en vuestro camino, para abriros las puertas de una vida plena, y haceros partícipes de su relación íntima con el Padre. Nosotros, por nuestra parte, conscientes de la grandeza de su amor, deseamos corresponder con toda generosidad a esta muestra de predilección con el propósito de compartir también con los demás la alegría que hemos recibido. Ciertamente, son muchos en la actualidad los que se sienten atraídos por la figura de Cristo y desean conocerlo mejor. Perciben que Él es la respuesta a muchas de sus inquietudes personales. Pero, ¿quién es Él realmente? ¿Cómo es posible que alguien que ha vivido sobre la tierra hace tantos años tenga algo que ver conmigo hoy?

En el evangelio que hemos escuchado (cf. Mt 16, 13-20), vemos representados como dos modos distintos de conocer a Cristo. El primero consistiría en un conocimiento externo, caracterizado por la opinión corriente. A la pregunta de Jesús: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?», los discípulos responden: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas». Es decir, se considera a Cristo como un personaje religioso más de los ya conocidos. Después, dirigiéndose personalmente a los discípulos, Jesús les pregunta: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Pedro responde con lo que es la primera confesión de fe: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo». La fe va más allá de los simples datos empíricos o históricos, y es capaz de captar el misterio de la persona de Cristo en su profundidad.

Pero la fe no es fruto del esfuerzo humano, de su razón, sino que es un don de Dios: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos». Tiene su origen en la iniciativa de Dios, que nos desvela su intimidad y nos invita a participar de su misma vida divina. La fe no proporciona solo alguna información sobre la identidad de Cristo, sino que supone una relación personal con Él, la adhesión de toda la persona, con su inteligencia, voluntad y sentimientos, a la manifestación que Dios hace de sí mismo. Así, la pregunta de Jesús: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?», en el fondo está impulsando a los discípulos a tomar una decisión personal en relación a Él. Fe y seguimiento de Cristo están estrechamente relacionados. Y, puesto que supone seguir al Maestro, la fe tiene que consolidarse y crecer, hacerse más profunda y madura, a medida que se intensifica y fortalece la relación con Jesús, la intimidad con Él. También Pedro y los demás apóstoles tuvieron que avanzar por este camino, hasta que el encuentro con el Señor resucitado les abrió los ojos a una fe plena.

Queridos jóvenes, también hoy Cristo se dirige a vosotros con la misma pregunta que hizo a los apóstoles: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Respondedle con generosidad y valentía, como corresponde a un corazón joven como el vuestro. Decidle: Jesús, yo sé que Tú eres el Hijo de Dios que has dado tu vida por mí. Quiero seguirte con fidelidad y dejarme guiar por tu palabra. Tú me conoces y me amas. Yo me fío de ti y pongo mi vida entera en tus manos. Quiero que seas la fuerza que me sostenga, la alegría que nunca me abandone.

En su respuesta a la confesión de Pedro, Jesús habla de la Iglesia: «Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia». ¿Qué significa esto? Jesús construye la Iglesia sobre la roca de la fe de Pedro, que confiesa la divinidad de Cristo. Sí, la Iglesia no es una simple institución humana, como otra cualquiera, sino que está estrechamente unida a Dios. El mismo Cristo se refiere a ella como «su» Iglesia. No se puede separar a Cristo de la Iglesia, como no se puede separar la cabeza del cuerpo (cf. 1Co 12,12). La Iglesia no vive de sí misma, sino del Señor. Él está presente en medio de ella, y le da vida, alimento y fortaleza.

Queridos jóvenes, permitidme que, como Sucesor de Pedro, os invite a fortalecer esta fe que se nos ha transmitido desde los Apóstoles, a poner a Cristo, el Hijo de Dios, en el centro de vuestra vida. Pero permitidme también que os recuerde que seguir a Jesús en la fe es caminar con Él en la comunión de la Iglesia. No se puede seguir a Jesús en solitario. Quien cede a la tentación de ir «por su cuenta» o de vivir la fe según la mentalidad individualista, que predomina en la sociedad, corre el riesgo de no encontrar nunca a Jesucristo, o de acabar siguiendo una imagen falsa de Él.

Tener fe es apoyarse en la fe de tus hermanos, y que tu fe sirva igualmente de apoyo para la de otros. Os pido, queridos amigos, que améis a la Iglesia, que os ha engendrado en la fe, que os ha ayudado a conocer mejor a Cristo, que os ha hecho descubrir la belleza de su amor. Para el crecimiento de vuestra amistad con Cristo es fundamental reconocer la importancia de vuestra gozosa inserción en las parroquias, comunidades y movimientos, así como la participación en la Eucaristía de cada domingo, la recepción frecuente del sacramento del perdón, y el cultivo de la oración y meditación de la Palabra de Dios.

De esta amistad con Jesús nacerá también el impulso que lleva a dar testimonio de la fe en los más diversos ambientes, incluso allí donde hay rechazo o indiferencia. No se puede encontrar a Cristo y no darlo a conocer a los demás. Por tanto, no os guardéis a Cristo para vosotros mismos. Comunicad a los demás la alegría de vuestra fe. El mundo necesita el testimonio de vuestra fe, necesita ciertamente a Dios. Pienso que vuestra presencia aquí, jóvenes venidos de los cinco continentes, es una maravillosa prueba de la fecundidad del mandato de Cristo a la Iglesia: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación» (Mc 16,15). También a vosotros os incumbe la extraordinaria tarea de ser discípulos y misioneros de Cristo en otras tierras y países donde hay multitud de jóvenes que aspiran a cosas más grandes y, vislumbrando en sus corazones la posibilidad de valores más auténticos, no se dejan seducir por las falsas promesas de un estilo de vida sin Dios.

Queridos jóvenes, rezo por vosotros con todo el afecto de mi corazón. Os encomiendo a la Virgen María, para que ella os acompañe siempre con su intercesión maternal y os enseñe la fidelidad a la Palabra de Dios. Os pido también que recéis por el Papa, para que, como Sucesor de Pedro, pueda seguir confirmando a sus hermanos en la fe. Que todos en la Iglesia, pastores y fieles, nos acerquemos cada día más al Señor, para que crezcamos en santidad de vida y demos así un testimonio eficaz de que Jesucristo es verdaderamente el Hijo de Dios, el Salvador de todos los hombres y la fuente viva de su esperanza. Amén.